jueves, 7 de marzo de 2013

El Impostor- Capitulo 10


Levantó la cabeza para mirarle a través de la extensión de hielo y nieve. Estaba de pie a la orilla del bosque, la luz de la luna recortaba su silueta, y no iba muy abrigado: iba sin guantes y con una fina chaqueta. No parecía tener frío.

Miley se hundió aún más en su abrigo de piel.

—Hace veinte años que no patino —respondió.
—Deberías intentarlo de nuevo —dijo él—. Quizá podría darte otra clase.

Seguro que se lo habían contado. No tenía por qué sorprenderse.

—No creo que necesite que me des ninguna clase de nada.
—Yo creo que sí —replicó él amablemente—. Necesitas clases para aprender a no preocuparte de nadie más que de ti misma. Necesitas clases para aprender a decirle a la gente que no te gusta que te manden a paseo. Necesitas clases para aprender a defenderte y no ser…
—Vete a la ****.

Podía ver su boca tremendamente sensual sonreír irónicamente.

—A lo mejor no necesitas aprender todo eso. ¿Qué te parecería a no desvivirte tanto por los demás? Te harán daño, Miley. Hasta un intruso puede percibirlo.
—¿Estás reconociendo que eres un intruso?
—Me he pasado dieciocho años fuera. Eso apenas me permite conocer con detalle el funcionamiento de esta familia; pero te diré una cosa: no has cambiado nada.
—¿Ah, no? —dijo ella sin moverse de donde estaba, en medio del hielo.

Nick  se aproximó a ella. Sus zapatillas de deporte estaban cubiertas de nieve, y se resbaló un poco sobre el lábil hielo. Parecía estar divirtiéndose.

—Sigues siendo aquella niña pequeña que apoyaba la nariz contra los cristales de los escaparates de las tiendas —afirmó él; su voz era fría e insensible como el sólido hielo que había bajo sus pies—. Sigues queriendo lo que no puedes tener.

Se estaba acercando a ella demasiado, pero se mantuvo impertérrita, negándose a apartarse.

—¿Y qué es lo que no puedo tener?
—Una familia de verdad.

Miley inspiró profundamente.

—¿La habilidad de herir a la gente es inherente a los impostores? —preguntó——. ¿O se trata sólo de un don adicional? Me temo que te han informado mal; yo tengo una familia: Sally.
—No quiero herirte, Miley —dijo él—. Nunca he querido hacerlo. ¿Temes afrontar a la verdad? Antes no te daba miedo.
—Yo diría que tu concepto de verdad es realmente superficial.
—Eso duele —protestó él.
—Daría lo que fuera —dijo ella meditabunda— para que se partiera el hielo que tienes debajo.

Su sonrisa era rabiosamente alegre.

—Me temo que ésa no es una buena manera de matar a una persona. Alguien podría oírme pidiendo ayuda. Y lo más probable es que tú también te hundieras.
—Tal vez valga la pena —replicó ella.
—¿Quieres que me muera? —Parecía haber más que un interés casual detrás de esta pregunta.
—Quiero que te vayas adonde ya no puedas hacer más daño.
—¿Y estás dispuesta a matarme con tal de conseguirlo?

Miley suspiró.

—No seas vanidoso. Necesito un móvil mejor para cometer un asesinato.

Miley pasó por su lado, sentía una repentina claustrofobia. Él se movió bloqueándole el camino, cosa que de algún modo ella ya esperaba que hiciera.

—Quizá podría convencerte de que soy quien afirmo ser.
—Y quizá las ranas críen pelo, pero no espero que suceda ninguna de las dos cosas en un futuro próximo. ¿Puedo irme ya?
—¿Quién te lo impide? —Estaba tan cerca de ella que resultaba incómodo, pero tenía los brazos cruzados sobre el pecho y no hizo ademán de tocarla.

La noche era glacial, y Miley apenas podía parar de temblar dentro de su abrigo de piel. Allí estaba él, ligero de ropa y aparentemente a sus anchas.

—¿No tienes frío? —preguntó Miley de pronto.
—No te preocupes por mí—respondió Nick—. Hace más de dieciocho años que sé cuidar de mí mismo.

En ese aspecto, al menos, le creía.

Por primera vez en muchos años, aquella noche Miley volvió a tener el mismo sueño, un sueño que había deseado no tener nunca más, pero debía haberse imaginado que el regreso de Nick Jonas, y el recuerdo siempre cambiante de la noche en que murió, le causaría pesadillas recurrentes.

Había perdido la habilidad de separar la verdad de sus sueños. Hubo un tiempo, cuando tenía poco más de veinte años y estaba en su mismo curso en Bennington, en que las pesadillas crecieron hasta niveles incontrolables y finalmente se decidió a buscar ayuda. El terapeuta le sugirió que anotara sus sueños y todo lo que recordara de la noche para, a continuación, compararlo. El esfuerzo acabó en fracaso estrepitoso. Había llegado hasta tal punto que dudaba de todo lo que debía recordar; realidad, memoria y pesadillas se mezclaban formando una espiral psicodélica. Al final, sencillamente, aprendió a olvidarse de aquella tarde, negándose por completo a pensar en el  asunto. No había manera de entenderlo, de saberlo que en realidad ocurrió aquella noche. Ni siquiera estaba segura de querer saberlo. Tan sólo quería librarse de los sueños.

Y así fue; hasta que un hombre que afirmaba ser Nick Jonas había surgido de una insólita tormenta volviendo su vida patas arriba.

El sueño empezaba igual que siempre. Estaban en la antigua casa Edgartown, en Martha’s Vineyard. Era de madrugada, pasada la medianoche, y ella dormía en una reducida habitación de la zona posterior de la casa, encima de la cocina, parte de la cual solía estar destinada a las habitaciones de los criados. Pero en verano Constanza y Ruben dormían en un piso sobre el garaje, y esas habitaciones habían sido transformadas en pequeños y acogedores dormitorios. Miley dormía en uno de ellos.

Por aquel entonces tenía casi catorce años. Les había oído discutir, el ruido traspasaba el techo y las paredes, pero no se tomaron la molestia de bajar el volumen de sus voces. Nick debe de haber hecho otra de las suyas, pensó medio dormida, tapándose la cabeza con la almohada.

Nick la llevaba por el camino de la amargura; era un niño mimado y egoísta, un completo salvaje. Hacía llorar a su tía, martirizaba a sus primos, y provocaba a Miley con una combinación letal de intimidación fortuita y encanto seductor demasiado fuerte para que una joven lo soportara. Y ella no sabía con seguridad qué era lo que más detestaba: su encanto o sus intimidaciones.

Le oyó entrar en su habitación. La misteriosa luz de la luna, que entraba a raudales por la ventana desprovista de cortinas, recortaba su silueta y le hacía parecer más alto, casi tanto como un adulto. Estaba en su tocador revolviendo entre sus cosas.

—¿Qué estás haciendo?

Se volvió al escuchar su voz, pero Miley no había logrado asustarle.

—Me largo de aquí, Miley —había dicho con voz extraña—. Necesito dinero.
—No tengo dinero.
—Pero tienes esto. —Llevaba un puñado de joyas de oro en una mano, y ella se incorporó, ahogando un grito de protesta en su garganta.
—No puedes coger eso —dijo ella—. Son regalos de tía Sally. Oye, intentaré conseguirte algo de dinero...

Nick cabeceó.

—No tengo tiempo. Ya te comprará más. A mi madre nunca le ha importado comprar cariño a golpes de talonario. —Su voz era fría y amarga.
—Déjame al menos la pulsera de colgantes. —No debería haber se permitido esa debilidad. Cada año Sally añadía un colgante nuevo a la pulsera, algo cautivador y original. Simbolizaba sus años en la familia Jonas y era su posesión más preciada.
—No puedo. Lo siento, Miley. Si eres sensata, te largarás de aquí cuando tengas edad suficiente para hacerlo. Te destrozarán. —Le parecía extraño y distante, como si ya se hubiera ido.
—Es mi familia —protestó ella. Y de inmediato se arrepintió de sus palabras.

Nick se acercó hasta su cama, proyectando su sombra sobre ella.

—No, no lo es —dijo él—. Y debería alegrarte. Hunden a los suyos en la miseria.

Nick extendió la mano y acarició su rostro a la luz de la luna.

—¡Es una lástima que no te pueda llevar conmigo, Miley! —exclamó él—. Pero me complicaría la vida tener que responsabilizarme de alguien tan joven. Cuídate mucho. —Y la besó.

Nunca la había besado, sin contar los breves y castos besos que le había dado en las mejillas cuando así se le ordenaba. Esta vez había sido en la boca, pero no se trataba de ningún Príncipe Encantado despertando a la Bella Durmiente. Era un beso áspero, apresurado y completamente sexual, la boca abierta sobre la de ella, los brazos estrechando el cuerpo de Miley contra el suyo propio. Fue un beso hambriento y perdido, y ella ni siquiera dudó en rodearle el cuello con los brazos y devolverle el beso con toda su inexperta pasión.

Aunque terminó en un abrir y cerrar de ojos, pareció que duraba una eternidad. Nick se esfumó en la oscuridad y se fue de su vida para siempre tras haber cogido un puñado de sus joyas de oro que incluía lo único que realmente le importaba.

Miley permaneció inmóvil por el impacto, le temblaba todo el cuerpo; luego se movió y se vistió con abandono. Nick la había estado provocando, molestando y atormentando desde que tenía uso de razón. No iba a salir impune de este robo, pretendiendo encima arreglarlo todo con un beso de despedida, que era más de lo que ella había soñado jamás. Al llegar a la acera de enfrente creyó verle dirigiéndose Lighthouse Beach, y le Siguió silenciosa y decidida.

Escaparse de una isla que está a seis millas de la costa continental lo era tarea fácil. Nick lo había intentado con anterioridad, cuando tenía quince años, robando el catamarán de un amigo y desapareciendo durante más de una semana. La policía le halló en Boston y le devolvió a casa, impenitente, hostil y tremendamente experimentado.

¿Qué barca tenía intención de robar esta vez? ¿O acaso pensaba irse a lo grande y coger una de las pequeñas avionetas privadas estacionadas en el aeropuerto de la isla? Al cumplir los dieciséis, Sally le había costeado unas clases de vuelo, algo que desde entonces lamentó.

Pero iba en dirección a la playa, no al aeropuerto; si supiera hacia dónde se dirigía podría pillarle por sorpresa, amenazarle con gritar con todas sus fuerzas si no le devolvía la pulsera de colgantes.

Le dejaba quedarse con todo lo demás. Estaba dispuesta a pagar lo que fuera con tal de que saliera de su vida. Nick estaba en lo cierto: los Jonas eran más que generosos con sus talonarios, cosa que no podía decirse de sus sentimientos. Si él se iba tendría a Sally para ella sola, sin que hubiera ningún chico perverso y guapo merodeando a su alrededor.
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Chan chan chan chaaaaaaaaaaaaaaan... les puse como seis capitulos de esta novela y este capitulo vale por dos así que mañana les pongo el otro maratón de El Millonario :) lo siento es que ya me duelen los ojos :( necesito lentes pero mis papás no me los compran... bueno mi papá lleva mucho diciendo que me va a llevar con la Irene (una amiga de mi papá) que tiene una tienda de lentes de marcas como Ray Ban y esas.. de las caras y a que me hagan bien el examen para saber que tanto aumento necesito... solo para ver de lejos porque veo super borroso como a un metro de distancia :(

Bueno ammm me voy fin del maratón... lo deje en lo más bueno hahahaha bye :*.

1 comentario:

  1. QUE?!!!!!
    no la puedes dejar alli me dejaste con la intriga necesito saber que paso con el verdadero nick estoy muy confundida y esta nove esta llena de misterios me encanta
    DEBES SUBIR UNO MAS SOLO UNO POR FAVOR O SUBE MAÑANA!!!
    que bueno que subiste el maraton de esta nove la ame espero que te recuperes pronto y te quiero linda

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