jueves, 7 de marzo de 2013

El Impostor- Capitulo 8


—¿Crees que Sally sospecha algo? —preguntó Warren al cabo de un momento.
—En absoluto. Necesita creer en mí. Se está muriendo y no quiere dejar esta vida sin encontrar de nuevo a su hijo.
—Sólo asegúrate que no empiece a acceder a pruebas de ADN y cosas por el estilo. Tenemos ciertos límites y yo no puedo sobornar a todo el mundo.
—No te preocupes, no accederá —manifestó Nick tranquilo y seguro.

Warren le miró fijamente durante largo rato, luego asintió con la cabeza, satisfecho.

—Debo reconocer que hasta ahora todo ha salido a las mil maravillas. Los próximos días serán la prueba de fuego.
—Los próximos días serán fáciles —murmuró Nick—, si tú haces ti parte.
—Yo soy quien más tiene que perder aquí —anunció Warren malhumorado.
—Lo dudo. Si alguien me descubre, te limitarás a insistir en que ha sido engañado como todos los demás. Me apuesto lo que sea a que no hay ni la más mínima prueba que me relacione contigo. ¿No es cierto?
—¿Crees que no confío en ti?
—Creo que, al igual que yo, no confías en nadie. —Nick se incorporó y se volvió para verle—. No te preocupes, Warren. No me descubrirán. Si lo hacen, cúbrete las espaldas y no te preocupes por mí; soy un experto capeando temporales.
—¿Debo pensar que no me traicionarás?
—Si no lo piensas, ¿por qué te has metido en esto? —replicó Nick con suavidad.
—Porque tienes el mismo aspecto siniestro que él —respondió Warren al momento.
—Y porque llamé a tu puerta ofreciéndote la posibilidad de sacar tajada de toda esa cantidad de dinero —añadió Nick sin rodeos—. No lo olvides.
—Mi hermana se está muriendo —dijo Warren—. Morirá feliz si cree que su hijo ha vuelto...
—Te importa un comino que tu hermana muera feliz o no. Lo único que te importa es que al morir su herencia no esté inmovilizada tras tantos años intentando demostrar que el verdadero Nick Jonas está muerto.
—¿Y si no está muerto? —preguntó Warren repentinamente—. ¿Y si el auténtico Nick aparece de pronto?
—Está muerto, Warren —susurró Nick con frialdad—. Créeme, no volverá.


Es probable que a lo largo de su vida Miley hubiera estado en cenas mucho peores, pero en ese momento se sentía demasiado abatida para recordarlas. En la habitación de Sally se había dispuesto una mesa junto a la ventana que daba a la bahía, y Sally logró incluso sentarse en la silla de ruedas; la felicidad coloreaba sus pálidas mejillas. Nick se sentó junto a ella, encantador y solícito, y Warren se mostró sorprendentemente hablador. Miley se sentó frente al intruso, tranquila, ha blando con recato, comiendo aún menos, y escuchando al embustero hilar su telaraña.

No es que él le recordara a una araña, pensó objetivamente. Su físico era demasiado bello y glorioso, con sus rasgados ojos de un azul verdoso, su pelo aclarado por el sol, su piel blanca estirada sobre sus pómulos. Tenía el mismo aspecto ligeramente británico que el auténtico Nick, cosa que era un punto a su favor.

Era su boca lo que la fascinaba. La boca de un sátiro, un cínico, voluptuosa, total y completamente sexual. Sonrió y rió exhibiendo una dentadura blanca perfecta; habló con pausado encanto, hechizándolos a todos. Hechizando a Miley, pese a su resistencia.

Era bueno. Era más que bueno; era magistral, cautivando a tía Sally, hechizando a tío Warren, contando viejas historias de una infancia nunca vivida. «Alguien debe de estarle ayudando», pensó Miley, poniendo cara de interés mientras su cerebro trabajaba febril mente. Algunas de las cosas que contaba sólo podían conocerlas los miembros de la familia. Alguien tiene que haberle hablado de la vez en que la policía pilló a Nick bañándose desnudo en South Beach, en Martha’s Vineyard. Alguien tiene que haberle contado que Nick era extremadamente alérgico al crustáceo.

Nick levantó la vista de la fuente de cigalas rebozadas y la miró con un ligero destello de complicidad en los ojos.

—Miley, ¿ha sido idea tuya este menú? —murmuró, sin intención de servirse.
—El crustáceo es mi debilidad —respondió a la ligera.
—También la mía —dijo Nick—. Una debilidad funesta.
—¡Oh, cielos! —exclamó Sally sorprendida—. Había olvidado que eres alérgico a estas cosas, cariño. Miley, ¿cómo has podido hacer algo semejante?
—Han pasado dieciocho años. —Su voz sosegada no traicionó su inesperado sentimiento de culpabilidad: no por poner en peligro al impostor, sino por causarle problemas a Sally—. Yo también lo había olvidado.
—Entonces, ¿no era tu intención matarme? —preguntó Nick amablemente.

Ella jugueteó con su copa de vino y luego le sonrió con frialdad.

—No habría sido un modo muy eficaz de hacerlo, ¿no crees? En definitiva, es bastante fácil reconocer el crustáceo. Si uno sabe que es alérgico al crustáceo no lo prueba y ya está.

A Sally le pasó inadvertido su incisivo comentario.

—No hables con Miley de asesinatos —dijo Sally con lucidez—. Es una experta en el tema.
—¿En serio? —Sus ojos parecían lánguidos—. ¿A cuántas personas as asesinado?
—A ninguna —respondió ella. Y le sonrió—: Todavía.
—Le encanta leer basura —explicó Warren abiertamente. Crímenes misteriosos y toda esa clase de porquerías. Se considera una ex perta en criminología moderna por haber leído unas cuantas novelas de suspense.
—Ni mucho menos. —Miley contuvo la irritación al hablar.
—Será mejor que te lo pienses dos veces antes de cometer un crimen, muchacho —prosiguió Warren—. Miley es la típica que te sorprende in fraganti. Es una Miss Marpie en toda regla.
—No digas tonterías, Warren —le amonestó Sally con un vigor asombroso—. Yo leo novelas de espionaje y no por ello voy a ingresar en la CIA en la KGB. ¿Y tú qué lees, cariño? —Se volvió hacia Nick con una sonrisa casi coqueta.
—No tengo tiempo para leer —anunció Warren en voz alta.
—No me refería a ti —dijo Sally—. Y cualquiera con un mínimo de sentido común encuentra tiempo para leer, de lo contrario el cerebro se atrofia y el alma se marchita.
—¿Aunque se lea basura? —espetó Warren.

Miley apuró su vaso de vino. Tenía un dolor de cabeza terrible, pero de ninguna manera iba a dejar a Sally sola sin su protección. Warren tenía tendencia a hacerla enfadar, y el inesperado estímulo de su hijo pródigo sin duda alguna la afectaba negativamente. Desde el pasado otoño su salud había caído en picado; a Miley le daba pánico que algo pudiera acelerar el inevitable proceso.

—Depende de lo que entiendas por basura, tío Warren —intervino Nick con tranquilidad—. A mí me gusta leer novelas de terror.
—¡Típico! —murmuró Miley. En efecto, siendo adolescente, Nick había estado leyendo a Stephen King antes de desaparecer. Una vez más el intruso había hecho sus deberes.
—Dime, Nick, ¿qué planes tienes ahora que por fin has vuelto al seno familiar? —le preguntó Warren.
—¡Warren! —La voz de Sally tenía un fuerte tono de advertencia.
—No le estoy interrogando sobre su pasado —se defendió Warren con impaciencia—. Aunque debo admitir que me tiene intrigado. Hay razón por la que no se le pueda preguntar qué piensa hacer ahora, ¿no?
—No tiene que responder a nada que no quiera. Es maravilloso el simple hecho de tenerle de vuelta.

En medio de la discusión de los hermanos, los ojos de Nick se encontraron con los de Miley, que estaba frente a él. Les iluminaba la suave luz de una vela, y por un momento Miley se embriagó con la inmensa intensidad de sus ojos, con la suntuosa y perturbadora pro mesa de su boca.

—¿Siempre están así? —preguntó Nick en tono jocoso.
A Miley no le hacía gracia.
—¿No lo recuerdas?

Nick se levantó y se desperezó lentamente, con involuntaria elegancia. Un verdadero Jonas nunca se desperezaría, pensó Miley, moviendo subrepticiamente sus agarrotados músculos. Todos ellos estaban demasiado bien criados, se les había enseñado con excesivo ahínco a comportarse educadamente.

—Solían discutir sobre mí —dijo él.
—Siguen haciéndolo.

Sally alzó la vista en medio de la discusión, había una sombra de Preocupación en sus ojos marchitos.

—Lo siento, cariño. No tendrías que estar escuchando discutir a este par de viejos buitres en tu primera noche en casa.
—No me llames viejo —le espetó Warren—. Tienes diez años más que yo.
—Y además me estoy muriendo —le replicó Sally.—. Tú eres viejo, yo soy antigua. —Se alejó de la mesa en su silla de ruedas—. Y ahora marchaos. Miley, ve y dile a la señora Hathaway que venga a ayudarme, ¿quieres? Estoy bastante cansada.
—No hace falta que esté la enfermera esta noche —protestó Miley—. Yo puedo quedarme...
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Les dejo uno mas mientras se calienta mi comida :)

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