lunes, 22 de abril de 2013

50 Sombras de Grey

Holaaaaaaaaaaaaaaa bueno estoy subiendo esta novela (50 Sombras de Grey) en mi otro blo, si les interesa leerlo aqui pueden leer, voy en el capitulo 4 pero son largos, estare subiendo seguido

Link

http://esmilibreria.blogspot.mx/

o.... click AQUI

domingo, 21 de abril de 2013

Confusión- One Shot

http://nileyicanloveyoumorethanthis.blogspot.mx/2013/04/confusion-one-shot.html

A Light In The Darkness- Capitulo 5

Nick rompió en llanto aferrandose a mi como un bebe, parecía incapaz de soltarme, era de uno de esos momentos en los que el shock te dejaba sin habla y lo unico que puedes hacer es actuar automaticamente, yo por mi parte lo unico que podía hacer era abrazarlo y dejar que lloraba en mi hombro.

Nick y yo no hablamos despues de esa noche y el no habia aparecido en mi departamento, algo que se me había hecho demasiado raro tratándose de Nick. Pero tampoco quería que viniera, me estaba sintiendo mal, tal vez era la culpa que no me dejaba en paz o el remordimiento de conciencia pero me esraba sintiendo mal, me sentia triste y lloraba por todo, habia lastimado a Nick y me sentia una maldita.

Al haber pasado casi dos meses de ese día en el que Nick habia llegado borracho a mi departamento recibi una llamada de mi abogado, Nick habia accedido a darme el divorcio, pero en el lugar de alegrarme por la "victoria" ganada solo pude sentarme en la alfombra y llorar por horas hasta quedar seca y con la cabeza a punto de explotar por el dolor. Llorando no era como me imaginaba cuando por fin consiguiera lo que ¿quería? ¿en serio quería eso? ya no estaba tan segura.

Antes de la llamada una pequeña duda empezaba a crecer en mi cabeza, tenia miedo de que mis sospechas fueran ciertas y hubiera terminado por arruinar la vida mia, de Nick y la de un posible bebe de los dos. (Chan chan chan chaaaaaaaaaaaaaaaaaaan)

Tenia la sospecha de que estaba embarazada, pero aún con las dudas, los vomitos matutinos y etcetera etcetera etcetera, tenia miedo de ir al doctor, pero tampoco confiaba en las pruebas caseras, ya me había salido mala una cuando recien me había ido a Londres, habia salido positiva y después el doctor me bajo de mi nube cuando me dijo que no estaba embarazada.

Pero esta vez en serio sentía que estaba embarazada, podría ser que me habia vuelto loca o algo similar... pero en serio lo sentía, era raro y a la vez algo lindo. Pero a pesar de mis raras imaginaciones no se necesitaba ser un genio para saber que Nick iba o podría dudar de la paternidad del bebe y yo tendría la culpa así que no se lo podría hechar en cara, yo había mentido respecto a mi vida en los ultimos cinco años, el ahora pensaba que era un cornudo y tal vez que el bebe era solo una prueba mas de mi "infidelidad".

Pero a pesar de la llamada de mi abogado la soltería parecia algo cada vez mas lejano, porque estaba segura de que si estaba embarazada Nick no accedería a darme el divorcio y yo tampoco lucharía por el, aún que para que aceptara su paternidad tendría que decirle que la ultima vez que tuve relaciones en los ultimos cinco años que no estuvimos juntos fue el ultimo día de nuestra luna de miel.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Camine hacía el armario, no quería ir muy formal y arreglada ya que no tenía ganas, mi vientre se veía un poco abultado, apenas lo había notado unos días antes pero había pensado que era porque iba a llegar mi periodo, pero ya eran dos meses de atraso, era mucho.

Y de nuevo estaba en las oficinas de Nick, y su secretaría me veía de nuevo creyendo ser superior a todos, ironico cuando yo era la esposa de su jefe y mi suegro era el jefe de su jefe, osea mi esposo. Pero tal vez ya sabía que nos ibamos a divorciar, cosa que al parecer ya estaba muy lejos de llegar a ser.

Miley: Quiero ver a Nick.
Secretaría: El señor Jonas esta ocupado, pidio que no le pasaran llamadas ni lo molestaran.
Miley: Entonces si esta...
Secretaría: Si pero...
Miley: Ya estuche y no me interesa, lo voy a ver.

Me di media vuelta para entrar a la oficina de Nick cuando senti que alguien me jalo de un brazo, la secretaría de Nick me había jalado para que no entrara y estube a punto de caer al suelo de no ser porque alguien me sostuvo. Para mi suerte ese alguien era Nick, despues de lo que venía a contarle dudaba que le agradara como me habia tratado su secretaría.

Miley: Tengo que hablar contigo.
Nick: Esta bien, pasa.

Nick me dejo pasar a su oficina y pense en sentarme en uno de los dos sillones que estaban frente a su escritorio pero decidi mejor sentarme en el sillon grande que tenia en la esquina de la oficina, no quería que el tema del que quería hablar pareciera un asunto de negocios.

Nick: Si vienes a lo mismo de siempre, ya accedi a darte el divorcio, en unas semanas podremos firmar y seras completamente libre.
Miley: No vine a eso, vine a decirte mis sospechas, aun que no son 100% seguras pero...
Nick: Ve al grano Miley, tengo una reunion en una hora
Miley: Creo que estoy embarazada.

Por el rostro de Nick vi pasar miles de emociones, desde la sorpresa hasta la ira ¿ira? si, al parecer ya había dudado de que fuera suyo. Cada vez faltaba menos para tener que contarle la verdad y quedía desprotegida sin las mentiras, pero ya nada importaba, gracias a las mentiras que le dije iba a conseguir el divorcio, ahora no pensaba en el divorcio para nada.

Las cosas serían tan diferentes si no fueran por nuestra separación, pero ya no podiamos hacer nada, el me había engañado y yo había salido corriendo sin darle oportunidad a lo nuestro, el me amaba, me habia pedido perdon. Al final de cuentas la culpa era mia por orgullosa.

Nick: Así que tu amante y tu van a tener un hijo
Miley: No e...
Nick: ¿Para que volviste a la ciudad Miley? ¿Por el divorcio? O acaso... ¿Para vengarte de mi? ya que no sientes nada por mi te sientes con el derecho a lastimarme mientras yo aún te amo.
Miley: Nick, yo no...
Nick: Ni lo niegues, no veo otra razon para que hayas vuelto, al fin de cuentas no piensas volverte a casar, no quieres cometer el mismo error dos veces ¿no es asi? Si encuentras a alguien solo vas a ser feliz con el sin pasar delante de un juez. Nunca pense que iba a decir esto, pero me arrepiento de haberte conocido.

Lagrimas habían empezado a salir de mis ojos desde momentos antes, Nick estaba empezando a odiarme y no me dejaba decirle de su hijo, el no dejaba de creer que era de "mi amente".

Miley: El bebe es tuyo Nick, no de ningun amante ni Max, es tuyo.
Nick: ¿Como quieres que te lo crea?
Miley: Yo te menti.
Nick: ¿Cuando?
Miley: Cuando te dije que me acostaba con medio mundo después de irme de aquí.
Nick: ¿Con cuantos estuviste en los ultimos cinco años desde que te fuiste?
Miley: Solo tu
Nick: ¿Y quieras que crea en tu palabra? ¿Quien me dice que no mientes?
Miley: Yo quería el divorcio, esto aleja todo el tramite, no pienso en un divorcio si esta un bebe de por medio. Ademas me sentia sucia con dejar que alguien me tocara, a pesar de todo me sentia mal por tan solo besar a alguien, seguiamos casados al fin de cuentas.
Nick: ¿No me estas mintiendo de nuevo?
Miley: No, eso sería jugar con el futuro de... nuestro bebe.

Nick me dio la espalda y caminó directo al gran ventanal de su oficina, veía atraves del cristal mientras tenia sus manos en las bolsas de su pantalón. En ese momento deseaba poder leer la mente para saber en que estaba pensando, quería saber si estaba aceptando la idea de que el bebe que esperaba era de el.

Miley: ¿Me crees cuando te digo que el bebe es tuyo?
Nick: No tengo porque dudarlo, yo tenia mis dudas sobre que fuera cierto que te acostabas con medio mundo, apenas y tenias experiencia cuando volvimos a hacerlo, pude notar cierta timidez como cuando estábamos recién casados y apenas habíamos hecho el amor un par de veces, pero a pesar de mis dudas no pense mucho en ello.
Miley: ¿Vas a estar en la vida del bebe?
Nick: Dijiste que aún no era seguro, me gustaría acompañarte a la cita con el medico, si estas embarazada no pienso darte el divorcio.
Miley: Ya me lo habia imaginado, yo tampoco seria capaz de hacer pasar a nuestro hijo llendo de casa en casa siendo tan pequeño o pequeña.
Nick: Hablas del bebe como si estuvieras segura.
Miley: Algo dentro de mi me dice que si estoy embarazada, la cita con e medico es para ver al bebe, yo estoy segura que estoy embarazada.
Nick: ¿Cuando es la cita?
Miley: Hoy, dentro de dos horas.
Nick: Genial, voy a ir contigo.

Nick fue hacia su escritorio y por el intercomunicador le hablo a su secretaría, cuando ella entro el se puso a darle ordenes.

Nick: Quiero que canceles la reunion que tengo en una hora, no me pases a nadie y cambia todo para mañana, avisale a Liam que vamos a ir en la noche a su casa con Miley.
Secretaría: No creo que pueda cambiar la reunion para mañana, esta muy ocupado el señor...
Nick: El es una persona muy apegada a la familia y aprecia eso en todo ser humano así que dile que lleve a mi esposa al ginecólogo para ver como esta su embarazo y...
Secretaría: Pero señor yo no soy buena mintiendo y...
Nick: No pareces muy competente tampoco. No vas a mentir, Miley esta embarazada y la voy a acompañar a la cita con el doctor. Ahora te puedes ir, pero antes... No le vuelvas a poner una mano encima a mi esposa, mas estando embarazada, si le pasa algo a mi hijo te hundo.

La secretaría salio rapidamente de la oficina dejandonos a Nick y a mi solos de nuevo. El se sento en el sillon al lado de mi y puso una mano sobre mi vientre.

Nick: Yo tambien siento y estoy seguro de que vamos a ser papas.

Y por primera vez en todo el día, pude volver a sonreir.
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Holaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa bueno una amiga me presto su lap así que me puse a escribir por eso esta un poco corto (a mi se me hizo corto e.e) pero son tres notas completas de las que escribi en mi celular.

Espero que les guste y que comenten D: sus comentarios me dan de comer (? nah mentira. Pero si espero que comenten al menos uno :'|

Y pues no tiene imagen este cap porque.... no tengo mi lap y ahi estan las imagenes y no encontre ninguna que me guste :D y si hay faltas de borrografia lo siento pero me puse a escribir rapido :)










lunes, 15 de abril de 2013

Malas Noticias :(

Les tengo pesimas noticias :(, mi laptop se descompuso :( la mitad de la pantalla se ve como de rayas y a colores así qu practicamente hago todo por intuicion y no se si estoy escribiendo vbien o mal o si tengo errores de dedo y no me importan los errores ortograficos.

Cuando venia de regreso de los cabos me habia puesto a escribir en mis notas del celularun capitulo de la novela y pensaba subirles maratón... pero... ahora que no pudo ni hacer NADA con la lap... espero que entiendan que no podre subir en mucho tiempo... espero poder mandarla a arreglar pero la verdad no tengo NADA de dinero... me gaste todo y pues tengo que volver a ahorrar y espero que me cobren barato o al menos pueda mandarla pronto... a mi mamá ni le quiero decir nada porqu me va a matar D: tal vez pueda comprarme un cable VGA para poder conectar mi compu a la tele a ver si así se puede ver bien (recen por que así sea D:) y tal vez así al menos pueda subirlos... pensaba pasar mis notas del celular a alguien por mensaje de facebook y que me lo pasaran a un documento para ir a un ciber y poder subir ya solo sería cuestion de copiar y pegar pero no creo que se pueda... ahora espero que dxtdn bidn y aud mi lzpse arregle pronto besos :)

miércoles, 10 de abril de 2013

El Impostor- Capitulo 18


Era una maravilla de cuadro. Edward Wicklander fue el mejor retratista de la década de los setenta, e hizo un trabajo magnífico con las estupendas y ceñudas facciones de Nick Jonas, que entonces tenía trece años. Ese retrato bien podía haber sido el símbolo de toda una juventud desencantada, que probara los primeros frutos prohibidos, y Nick no sabía si acababa de gustarle. Miley contempló los ojos del retrato, pero en esta ocasión no le asombraron por su sarcasmo e ironía ni por la fidelidad que guardaban con la realidad, lo que la fascinó fue que esa astuta mirada azul era idéntica a la del hombre que tenía a sus espaldas.

—El parecido es increíble —murmuró.

Nick entendió perfectamente lo que Miley había querido decir, pero tenía su propia manera de jugar a ese juego.

—¿Verdad que sí? Plasmó mis rasgos a la perfección.
—¿Recuerdas el día que posaste? —Para el verdadero Nick fue un auténtico suplicio tener que posar inmóvil durante horas y horas mientras el famoso Wicklander desplegaba sus dotes artísticas. Sólo consiguieron que permaneciera algo más quieto durante algunos minutos seguidos tras haberle prometido a cambio un catamarán de carreras.
—Vamos, Miley —la reprendi6 cariñosamente—, sabes de sobra que no tienes que interrogarme acerca del pasado.
—Por la cuenta que te trae —murmuró ella—. ¿Y qué harás, decírselo a Sally?
Nick se le acercó, pero ella, decidida a no dar un paso, ni se inmutó.
—No —le contestó—. Eso era propio de George, ¿recuerdas? Yo puedo hacer algo mucho más retorcido, puedo simplemente negarme a contestar a tus preguntas. —Alargó un brazo y jugueteó con los dedos con un mechón suelto del pelo de Miley—. O peor aún, puedo responderlas.

Sus ojos se encontraron, algo que Miley, consciente de que era lo más sensato, había estado tratando de evitar. La mirada azul verdosa de Nick era de un profundo insoportable, como si pudiera leer su mente y traspasar sus defensas, entrando donde no dejaba entrar a absoluta mente nadie, en su corazón. En ese pequeño y vulnerable rincón de su ser que todavía palpitaba, sufría y sangraba, y que tanto le había costado reprimir y controlar.

Miley tenía los ojos clavados en él, no fue capaz de desviarlos ni siquiera al sentir cómo el aliento se le anudaba y se ahogaba en su garganta, y fue transportada años atrás a una calurosa noche de verano en esta misma casa, en que Nick Jonas la miró exactamente igual, una mirada llena de perversos deseos con la que hubiera conseguido todo de ella.

Todo menos la pulsera de colgantes.

Eran muy similares, pero no eran los mismos ojos. Esa mirada provocadora había que atribuirla a las fantasías amorosas de una adolescente, y no al hijo de Sally Jonas, un ladrón, rebelde y alocado.

Miley dio un respingo hacia atrás sin importarle que él pudiera tirarle del pelo, pero soltó su mechón con una sonrisa.

—¡Pobre Miley! —susurró—. No te molestaré más. ¿Por qué no vamos a averiguar si hay alguna forma de que abandones la isla para que no tengas que pasar ni un minuto más conmigo? —Era como si ese instante, misterioso e impactante, no hubiese sido más que un sueño—. En el peor de los casos tal vez alguna de las casetas de invitados esté abierta.

No podía hacerlo. En ese momento no tenía ningunas ganas de volverse a encerrar en el coche con él, respirando el mismo aire, sin tiendo el calor de su cuerpo envolviéndola. El efecto que en ella producía era demasiado fuerte, y necesitaba mantenerse a cierta distancia de él, estar unos minutos sin él para recuperar el equilibrio perdido.

—Ve tú —comentó ella—. Yo esperaré aquí.

Nick la miró sorprendido.

—¿Te fías de mí?
—No del todo, pero quiero estar sola un rato.

No se opuso.

—Que sepas que no he venido para estorbarte.
—¿Ah, no?
—Una mujer que ha vivido lo que tú has vivido no debería ansiar tanta tranquilidad. Te convendría un poco más de acción.
—Y tú qué sabrás! Nick Jonas lleva muchos años sin aparecer.
—Admito que la curiosidad ha sido superior a mis fuerzas; he hecho mis indagaciones.
—¿Quién te ha ayudado?
—¡Ay Miley, me estás pidiendo que delate a mi cómplice en el crimen! —Exclamó despreocupado—. Lo cierto es que le he preguntado a Sally por qué te sigues desviviendo por complacer a los ilustres Jonas.
—¿Y qué te ha dicho?
—Que la quieres. Y que te atemoriza dejarla y vivir en el cruel e inhóspito mundo de ahí fuera.
—Sally no me conoce tan bien como cree —intervino Miley aparentemente relajada.
—Sally no conoce a nadie con profundidad, incluida ella misma.
—Incluyendo a su hijo.
—No has podido evitarlo, ¿verdad? —Nick no estaba ofendido—. Mi madre es una mujer de miras estrechas y voluntad indomable. Sabe lo estrictamente necesario de las personas que la rodean como para lograr que hagan justo lo que desea. El resto no le interesa lo más mínimo.
—Tu amor filial es inspirador.
—¡Me alegro de que mi larga ausencia sirva de algo!

Miley tuvo ganas de gritarle, pero se mordió la lengua. Si permanecía un minuto más en ese salón empezaría a ponerse nerviosa, y no había tenido un ataque de pánico desde los veinte años. No estaba dispuesta a dejar que un impostor la volviera a hacer pasar por tan mal trago.

—Pensaba que ibas a averiguar cómo puedo irme de la isla —le recordó Miley con toda naturalidad.
—Ahora voy. Mientras salgo a buscar una cabina telefónica, dejaré aquí mi bolsa para que puedas hurgar en ella si te aburres.
—Dudo mucho que dejaras cualquier evidencia incriminatoria a mi alcance.
—Toda precaución es poca. Quizá me guste el riesgo. Quizá quiera que averigües la verdad —dijo provocándola.
—¿Y cuál es la verdad?

Nick no se le acercó, ni siquiera respondió. Incluso desde el otro extremo de la habitación, su presencia resultaba imponente y amenazadora.
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HOLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA, creo que no les habia dicho, mi tía si tiene internet :'D así que me puedo conectar y por eso les vengo a subir capitulo.

Candela bienvenida, creo que y leias mi otro blog antes :S 

Rocio, no te preocupes no voy a dejar de subir en este blog, el otro blog es con los nombres originales de las novelas, lo hice por las personas que no pueden leer algunos libros que no suben a blogs o que no pueden leer el tipo de documentos que hay para descargar, o alguien que lo quiera leer online.

Y por cierto ya subi de La Huésped, si quieren leer el libro den click AQUI  http://esmilibreria.blogspot.mx/2013/04/la-huesped-capitulo-1-recuerdos.html y pueden seguir el blog y comentar, mas adelante voy a subir 50 Sombras de Grey :D

PS: COMENTEN :D

domingo, 7 de abril de 2013

Nuevo blog :D

Si, ya me imagino que van a decir, ¿Otro blog? si apenas publicas en uno cada muchas semanas y tienes dos... bueno en esta no tengo que adaptar solo copiar y pegar. Estoy subiendo la novela de La Huésped pero con los personajes originales, la iba a subir a este blog pero decidi mejor hacer otro porque este es solo Niley... bueno espero que les guste y se pasen :) Click AQUI

http://esmilibreria.blogspot.mx/2013/04/la-huesped-prologo-insercion.html

El Impostor- Capitulo 17 (largo)


Nick estaba tan ocupado desplegando sus encantos con Constanza que apenas desvió la vista cuando Miley entró en la cocina y dejó su taza vacía sobre la encimera de azulejos.

—Es fantástico que el señorito Nick esté aquí —declaró Constanza entusiasmada.
—¡UHF …! —Miley se sirvió otra taza de café en la que metió deliberadamente un tranquilizante que había sacado de su frasco de pastillas. Nick no se sorprendió demasiado.
—Me temo que Miley no está de acuerdo contigo, tanza —dijo él perezosamente.

Alguien debía haberle dicho cómo apodaba el verdadero Nick a la mujer que durante su infancia había sido medio cocinera medio niñera. Miley no oía ese apodo desde hacía años.

—¿No se alegra de que usted haya vuelto? —preguntó sorprendida.
—No está segura de que sea yo.

Constanza se rió.

—No diga bobadas, señorito Nick. ¿Cómo iba a pensar que no es usted? ¿Cómo podría dudar? La señora Jonas le conoce; es imposible que una madre no reconozca a su hijo. Además, está igualito que antes.
—No, por Dios —comentó él con sinceridad—. He ganado en edad y en sabiduría.
—Tal vez —susurró Miley. Constanza sacudió la cabeza.
—Se pasaban el día entero discutiendo. No debería sorprenderme que sigan haciéndolo. Y ahora, a sentarse, que haré huevos revueltos para desayunar.
—No tengo hambre, Constanza. Prefiero que salgamos ya.
—Nunca tiene usted hambre, señorita Miley —le regañó Constanza—. Es un insulto a mi cocina, y no pienso consentirlo. Si no se sienta y come algo, se lo diré a la señora Jonas, y ya sabe lo mucho que se preocupará.

Ambas sabían que era una amenaza llana. Ninguna de las dos tenía intención de inquietar más a Sally, pero Miley se sentó igual mente, resistiendo el impulso de sacarle la lengua a Nick.

—Hazme sólo una tostada —susurró antes de dar un sorbo de café.
—Se morirá de hambre —le advirtió Constanza—. Además, ¿a qué viene tanta prisa?
—Quiero volver lo antes posible.

Constanza se acercó a Miley, y se puso las manos en la cadera.

—¿Qué tontería es esa? Necesita tomarse un respiro, apenas ha salido de casa en los últimos ocho meses. La señora Jonas no se va a morir en cuestión de horas, y entre todos nos ocuparemos de ella. Tómese unos días libres y diviértase. Le sentará bien la brisa del mar.

Nick contemplaba la escena con gran interés, y Miley hizo acopio de toda su fuerza de voluntad para no prestarle atención.

—Puede que más adelante —comentó.
—Te refieres a después de que mamá haya muerto? —murmuró Nick—. ¡Eres una morbosa!

Miley había dormido muy pocas horas y bebido demasiado café.

—Llevo más de un año tratando de aceptar la inminente muerte de Sally. Lo siento si te parezco algo brusca, pero tampoco has estado aquí para poderte hacer a la idea.
—A ver si te aclaras, Miley. O soy un maldito farsante sin derecho a acaparar toda la atención, o soy un hijo malvado y desagradecido que ha llegado demasiado tarde para hacer algo positivo.
—Para mí está claro.
—¿Ah, sí? Entonces no hace falta que te pregunte por qué opción te decantas, ¿no?
—De cualquier manera, eres despreciable.
—Querrás decir «dezpreciable».

Soltó la taza de café, mirándole súbitamente sobresaltada. De pequeña sólo le unía una cosa con el salvaje de Nick Jonas: una inexplicable pasión por Bugs Bunny y su pandilla. «Dezpreciable» y «¿Qué hay de nuevo, viejo?», eran sus contraseñas.

Sin embargo, Nick estaba muerto y esos dibujos animados, como los del Pato Lucas, los reponían cada cierto tiempo. Cualquier niño de la generación de Nick los habría visto mil veces. Era una casualidad que hubiera acertado, pura lógica.

Era exasperante.

Nick se levantó antes de que Miley dijera nada y ésta se forzó a mirarle. Iba vestido igual que antes, con la misma ropa holgada y de desenfadada, unos tejanos descoloridos y un jersey de algodón, y ni siquiera se había tomado la molestia de peinarse esa mañana. Tal vez Nick pensaba que un poco de desorden en su cabello le hacía parecer más tractivo. Tal vez estuviera en lo cierto.

—Venga, princesa. Eres tú quien tiene tanta prisa. Si tienes hambre pararemos por el camino en un McDonalds.

Miley se estremeció sólo de pensarlo.

—Los Jonas no comen en McDonalds —dijo.
—Tú no eres una Jonas

Fue una afirmación hecha sin malicia. Necesitó hacer uso de todo ti auto-control para que su reacción no se le reflejase en el rostro, para no responderle con el obvio «Tú tampoco». Le ignoró, y se le levantó también.

—Iré un momento a despedirme de Sally. —Caminó en dirección a la puerta pero él la agarró del brazo, acercándola hacia sí; Miley tuvo la sensatez de no intentar soltarse.
—Está durmiendo. Ha pasado una mala noche. Ya le he dicho adiós de parte de los dos.
Permaneció quieta durante un instante. No había nada que pudiera decir, ni forma alguna de defenderse. Se limitó a asentir con la cabeza.
—De acuerdo. Entonces iré a buscar mi maleta.
—¿Para qué necesitas una maleta? Creía que estabas decidida a no pasar la noche fuera.
—La señorita Miley es una mujer muy precavida —anunció Constanza, orgullosa—. Siempre le ha gustado estar preparada para todo.
—¡Ah…, pero eso es imposible! —exclamó Nick—. El destino tiene la manía de jugarnos malas pasadas.

Miley clavó los ojos en él el tiempo necesario para asegurarse de que supiera que ella le consideraba una de las peores bromas que el destino le había gastado jamás.

—Te veré en el coche.

Miley Cyrus le divertía. Sabía que era grosero y despiadado por su parte reírse de su orgullo y sus enfados, pero ya no tenía esperanzas de ser mejor persona. De su vida, que había sido dura, no culpaba a nadie más que a sí mismo. Había tenido que luchar por lo quería y seguir adelante. De ahí que no le conmovieran lo más mínimo las emociones ridículas y superficiales.

Miley no conseguiría nunca aquello que tanto quería. Nunca sería una Jonas, nunca pertenecería a esta familia de engreídos hipócritas, cosa que debería alegrarle; pero no era así. Siempre que le mencionaban esa carencia respondía como una rata de laboratorio.

No es que se pareciera especialmente a una rata. Nick la había estado observando, de pie, junto a su improvisada cama en la biblioteca; debería estar agradecida por que hubiera resistido a sus peores impulsos y no se hubiera metido en la cama con ella.

Sólo Dios sabe cuánto lo había deseado. Habría sido tan sencillo: se habría estirado encima de Miley y sin darle tiempo a gritar, le habría tapado la boca con la suya.

Ella le habría pegado. Habría pataleado y forcejeado con él durante más o menos treinta segundos. Luego le habría devuelto el beso.

No estaba siendo especialmente vanidoso. Algunas mujeres se sentían atraídas hacia él, otras le despreciaban. Casualmente, Miley Cyrus encajaba en ambas categorías.

Debería dejarla en paz. A Miley le había costado mucho tener una vida tranquila, y su aparición ya era lo bastante perturbadora. Seduciéndola no haría sino empeorar las cosas.

Claro que Nick no veía precisamente con buenos ojos su vida sosegada y segura, y era lo suficientemente egocéntrico para dar su opinión al respecto. Creía que Miley era demasiado joven para encerrarse en una tumba viviente. Demasiado joven para consagrar su vida a una familia de dinosaurios que ni entonces ni antes, obviamente, le había servido de nada. Necesitaba urgentemente espabilarse un poco; él se encargaría de ello.

Miley le estaba esperando de pie junto a la puerta del coche, del maltrecho y viejo jeep. Con el pelo anudado fuertemente en un pequeño moño a la altura del cuello, y el impermeable negro envolviendo su esbelto cuerpo, hacía todo lo posible para tener aspecto de profesora respetable. Nada más lejos de la realidad.

Nick consideró la posibilidad de abrirle la puerta, pero decidió no hacerlo. Al auténtico Nick no le hubiera importado abrirle la puerta del coche a su casi prima. A ése que estaba ahí, le interesaban más las cajas fuertes de los bancos y los dormitorios.

Constanza tenía razón; Miley era muy prudente. Desenterró el cinturón de seguridad, apenas usado, y lo abrochó, sosteniendo con firmeza en su regazo el bolso de piel, como una especie de protección. Nick bien podría haberle dicho que nada la mantendría a salvo.

Viajaron en silencio durante los primeros veinte minutos; el de Miley era un silencio hostil, el de Nick era divertido. Al llegar a la altura del letrero de McDonalds, Nick puso el intermitente; entonces Miley se decidió a hablar.

—No quiero tomar nada —dijo—. Es demasiado temprano para comer porquerías.
—Nunca es demasiado pronto para eso. —Detuvo el coche a la altura de la ventanilla del McAuto—. Míralo de esta forma: necesitaras energía para seguir peleándote conmigo. No se puede ofrecer mucha resistencia con el estómago vacío.
—¿Quién ha dicho que quiero pelearme contigo?

Nick la miró.

—Tal vez las oleadas de hostilidad que siento son fruto de mi imaginación —comentó él tranquilamente.
—Vete al infierno.
—Aunque tal vez no. —Alargó el brazo, cogió la comida, y puso tina bolsa en el regazo de Miley—. Cómetelo.
—No puedes obligarme.
Nick rió en voz baja.
—Sí, sí puedo —replicó.

Miley le creyó.

Nick no había visto nunca a nadie tardar tanto en comerse un Huevo McMuffin con beicon y unas patatas Deluxe. Se los comía sin ganas, desmenuzándolos en trocitos.

—Estás demasiado delgada —señaló, mirando a la carretera.
—Si crees que vas a conquistarme con esa sarta de sandeces, ya puedes ahorrarte saliva —dijo con mordacidad.
—¿Qué te hace pensar que quiero conquistarte?
—Me he equivocado de palabra. Estás tratando de persuadirme, al igual que has hecho con el resto de los Jonas. Tienes a casi todos en el bolsillo; casi todos te han creído. Y no vuelvas a decirme que no soy una Jonas, porque lo sé perfectamente.
—Entonces, ¿por qué te sigue molestando? Yo, en tu lugar, no querría ser uno de ellos. Todo te iría mejor.
—¿Eso piensas? Suponiendo por un momento que fueras el verdadero Nick Jonas, algo totalmente descabellado, ¿estarías mejor sin ellos? ¿Intentarías no ser uno de ellos?

Nick no quería responder a sus preguntas; no, cuando eran tan di rectas.

—¿Tu qué crees?

Miley estrujó el papel con los restos de comida y lo metió en la bolsa.

—Yo creo que eres un tramposo y un mentiroso. Un impostor dispuesto a usurparle a una anciana moribunda su fortuna.
—Si se está muriendo, no creo que vaya a necesitar su dinero mucho más tiempo.
—¿Dudas de que se esté muriendo?
—No. Ya me he dado cuenta de que no le queda mucho de vida. Y también de que lo mejor que le puede suceder es tener a su querido hijo junto a ella. Está feliz, Miley. ¿Acaso eso te molesta?
—Lo que me molesta es que esa felicidad sea falsa; que esté basada en una mentira.
—No vivirá lo suficiente para averiguar si es o no es mentira. Morirá sabiendo que su añorado hijo ha vuelto con ella. Morirá rodeada de su adorada familia. ¿Qué más se puede pedir? ¿Quieres privarla de eso? ¿Quieres arrebatarle a su hijo, ahora que finalmente le ha encontrado?
Miley permaneció callada unos instantes.
—No quiero hablar más del tema —dijo finalmente, con voz can sada—. No he tenido más remedio que venir contigo, pero eso no significa que tengamos que discutir durante las cinco horas de ida y las cinco de vuelta.
—Podemos hablar de otra cosa.
—No quiero hablar de nada. Quiero olvidarme hasta de que existes —le espetó sin piedad. Volvió la cabeza y miró por la ventana.
—No te preocupes, Miley. En cuanto Sally haya muerto, me iré de tu vida y todo habrá terminado. Nunca más tendrás que pensar en mí.

Miley no respondió. Su expresión parecía ausente, contemplando la grisácea luz matutina, y Nick se permitió el placer de observarla mientras conducía. Había conocido a mujeres corrientes, a mujeres guapas, amables y otras crueles. Las facciones de Miley Cyrus eran perfectas: nariz recta y estrecha, pómulos prominentes, labios dulcemente generosos y ojos azules grandes y preciosos. Su piel era perfecta, y su cuerpo esbelto y deliciosamente curvado, aunque le convenía ganar algo de peso. En conjunto, debería resultar físicamente irresistible.

Sin embargo, había un muro a su alrededor, un muro de alambre de espino y hielo, y fuera lo cariñosa que fuera la persona que estaba al otro lado de esa barrera, Miley seguía sin estar a su alcance. Las señales de aviso estaban en todas partes —prohibido el paso—, y sin embargo su fría belleza era perversamente tentadora. Cualquier hombre sensato se mantendría a distancia de ella.

Nick no era un hombre sensato. Disfrutaba con los retos. Era un hombre que sabía demasiadas cosas de Miley Cyrus, probablemente más que ella misma. Un hombre al que le gustaba el peligro. De lo contrario habría seguido siendo Sam Kinkaid al otro lado del océano, y estaría bronceándose bajo el sol del mediterráneo en su casa de la toscana.

Pero estaba aquí; y ella también, con los brazos firmemente cruzados sobre su pecho, y con la mirada en otra parte, fría, silenciosa, reservada. Aquí estaba, a la merced de Nick al menos durante las próximas doce horas, horas que él esperaba con ilusión.

Los asientos delanteros del jeep eran muy estrechos y el aire estaba cargado como en un coche de carreras. Miley procuraba ignorarle a toda costa, haciendo ver que dormía, mirando por la ventana, contestando a sus comentarios ocasionales con un desalentador

«Mmmm. . . ». Pero por mucho que lo intentara, no podía librarse de la abrumadora sensación de su presencia, que la inquietaba y la presionaba, que la agobiaba. Él estaba allí, junto a ella, a su alrededor, estorbando, exigiendo incluso cuando no decía una palabra.

Miley sabía que toda la culpa era suya. A su edad  ya había aprendido a liberar emociones, a superar desengaños, a ser flexible con aquello que la irritaba. Y sin embargo, el impostor que se hacía pasar por Nick Jonas parecía ser insensible a todas sus defensas. Conseguía sacarla de quicio con su sonrisa ligeramente burlona, sus brillantes ojos azules verdosos y sus andares sexys y desgarbados.

Respiró profundamente, y sacó el aire despacio, intentando soltar la tensión que sentía dentro. Lo hizo cinco o seis veces, pero no pareció surtir efecto. Sólo consiguió marearse.

—¿Necesitas más tranquilizantes? —preguntó Nick, arrastrando las palabras y deteniendo el coche frente a la oficina de los ferrys. Había llegado hasta el puerto de Woods Hole sin ningún problema, cosa que despertó en Miley momentáneas dudas. El camino estaba bien señalizado y él era un hombre concienzudo y experimentado. Con toda seguridad llegaría también sin vacilar a la casa de Water Street una vez estuvieran en la isla. Miley no debería dejar que su inteligencia le sorprendiera o le hiciera dudar de aquello que sabía que era verdad.
—Estoy bien —respondió ella en voz baja pero firme.
—Estás muy tensa, Miley. Me sorprende tu falta de flexibilidad.
—Estoy preocupada por Sally. No me he separado de ella en todo este año, desde que su salud empeoró. No me gusta dejarla.
—Dedicarse durante un año a alguien que tiene servicio y de enfermera las veinticuatro horas del día es mucho tiempo. No te necesita permanentemente a los pies de su cama.

Miley se volvió para mirarle.

—No, es cierto, pero yo sí necesito estar allí.

Casi deseaba que no hubiera sitio en el ferry para meter el coche. No debería subestimar a Nick; ya había reservado una plaza, y llegaban justo a tiempo para zarpar.

¡Hacía tantos años que no cogía un ferry, que no iba a Edgartown! Hubo una época en que la antigua mansión fue motivo de discusiones entre los hermanos Jonas; todos querían la parte que les correspondía. De todas las casas de los Jonas, ésta era la más importante, mucho más valiosa que el apartamento de Park Avenue o la impresionante finca de Vermont. Sin embargo, Sally perdió el interés por ella no mucho después de la desaparición de Nick, y Miley estaba igualmente encantada de dejar de ir a un lugar lleno de dolor y de recuerdos ocultos. Warren, Patsy y sus hijos hicieron buen uso de la casa; en ella George dio fiestas asiduamente; pero Miley no había vuelto a ir desde hacía más de doce años.

Se le ocurrían formas más agradables de volver que hacerlo con alguien que fingía ser un hombre que estaba muerto. Nick Jonas, de diecisiete años y ojos salvajes y furiosos, la perseguía. Su espectro deambulaba por la isla, vagaba por Lighthouse Beach, paseaba entre las sombras del jardín de la parte posterior de la antigua mansión. El fantasma de Nick Jonas  vivía aquí, y traer a un impostor ante su presencia parecía estar siendo un gran error.

Miley se alejó del coche y del hombre que se hacía llamar Nick y fue en busca de una taza de café, que bebió a sorbos mientras veía como la isla surgía del mar. Pensaba que era más temprano; ya era media tarde y el trayecto en ferry estaba siendo más largo de lo que recordaba. Tal vez era porque ansiaba el fin del viaje.

Cuando volvió al coche, en cuyo interior Nick ya la estaba esperando, el ferry atracó. Ignoraba Cuánta información poseía, pero no tenía la intención alguna de ayudarle a encontrar la casa de Water Street. Ese hombre no necesitaba ninguna clase de ayuda.

Miley conocía esa enorme y antigua mansión blanca de estilo victoriano desde su más tierna infancia, si bien en temporada baja su aspecto era extraño y distinto. Al igual que las demás casas de Water Street, tenía las persianas cerradas, el mobiliario del porche guardado las señales de «prohibido el paso» claramente visibles. A esa zona ya había llegado la primavera; habían brotado algunas hojas pequeñas y bajo la capa de rocío que lo cubría, se adivinaba el césped verde.

Miley miró a Nick cuando éste aparcó el coche y bajó de él, parecía estar totalmente familiarizado con el lugar. Claro que también era posible que hubiera estado allí antes, como parte de su entrenamiento. Sabía demasiado sobre el verdadero Nick Jonas; alguien cercano a la familia debía haberle ayudado. Tal vez un Jonas mismo.

Nick le devolvió la mirada.

—¿Quieres que te abra la puerta? —preguntó articulando las palabras.

Había permanecido sentada en el coche, en trance. Tiró de la manilla de la puerta, sin darse cuenta de que aún llevaba el cinturón abrochado. Murmuró alguna palabra malsonante y finalmente salió del coche con movimientos torpes. Lighthouse Beach se encontraba a sus espaldas, y se volvió para verla, incapaz de resistirse al impulso; su aspecto era desolado, estéril y desierto en medio del frío que hacía a pesar de que ya había comenzado la primavera.

No se había percatado de que Nick estaba detrás de ella, siguiendo su mirada, clavada en el abandonado faro de la playa.

—Casi no ha cambiado, ¿verdad? —murmuró.

Ella alzó la vista. Se le había acercado demasiado, claro que ni estando cada uno en una punta del país dejaría de tener la sensación de no estar lo bastante lejos de él. Motivado por la simple curiosidad y ajeno a lo que realmente había ocurrido, los ojos de Nick contempla ron el lugar donde el verdadero Nick Jonas había muerto.

—Hay cosas que no cambian nunca —comentó Miley en voz baja—. Otras, sí.

Nick sonrió ligeramente. Su sonrisa era reprobadora y sexy. Eso era lo único que tenía en común con el auténtico y desaparecido Nick.

Era sexy a rabiar y ella, tan vulnerable como cuando contaba trece años, estaba lejos de ser inmune.

Nick echó un vistazo a su alrededor, como si fuera la primera vez que veía todo aquello, lo que en realidad era muy probable.

—¿No te resulta un poco triste una zona residencial costera en temporada baja?
—A mí me gusta más.

Nick sonrió.

—Está bien. ¿Y qué me dices de un faro en desuso?

Miley negó con la cabeza.

—Todavía se usa. Funciona automáticamente con el fin de evitar que muera gente en la playa. —Escogió las palabras deliberadamente, para provocarle.

Pero el hombre que fingía ser Nick Jonas no se dio por aludido. Simplemente se encogió de hombros.

—Espero que dé resultado —dijo. Y caminó hacia la casa.

La casa estaba fría, oscura, húmeda y olía a cerrado. A pesar de que la primavera había llegado a Vineyard antes de lo habitual, los rayos del sol no habían penetrado en los rincones oscuros de la antigua mansión, y al entrar en el lóbrego salón Miley se estremeció de frío. Los muebles parecían enormes y cobraban un aire siniestro bajo las fundas holandesas, y las persianas impedían cualquier entrada de luz.

—Cojamos el cuadro y salgamos de aquí —ordenó, reacia a que darse más rato del necesario en la antigua casa. Había pasado mucho tiempo desde que vino por última vez, pero los recuerdos dolorosos todavía persistían. Si de ella hubiera dependido, jamás habría vuelto.

Nick pasó junto a ella, a oscuras, y abrió una de las persianas, dejando que la luz inundara la habitación.

—¿A qué viene tanta prisa?
—No quiero perder el último ferry.

Él se giró y la miró.

—Pensaba que ya te habías dado cuenta.

Si antes tenía frío, no era nada comparado con el repentino escalofrío que recorrió sus huesos.

—¿De qué?
—De que ya lo hemos perdido. ¿No has visto el tablón de horarios? He dado por sentado que sabías que si subíamos al barco no podíamos volver hasta mañana por la mañana.
—¡Eso es absurdo! Hay ferrys hasta las ocho de la tarde, y los fines de semana el último sale de noche.
—Eso es en verano, Miley. Estamos en temporada baja. El último ferry ha salido hace una hora, nos hemos cruzado con él de camino hacia aquí.
— ¿Y que hay del ferry en el que hemos venido? Se estaba preparando para zarpar...
—Se dirigía a Nantucket. No volverá hasta mañana. No tenemos más remedio que pasar aquí la noche, de modo que será mejor sacarle partido a la situación.
—Podría volver en avión...
—¿Y qué hacemos con el coche?
—Puedes quedarte y hacerle compañía.

Nick se apoyó en la pared.

—No sabía que me tuvieras tanto miedo.
—No te tengo miedo.
—Entonces ¿por qué tienes tantas ganas de irte? Una vez en tierra, tendrías que alquilar un coche y luego conducir unas cinco horas hasta llegar.
—Quiero volver con Sally.
—¿Por qué? No se va a morir hoy mismo. El médico ha dicho que por ahora se ha estabilizado.
—¿Has hablado con el médico? —Miley trató de ocultar su enfado.
—¿Por qué no? Soy su hijo. Su pariente vivo más cercano.

«Eres un tramposo y un embustero». No pronunció las palabras en voz alta, incluso controló la expresión de su cara aparentando estar tranquila.

—Por supuesto —murmuró, dándole la espalda.
—Escucha —dijo él—, si estás tan desesperada puedo intentar averiguar si hay algún avión que salga esta noche de la isla, pero estás haciendo una montaña de un grano de arena. No tienes por qué tenerme miedo.
—No me das miedo —afirmó de nuevo.
—Entonces ¿qué es lo que te asusta?

Ella le miró con frialdad, indignada.

—Absolutamente nada.
—Eso no es del todo cierto —replicó Nick con total tranquilidad—. Te dan miedo las arañas, el compromiso y Nick Jonas. También temes perder el dudoso concepto de familia que has aprendido entre los Jonas. Eres como una niña en una tienda de golosinas, te deslumbra aquello que nunca podrás tener, y te olvidas de que todo eso es insípido e inútil. Es un espejismo.
—No sigas —dijo ella. Era muy fácil saber que tenía pánico a las arañas; toda la familia lo sabía y por eso era objeto de burlas. Por otra parte, y dado que el compromiso no entraba en sus planes, era lógico que hubiera llegado a su edad sin haber entablado una relación romántica seria. En cuanto a que le tuviera miedo a Nick o no, ya fuera el auténtico o el que se hacía pasar por él, en fin, prefería no pensar en ello, no en este momento—. ¿Y qué tal un hotel? ¿O un hostal?
—Estamos en temporada baja, ¿recuerdas? ¿Es esta casa lo que te da miedo? ¿Acaso has visto un fantasma salir de dentro de un armario?
—Me trae a la memoria recuerdos desagradables —dijo con voz gélida.
—¿Por ejemplo?
—El día en que Nick murió. —Miley supo de inmediato que había hablado más de la cuenta. Durante un instante Nick palideció, luego se le acercó, con paso lento y hasta majestuoso, y ella no pudo volverse, no pudo sino permanecer quieta mirándole con absoluta parsimonia.
—¿El día que Nick murió? —repitió él—. ¿Qué te hizo pensar que había muerto? Simplemente huí. Eso es lo que pensaron todos, ¿ no es cierto?

Sus ojos azules la hipnotizaban, se hundían en sus entrañas.

—Sí —respondió.
—¿Sí, qué? ¿Que pensaste que estaba muerto? ¿O que todos los demás lo pensaron?

Aunque sabía que era de carne, y hueso y que no tenía nada que ver con el verdadero Nick Jonas más allá de un misterioso parecido, Miley no tenía ganas de mantener esta conversación con un fantasma.

—Todos se imaginaron que sencillamente habías huido.
—Todos, menos tú. ¿Por qué, Miley? ¿Por qué pensaste que había muerto? ¿Qué es lo que viste?

Miley se sentía hipnotizada por el sonido de su voz y esa suave insistencia que derribaba sus prudentes defensas.

—Nada —contestó.
—¿Por qué estabas tan segura de mi muerte, pues?
—Porque el auténtico Nick quería a su madre. Nunca hubiera desaparecido como si se lo hubiera tragado la tierra sin volver a dar señales de vida. Sally contrató a los mejores detectives privados para que le buscaran; ningún adolescente habría podido escapar de ellos.
—Te sorprendería lo que puede llegar a hacer un chico de diecisiete años, inteligente y decidido. Así pues, ¿qué creíste que me había ocurrido? ¿Que alguien me había descuartizado y había enterrado trozos de mí por toda la isla?

Miley detestaba el leve tono de burla de su voz.

—Creo que alguien disparó a Nick en la espalda y le arrojó al mar. Probablemente su cadáver fue arrastrado en dirección hacia Francia antes de ser devorado por los peces.
—¡Qué horror! —Nick la miraba con total tranquilidad, sin que su cara revelara nada en absoluto—. ¿Esto es fruto de tus fantasías morbosas o hay alguna razón en concreto que te lleve a afirmar que ocurrió así?

Miley tuvo el presentimiento de que él lo sabía. Fuera quien fuera, fuera lo que fuera, ese hombre sabía que a Nick Jonas le habían asesinado aquella noche. Y ahora sabía que ella también lo sabía. Había hablado demasiado, tendría que haberse mordido la lengua.

—Son imaginaciones mías —dijo ella quitándole hierro al asunto.

Entonces Nick esbozó una sonrisa poco amigable.

—Imaginaciones que pierden su sentido con mi repentino regreso. ¡Menudo chasco te habrás llevado! En muchos aspectos, además.
—No especialmente.
—¿En alguna ocasión le has dicho a Sally que creías que estaba muerto?
—Nunca se lo he dicho a nadie.
—¿Por qué?

Sin pedir permiso, volvió a la memoria de Miley el recuerdo de la oscura silueta, de la sangre sobre la arena, de la gélida neblina que la envolvía, agazapada tras una roca.

—No era más que una teoría —respondió, encogiéndose de hombros—, una teoría obviamente errónea, porque aquí estás, vivito y coleando.
—Obviamente —repitió él mirándola; la expresión de sus ojos repentinamente opacos era indescifrable. En cuanto a la verdad, sus posibilidades se entretegían como una telaraña que los atrapaba.
—Miley, ¿dónde está el retrato?

Miley no dijo nada, simplemente se alejó de él y se dirigió hacia lo que en su día fue el salón de la parte posterior de la casa. Nick la siguió y se detuvo al llegar frente al retrato, que miró con expresión inescrutable.
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HOLO :D bueno les dejo un capitulo largo porque me voy en unas horas a Los Cabos y no podre subir, lo siento que no subi ayer como les habia prometido pero estaba ocupada y no me dio tiempo de adaptar nada, lo subo ahora porque no puedo dormir, hay una patrulla que esta haciendo ruido afuera de mi casa y no me deja dormir ¬¬' ademas de una ambulancia quien sabe que paso :S pero bueno... espero que les guste y cuando llegue tener comentarios.

Cami, el chiste es tenerlas con la intriga de si Nick es Nick hahaha o mejor dicho si Sam es Nick hahaha esta nove esta buenisima, es mi favorita y creanme, se van a llevar MUCHAS sorpresas ;D

Tarea: Dejenme un comentario con su teoria... ¿que creen que vaya a pasar más adelante? ¿que paso con Nick? ¿Nick es Nick? ¿que tiene que ver Sam con Nick? 

Les dare una pista de que pasa más adelante: Miley y Nick no son quien dicen ser :)

Ammm una cosa más... ME LEEN EN CHINA BITCHES :'D okya estaba viendo las estadisticas y vi China de verde y me puse toda happy :'D ME LEEN okya yo también tengo sangre china por parte de mi abuela :) 

Bueno comenten mucho, las quiero, regreso el Lunes o Martes y subo :D byeeeeeeee.

PS: DON'T LET THE BITCHES STELE YOUR PHONE D: (okya se me metio Zayn Malik al cerebro hahahaha me voy a la fregada, bye :*) 
PS2: La primera posdata es un recordatorio para mi de no dejar que la Jeny y Dani roben mi celular (? hahaha PERRAS ALEJENCE DE MI BEBE ¬¬' okya bye tengo sueño y me esta haciendo daño no dormir bye las quiero.
PS3: COMENTEN O EL GATO MUERE *mirada de mafiosa*
BYE LAS QUIERO :D

viernes, 5 de abril de 2013

El Impostor- Capitulo 16


A pesar de las importantes reformas realizadas, la finca de los Jonas no lo era suficientemente grande para albergar holgadamente a toda la familia al completo. Con el recién llegado instalado en la habitación renovada de Nick Jonas, y Tessa y Grace compartiendo, aunque a disgusto, la de Miley, ésta había sido oficialmente desterrada. Patsy, Warren y George habían exigido ocupar las tres suites y, a menos que se usara dinamita, nada ni nadie les sacaría de allí.

Lo que dejaba a Miley durmiendo en un sofá-cama en la biblioteca.

En circunstancias normales no le hubiera importado, pero es que nada de lo que estaba ocurriendo era normal. George tenía ideas de lo más disparatadas, Warren se mostraba demasiado simpático, y lo peor de todo, había un mentiroso desconocido en casa.

Y por si fuera poco, en la biblioteca, equipada con una gran pantalla de televisión y un bar, se habían instalado al menos dos de los primos Jonas.

Por suerte Nick ya se había esfumado. Probablemente estaría haciéndole la pelota a tía Sally, pensó Miley amargamente. No tenía la menor idea de cómo iba a sobrevivir a los próximos días, incluso a las próximas semanas. Le aterrorizaba la sola idea de pasar horas interminables encerrada con él en un coche. Tanto la llegaba a molestar que ni siquiera quería pensar en ello. Era un mentiroso y un estafador, y tal vez mucho más que eso, y nada de lo que ella pudiera hacer u decir impediría que utilizara a los Jonas para sus infames propósitos.

La casa era un enorme laberinto y sin embargo Miley no podía esconderse en ningún sitio. Los mayores estaban en el salón, los jóvenes en la biblioteca. No se atrevía a entrar en la cocina, ni siquiera para recoger sus pastillas, y esa noche hacía un frío glacial. No estaba de humor para dar otro paseo a la luz de la luna, sobretodo teniendo en cuenta con quién se había encontrado la vez anterior.

Era más de la una de la madrugada cuando Tessa y George desalojaron por fin la biblioteca. Miley esperó a que la casa estuviera tranquila y silenciosa, a estar segura de que todos dormían, antes de entrar sigilosamente en la cocina para buscar sus tranquilizantes.

No había ni rastro de las pastillas. Algún alma caritativa las había recogido del suelo sin dejar huella de ellas ni del frasco que las contenía. Quedaba la posibilidad de que Constanza hubiera ido a la cocina para comprobar que todo estuviera en orden de cara a evitar atracos nocturnos y demás, pero pensó que no caería esa breva.

Miley había trasladado la mayor parte de su ropa a la habitacion que ahora ocupaban Tessa y Grace, pero al menos había logrado coger algunas prendas y esconderlas en el trastero, que se usaba con más frecuencia. Se puso un camisón de franela que le llegaba hasta los pies y, con un despertador en la mano, procedió a acostarse en el dudosamente cómodo sofá-cama. Aunque casi todos los Jonas se levantarían tarde por la mañana, no estaba dispuesta a que ninguno de ellos la sorprendiera en la cama.

Las ventanas de la biblioteca no tenían persianas ni cortinas y la luna, clara y brillante, se reflejaba en la nieve derretida y deslumbraba Miley por más que se girara a uno y otro lado.

Se durmió pasadas las cuatro; el intenso sonido del reloj de pared dando las horas resonaba en su cabeza.

Hacia las seis se despertó en medio de la tranquilidad oscura y lóbrega de la biblioteca. Aún dormida, desorientada, sin recordar dónde estaba, parpadeó soñolienta, y deseó únicamente seguir bajo el suave edredón de plumas y olvidarse de todo.
—Es hora de levantarse, encanto —le susurró alguien al oído con voz seductora—. Hay que ponerse en camino.

Miley arremetió contra él, presa de un pánico repentino e inexplicable, para darle de lleno en la cara. Nick Jonas estaba inclinado sobre ella y la agarró del brazo cuando ésta intentó pegarle.

—Cálmate, preciosidad —le dijo—. No me he metido en la cama contigo. Únicamente he pensado que, ya que pretendes hacer esto en un solo día, querrías salir temprano.

Miley retiró el brazo, estremeciéndose en la tranquilidad matutina mientras trataba de recobrar el equilibrio perdido.

—¿Hoy? —preguntó con atemorizada incredulidad.
—Es un buen día como otro cualquiera. Cuanto más tardemos en ir más cuesta arriba se te hará —respondió él.

No le contradijo.

—¡Largate! —exclamó con brusquedad.

Nick no se movió.

—¿Cuándo tardarás en estar lista?

Le habría dicho de todo, pero no tenía escapatoria. Se lo había prometido a Sally y nunca faltaba a su palabra. Sally no le había pedido nada del otro mundo, debería estar encantada de hacerlo.

—Una hora —le contestó.
—Está bien. No pierdas el tiempo acicalándote por mí —dijo él.
—Créeme, no lo haré.

Nick se levantó, y Miley casi deseó que no lo hubiera hecho. Le producía una extraña sensación estar echada en la cama suave y caliente con su esbelta figura cerniéndose sobre ella, mirándola con enigmáticos ojos azules-verdes.

Su sonrisa no facilitaba las cosas. Fría y estudiada, jugueteaba en su boca increíblemente sensual y parecía estarle diciendo que leía cada uno de sus pensamientos.

—Te he traído una taza de café —anunció Nick, haciendo una señal con la cabeza en dirección a la mesa.
—No tomo café por las mañanas.
—Pues Constanza me ha dicho que te gusta con leche y sin azúcar —continuó él, ignorando su flagrante mentira—. En mi opinión no te iría mal endulzarlo un poco.
—Cuanto más tardes en irte, más tardaré en estar lista —dijo Miley con frialdad.

Los ojos de Nick recorrieron su cuerpo de arriba abajo. No había nada que ver; casi todo estaba tapado por un mullido edredón y el resto lo cubría un camisón de franela que Miley solía reservarse para los días más fríos de enero. De todas formas sentía un ligero calor en volviendo su piel bajo las sábanas.

—Te esperaré en la cocina. Por lo menos Constanza se alegra de verme. —Miró en dirección a la puerta, se detuvo y se volvió de nuevo—. ¡Ah, se me olvidaba! —Tiró un pequeño objeto sobre la cama, y por el ruido que hacía Miley supo que era su frasco de pastillas—. Te dejaste tus pastillas esparcidas por todo el suelo de la cocina. Ve con cuidado, tía Patsy es adicta a estas cosas. De haberlas encontrado, e las hubiera zampado todas.

Miley no se tomó la molestia de negar que eran suyas; su nombre figuraba en el frasco recetado.

—Son para el dolor de cabeza.
—Son tranquilizantes, Miley —le corrigió él—. Son suaves, pero no dejan de ser tranquilizantes. Y pienso asegurarme de que los necesites.

Y se fue con una pícara sonrisa dibujada en los labios.
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Esto va a ser todo por hoy :), lo siento, se que hace mucho que no subía nada pero estaba con unos problemas, ademas no estaba de humor de escribir ni subir nada por un problema de mi sobrino que supuestamente tenia un soplo pero no, al parecer es un chasquido en el corazon (o lo que sea, no recuerdo como se llama) y pues :/ 

Voy a salir, el Domingo me voy a los cabos por una semana así que no voy a poder subir y no se si meterme a Twitter, tal vez si pueda entrar a Twitter pero un poco :/ 

Mañana subire más de esta novela y de la de El Millonario para dejarles algo que leer, pensaba poner a alguien para que subiera mientras yo no estaba, solo dejaria las entradas y que ellas dieran click en publicar pero... no confio en Jeny y Dani porque las van a subir todas de una ¬¬' o las van a leer y no las van a subir hasta que yo llegue y a Anita... pues ella no se mete mucho a Blogger ademas de que no tiene internet :/

Si quieren que suba mañana mas capitulos... minimo dos comentarios (si tan patetico que tengo que pedir 2 porque no hay muchos comentarios ultimamente :'|)

BYEEEEE las quiero comenten, besos :*

El Impostor- Capitulo 15


A Miley le temblaban tanto las manos que se le cayó el bote de tranquilizantes al suelo desierto de la cocina. Las diminutas pastillas blancas se desparramaron por los anchos listones de madera de roble, rodando hasta meterse debajo del inmenso frigorífico, y las vio esconderse desconcertada. El médico de Sally se las había recetado, insistiendo en que tal vez las necesitara mientras durase el largo y lento viaje de Sally hacia la muerte.

No las tomó hasta la aparición de Nick Jonas. Si las cosas no mejoraban pronto, además de esas pastillas blancas necesitaría todas las habidas y por haber.

Se arrodilló para recogerlas cuando oyó que alguien abría la puerta de golpe. Seguro que debe ser él, pensó amargamente. De las nueve personas que habitaban la casa, sólo podía ser aquélla cuya presencia trataba de evitar a toda costa.

—¿Qué estás rebuscando en el suelo? —La voz grave y ligeramente altanera de George asustó a Miley e hizo que se le cayeran las pastillas que tenía en la mano.

Sin prestarles atención, se levantó elegantemente, demasiado distraída por la inevitable certeza de sentirse decepcionada porque no era Nick, cuando hubiera jurado que se trataba de él.

—¿En qué puedo ayudarte, George?

Al igual que su hermana, George tenía rasgos de modelo y una personalidad a juego con ellos.

—Tengo hambre. ¿Podrías prepararme un sándwich?
—No. —Hacía ya tiempo que Miley había aprendido a tratar a George. Era un manipulador, un experto en conseguir que la gente hiciera lo que él quería, y ella no tenía la menor intención de satisfacer sus caprichos, como hacían su madre y sus hermanas.

George se encogió de hombros, evidentemente esperaba esa respuesta de Miley, y se adentró en la cocina arrastrando los pies. Fruto de acudir al mejor de los gimnasios, lucía un bronceado intenso y perfecto. Se mantenía en muy buena forma, y tenía tendencia a acercarse mucho a la gente, exhibiendo su cuerpo esbelto y musculado. En esta ocasión, la mesa de la cocina les separaba.

—Así pues, ¿qué piensas de él, Miley? —Preguntó como quien no quiere la cosa—. ¿Crees que es el verdadero Nick?
—¿Qué crees tú?
—No tengo ni la más mínima idea. A mí esto me trae sin cuidado; no soy yo el que estoy a punto de recibir dinero de Sally, bueno, sólo indirectamente, y con eso tengo más que suficiente para mis necesidades.
—Eso me cuesta creerlo.

La sonrisa de George dejó ver unos dientes pequeños y perfectos.

—Está bien, admito que cuanto más dinero tenga, mejor. Pero soy un hombre paciente y las cosas buenas les ocurren a aquellos que saben esperar. Tú, por otra parte, tienes mucho que perder si este hombre es realmente quien dice ser.

Miley le miró con frialdad.

—No seas ridículo.
— No me estoy refiriendo al dinero —dijo en voz baja—. Después de todo, ambos sabemos que no estás legalmente adoptada. Estoy convencido de que Sally te dejará una remuneración generosa, pero eres muy lista. Tampoco esperas más dinero. No, podrías perder algo más importante que el dinero.
—No sabía que pensaras que hay algo más importante que el dinero, George.
—Perderás el cariño incondicional de Sally —dijo George sin inmutarse—. Durante estos últimos meses ha dependido enteramente de ti, y la tenías para ti sola. Ya no te necesitará, Miley. Tendrá a su adorado hijo para quererle y darle cariño. Serás relegada a un segundo plano.

George no era un hombre muy inteligente, pero compartía con el resto de su familia cierto instinto animal, y tenía una misteriosa habilidad para hacer correr la sangre. Algo con lo que afortunadamente Miley ya contaba.

—Eso no me preocupa nada, George. Tengo un piso esperándome en Boston, y no creo que tarde mucho en encontrar otro trabajo. De todas formas, te agradezco que te intereses por mí.

George parpadeó, y sonrió al advertir la ironía de sus palabras.

—Si es un impostor, Miley, te corresponde a ti desvelarlo.
—¿Por qué a mí?
—Porque eres la que vive aquí, ¡por el amor de Dios! Tenías más relación con él que cualquiera de nosotros y estarás con él día y noche. Esta breve visita a Edgartown te irá de perlas para conocerle mejor. Intenta descubrir alguna de sus mentiras.
—¿Mentiras? —repitió ella—. ¿Acaso no crees que sea el verdadero Nick?
—Yo no he dicho tal cosa. Soy un hombre prudente. Observo y escucho. Como te he dicho antes, no es mi dinero el que está en juego, pero pertenece a mi querida tía Sally, y no quisiera que se lo diera a cualquier criminal.
—¡Qué nobleza la tuya! —exclamó a la ligera.

George se le acercó.

—Oye, Miley, ¿por qué no pasas por Nueva York a tu vuelta de Vineyard? Echarás de menos la ciudad viviendo en este paraje agreste. Podríamos salir por ahí y divertirnos. Conozco un estupendo restaurante marroquí que te encantaría.

Miley le miró con incredulidad.

—¿Qué te hace pensar que querría ir?
—Podrías contarme lo que hayas averiguado de Nick. Además sabes que siempre me has gustado. Eres muy atractiva, Miley. —Hablaba en tono más grave, supuestamente para resultar más seductor.

La puerta giratoria se abrió y Tessa irrumpió en la cocina interrumpiendo tan comprometida situación.

—Te estaba buscando, Miley. Se requiere tu presencia. Warren, mamá y Grace quieren jugar al bridge, y yo preferiría morirme antes que jugar a eso.
—No. —Era la segunda vez que le decía que no a un Jonas, y la experiencia estaba resultando intensa—. Lo siento, tengo muchas cosas que hacer. Tendrán que jugar tres.
—No digas tonterías. Seguro que lo que tienes que hacer puede esperar —dijo Tessa con arrogancia.
—No. —Iban tres veces. Miley se sentía tan satisfecha que incluso logró proferir una agradable sonrisa—. Tendrán que divertirse sin mí.

Y rodeó con agilidad la mesa de la cocina, dejando las pastillas esparcidas por el suelo de madera, escabulléndose con discreción.

El Impostor- Capitulo 14


La pequeña de los hermanos Jonas, Patsy, era pan comido, pensó Nick con aires de suficiencia mientras la contemplaba desde el otro extremo de la mesa. A Patsy le daba igual si él era o no era el único Nick, siempre y cuando no la desviara de sus objetivos. Estaba timando algo; Nick había visto bastante mundo como para apreciar hasta los síntomas más sutiles, pero Patsy, ayudada por un siempre exquisito Gabernet, estaba ahora bastante entonada.

Sus tres hijos eran harina de otro costal. George el Granuja le miraba como si fuera un terrorista brutal que pretendiera hacerles volar todos por los aires.

Tessa sacudía su melena de color castaño a la que menor oportunidad, al tiempo que le observaba con ojos espléndidos y ardientes, y hacía todo lo posible por recordarle: a) que era una modelo famosa cotizada y muy solicitada, y b) que no se tragaba el anzuelo.

Cuando Nick se fue, Grace, la menor de los primos, debía tener unos seis años, por lo que difícilmente podía acordarse de ella. Parecía darles cien vueltas a sus hermanos, que siempre estaban mirándose el ombligo. Incluso se atrevería a afirmar que era una joven agradable, y aunque le hablaba con educación, lo cierto es que apenas si le dirigía la palabra. Miley estuvo todo el rato hablando con Grace en una es quina mientras el resto de sus primos centraba su atención en Nick, ignorándola por completo.

Sally también la ignoró. No tenía fuerzas para sentarse a la mesa, pero congregó a todos junto a su habitación, ya que Ruben, para que pudiera participar en la cena, había trasladado su cama hasta las puertas de grandes ventanales que, abiertas, daban al comedor. Nick sentía los ojos de Sally clavados en él y se preguntaba en qué estaría pensando; se preguntaba si en lo más hondo de su corazón creía realmente que era Nick Jonas.

No tenía importancia. No protestaría, ni pediría la prueba de ADN ni ninguna otra prueba, ni nada parecido, de eso estaba completamente seguro. Sally se había convencido de que él era su hijo y nada la haría cambiar de opinión.

—¿Miley? —Hablaba en voz baja, debilitada por el dolor, sin embargo ésta llegó hasta el otro lado de la mesa, donde Miley y Grace estaban sentadas.

De inmediato, se produjo un respetuoso silencio en el comedor. Miley se levantó, y como ya era habitual Nick admiró su elegancia, a pesar de haberse presentado a la cena con un vestido de cóctel gris muy soso. A su lado Tessa llamaba la atención y parecía pomposa; nadie con buen gusto hubiera mirado dos veces a la famosa belleza.

Pero a Miley no le interesaban la ropa, ni los adornos ni la opinión de Nick, pensó éste con ironía, mirándola con los ojos entorna dos. La había estado mirando toda la noche, ahora que ella ya no podía evitarle con tanta diligencia.

—¿Estás cansada, tía Sally? —le preguntó, solícita—. Le diré a Ruben que te vuelva a llevar a la cama...
—¡No me mimes tanto, pequeña! —La ligera sonrisa de Sally le quitó hierro a la reprimenda—. Estoy bien. Soy perfectamente capaz de saber cuándo estoy o no estoy cansada. Quisiera que hicieras algo por mí, cariño, si no es pedir demasiado.

La expresión de Nick era imperturbable. Sospechaba que Miley se hubiera cortado las venas por Sally, aunque evidentemente preferían mantener un tono cordial. No lograba comprender qué había hecho Sally para merecer tamaña devoción, pero saltaba a la vista que Miley era demasiado leal.

—Lo que tú quieras —se apresuró a decir Miley.
—Nick y yo hemos estado hablando —explicó Sally, y los ojos de Miley se entornaron, aunque se abstuvo de mirarle—. Tiene curiosidad por saber dónde está su retrato. ¿Recuerdas cuál te digo, aquel que le hicieron cuando tenía doce años?
—Te deshiciste de él —respondió rotundamente.
—No seas ridícula, Miley —protestó Warren—. Era un retrato le Wicklander, y esos retratos valen su peso en oro. Sally jamás lo hubiera tirado a la basura.
—No me refería a eso. Me refería a que estaba tan indignada que no podía ni mirarlo —dijo Miley, esta vez lanzando una mirada furiosa a Nick. No era una actitud especialmente racional. Debería estar enfadada con el auténtico Nick Jonas por haber huido, no un el hombre que sabía era un impostor.
—¿Dónde está, Miley? ¿Está guardado? —preguntó George, mando más pomposo, si cabe, que su tío mayor. George había nacido con un alma vieja y amargada, y ponía reparos a todo, hecho que mostraba con su impresionante atractivo físico. De pequeño había sido un soplón y un chismoso; de adulto simplemente juzgaba a todo e1 mundo.
—Está en la casa de Edgartown —respondió reacia.
—Es lo que me suponía. Lo quiero recuperar —manifestó Sally.
—Me encargaré de que lo manden aquí...
—¡No! No quiero esperar, y además, como bien ha señalado Warren, es un Wicklander. Es demasiado valioso para confiárselo a cualquier empresa de transportes y no quiero extraños fisgando en mi casa. La casa de Vineyard es una joya familiar; no deberíamos poner peligro.

¿Sabía Miley lo que sucedería a continuación?, se preguntó Nick con indiferencia. Parecía prudente pero confiada.

—¿Qué quieres que haga al respecto, tía Sally?

Sally le obsequió con la misma sonrisa que durante sus setenta y ocho años de vida había cautivado a hombres, mujeres y niños.

—Sabía que podía contar contigo, cariño. Quiero que vayas allí y lo cojas.
—Cómo no —concedió Miley efusivamente.
—Nick prefiere usar su coche, a pesar de haberle dicho que sería mejor ir en el Rover...
—¿Nick¿?—Su voz era un grito de horror ahogado. Nick cayó en la tentación de sonreírle beatíficamente.
—Le dije a mi madre que quería volver a ver la casa de Edgartown y que estaría encantado de llevarte. Así no tendrás que hacer todo el trayecto tú sola.
—Me gusta viajar sola —replicó Miley tajantemente.
—Además el retrato es bastante grande. Necesitarás ayuda para cargarlo.
—No necesito ayuda para nada. —La dureza de sus palabras causó un silencio momentáneo en la habitación, y Sally la miró sorprendida y dolida.
—¡Miley! —contestó Sally asombrada—. Harás que Nick se sienta incómodo.
—No es ésa mi intención —aclaró Miley, pero Nick supo sin duda alguna que mentía—. Es sólo que creo que serías más feliz si él te hiciera compañía. A fin de cuentas, tienes que recuperar los años perdidos...
—No estaréis fuera tanto tiempo, Miley —dijo Sally pacientemente para hacerla sentir culpable—. Serán una o dos noches como mucho. Verás, no pienso morirme en los próximos días. ¡Significaría tanto para mí! —No le costaba mucho trabajo engatusarla. Sabía que la tenía en el bote.

Como Nick esperaba, Miley cedió. Era evidente que se guardaba las fuerzas para luego.

—Por supuesto que iré —declaró Miley con aparente tranquilidad—. Y si Nick quiere conducir, estoy segura de que eso facilitará las cosas. Aunque no creo que sea necesario que durmamos allí. Si salimos de aquí por la mañana temprano, podremos coger el ferry de Woods Hole a mediodía, y estar de vuelta esa misma noche.
—No es necesaria tanta prisa. Has renunciado a tantas cosas para cuidar de mí, has estado a mi entera disposición durante los últimos ocho meses. Te irá bien distraerte un poco con un joven apuesto.

La cara de Nick se mantuvo seria y serena, pero de todas formas Miley le miró furiosa. Antes de que pudiera articular palabra, Tessa intervino.

—Tía Sally, a Miley nunca le han interesado especialmente los jóvenes apuestos —dijo con despreocupación—. Le gustan los estirados e intelectuales. Si quieres, yo estaré encantada de ir en coche con mi querido primo Nick. Así tendríamos oportunidad de recordar viejos tiempos.

Eso no era lo que Nick quería. Tessa era una actriz secundaria en este drama concreto. No le podía importar menos si ella pensaba que no era el verdadero Nick Jonas. Lo de Miley era harina de otro costal, y no quería perder ni un minuto. Viendo la cara pálida y demacrada de Sally, sabía que no quedaba mucho margen de tiempo.

—¡Esa sí que es una buena opción! —Miley parecía realmente eufórica ante la idea de zafarse del viaje—. Yo puedo quedarme aquí y ocuparme de que todo vaya como una seda y Tessa...
—No —la interrumpió Saily. Su rotundo tono de voz no daba pie a discusiones—. Puede que me esté muriendo, pero sigo al mando de esta casa. No es necesario que te ocupes de nada, Miley. Constanza es perfectamente capaz de encargarse de lo que haga falta y, además, mis hermanos estarán conmigo. Te has pasado el invierno entero a mi lado encerrada aquí, y te irá bien salir un poco al mundo real.
—Pero es que no me apetece ir. —Estaba actuando como una niña testaruda—. Preferiría quedarme contigo.

Sally cerró los ojos, de pronto parecía muy cansada.

—No me lleves la contraria, Miley —dijo Sally con cansancio—. Casi no tengo fuerzas.

Jaque mate, pensó Nick, mientras la culpabilidad hacía sonrojar a Miley.

—¿Cuando quieres que vayamos? —preguntó.

La sonrisa de Sally era deslumbrantemente alegre, pero la astuta anciana no bajó la guardia.

—Ésa es mi Miley —murmuró con debilidad. Y Miley logró esbozar una sonrisa a cambio.

El Impostor- Capitulo 13


Patsy Jonas parecía más joven que su hijo George y sólo ligera mente más guapa. Cosa que no era de extrañar teniendo en cuenta que su rostro y su cuerpo, de cincuenta y ocho años, estaban en constante progreso, que continuamente daban fe de los milagros de la cirugía estética, el ejercicio compulsivo y todas las dietas de moda conocidas por las mujeres. Era una perfecta imitación de una Barbie, una combinación de maquillajes de setenta y cinco dólares los cien gramos y bronceado artificial en las más sofisticadas máquinas de rayos ultra violeta. Esta Jonas de ojos pardos clavó la vista en Miley con su habitual y ambiguo desinterés, y encendió un cigarrillo con experta elegancia.

—¿Cómo estás, Miley? —Ese era su saludo característico. No tenía el menor interés en la respuesta de Miley, pero eso no le impidió a ésta decir la verdad.
—Preocupada —respondió rotundamente.

La reacción de Patsy era más una mueca que una sonrisa.

—¿Acaso no lo estamos todos? ¿Dónde está el misterioso heredero desaparecido? No he alterado mis planes de hoy y me he arrastrado hasta aquí sólo para holgazanear y perder el tiempo.

Estaba estirada en el sofá del salón, sus piernas perfectas, decorosamente cruzadas. No era casualidad que se hubiera estirado en un sofá de color rosa que acentuaba su traje de chaqueta beige claro. Patsy sabía cómo escoger los complementos, incluso cuando se trata ha de servir de adorno a los muebles.

—No he visto a Nick en toda la mañana —comentó Miley, omitiendo el hecho de que había procurado evitarle a toda costa desde su llegada a Vermont unos tres días antes—. ¿Hace mucho que has venido?
—Tengo la impresión de que hace horas, cariño —respondió casi bostezando con delicadeza—. Me ha traído George; siempre ha sido un hijo maravilloso. Aun así, todo esto es agotador, ¿no te parece? Anda, ve a buscar a Nick y dile que su querida tía Patsy se muere de ganas de volver a verle. Por no mencionar a su primo George. Los dos tenían la misma edad y de pequeños eran uña y carne.
—Siguen teniendo la misma edad y nunca se han soportado —señaló Miley. Patsy la ignoró, siempre dispuesta a cambiar la historia familiar como le convenía.

Las cosas habían ido de mal en peor. Patsy y Warren eran ciertamente malvados; George Clarendon, conocido en su juventud como George el Granuja, era el peor de todos. Un joven elegante, guapo, sarcástico, que parecía estar siempre observando a todo el mundo, haciendo una lista mental de sus defectos.

—Creo que Nick se ha ido con Warren otra vez. Al parecer se llevan muy bien —dijo con frialdad.
Patsy la miró fijamente.
—¡Qué sorpresa! —susurró—. Nunca me hubiera imaginado que Nick y Warren pudieran congeniar. Claro que han pasado dieciocho años. Las personas cambian.
—Sí.
—Aun así —continuó Patsy—, me parece realmente curioso. Si Warren le acepta sin reservas, entonces no creo que haya razón alguna para que yo dude que es el verdadero Nick. A fin de cuentas, Warren es mucho más observador y desconfiado que yo; me lo dice constantemente. Supongo que debo creerle cuando dice que es el auténtico Nick.

Miley no dijo absolutamente nada, ocasión que Patsy no desperdició.

—Sally cree que es él, ¿verdad?
—Totalmente.
—¿Y tú, querida?

Miley odiaba que la llamaran querida, y sospechaba que Patsy lo sabía. Logró esbozar una fría sonrisa.

—Soy desconfiada por naturaleza. Patsy se encogió de hombros.
—Supongo que yo tendré que sacar mis propias conclusiones. —Miró por la ventana. El día era gris y frío, y aún quedaban restos de la reciente nevada cubriendo el paisaje pardo y llano—. No es la mejor época del año para convocar una reunión familiar. Tessa y Grace también vienen hoy, pero al menos he convencido a Grace de que no traiga a sus repugnantes hijos. Los niños me producen urticaria.

Miley no se había dado cuenta de que las cosas podían seguir empeorando de forma drástica, pero la inminente llegada del resto de los hijos mayores de Patsy era la gota que colmaba el vaso.

—Iré a decírselo a Constanza —se ofreció, dando vueltas por el salón, deseando largarse de ahí y dar un ****azo a algo.
—No será necesario, querida —dijo Patsy con un lánguido movimiento de la mano—. Ya la he avisado. Aunque supongo que habrás estado durmiendo en la habitación que Tessa ocupa normalmente. ¿Te importaría dejarla libre? Tessa es muy especial para esas cosas, y si debe compartir habitación, preferirá que sea con Grace. ¿Lo entiendes, verdad? —Sonrió con dulzura.
—No hay problema —afirmó Miley sin inmutarse.
—Menos mal que Sally renovó la casa hace unos cuantos años, de lo contrario estarías instalada en las dependencias de los criados con Ruben y Constanza. No es que eso sea nada grave; Sally les mima muchísimo, siempre ha sido fácil sacarle el dinero. —Obsequió a Miley con una amable sonrisa.

Miley tardó algunos segundos en darse cuenta del hormigueo que sentía en los dedos. Apretaba las manos con tanta fuerza que hahía perdido toda sensibilidad en ellas. Se obligó a relajarse, a responder a su sonrisa de niña mimada con otra sonrisa. Conocía a Patsy de toda la vida, y sabía distinguir perfectamente entre lo que era pura malicia y lo que era simple consecuencia directa de sus intereses personales.

—Iré a trasladar mis cosas —anunció Miley—. ¿A qué hora vendrán Tessa y Grace?
—Oh, estarán aquí de un momento a otro —respondió Patsy con ligereza—. Busca a Nick, ¿quieres?
—Por supuesto —dijo, mintiendo más que hablando. La última persona del mundo que deseaba ver en ese momento era al falso Nick Jonas, aunque encontrarse con George el Granuja le iba la zaga.

Como era de suponer, Nick la estaba esperando en el pasillo, justo frente a su habitación.

—Tienes cara de pocos amigos —le dijo con displicencia. Estaba apoyado contra la pared, observándola con ojos entornados y expresión indescifrable. Llevaba puestos unos tejanos desteñidos que se adaptaban a su largirucho cuerpo, un jersey grueso de algodón y zapatillas de deporte.

Miley se detuvo y le miró con expresión crítica.

—No vistes como un verdadero Jonas —le espetó con brusquedad.
—Tu comentario no me ha dolido y ni mucho menos me matará se defendió él—. ¿Y cómo se viste un Jonas, si puede saberse?
—¿No te lo ha dicho tu fuente de información?

Nick chascó la lengua.

—¡Mira que llegas a ser cruel, Miley! ¿Por qué te resistes a confiar en mí?
—Averígualo tú mismo. —Le apartó de un empujón y entró en su habitación dando un portazo. El detuvo la puerta, entró también y le la cerró despacio. Estaban solos allí dentro.

Miley no le hizo caso. Abrió un cajón de golpe y sacó su ropa cuidadosamente doblada. Nick permaneció de pie observándola.

—¿Es éste el tipo de ropa que llevan los Jonas? —preguntó con curiosidad, inclinándose para coger sus pantalones caqui perfectamente planchados—. La encuentro aburrida y yuppie.
—Dudo mucho que sea yuppie —comentó Miley secamente—. Los Jonas no pueden ascender más socialmente; ya están en la cima de la pirámide social. Si quieres saber cómo vestirte, fíjate en tu primo George.
—¿Va a venir? —Nick dio un chasquido de disgusto—. ¿Sigue haciendo honor a su apodo?
—No —le respondió—. Ya está aquí, anhelando el conmovedor reencuentro. Si me disculpas, tengo que dejar libre esta habitación para sus hermanas y no dispongo de tiempo para una conversación trivial.
—¿También te echan de aquí? Siempre puedes venir a dormir conmigo.

Era lo que le faltaba por oír tras una serie de espantosos e interminables días. Sin pensárselo dos veces, Miley alargó el brazo y le dio una sonora bofetada que alteró la tranquilidad reinante en la habitación.

Nick no se inmutó, ni se movió. Su mirada azul verdosa se endureció unos instantes, pero a continuación su boca perversamente sensual dibujó una sonrisa.

—Eso ha sido un error, querida Miley —susurró.
—¿Tuyo o mío? —Le sorprendía lo que acababa de decir, pero no estaba dispuesta a exteriorizarlo. Era la primera vez en su vida que pegaba a alguien, y ahí estaba él, con una marca en la cara que enrojecía su piel blanca.
—Lleguemos a un término medio. Yo me guardo para mí mis pensamientos lascivos y tú vigilas que tus manos se estén quietecitas. —Su aspecto arrepentido resultaba cautivador, era tan similar al del auténtico Nick intentando recuperar el favor de alguien, que a Miley se le encogió el corazón.

Le tendió la mano. Tenía unas manos fuertes y bonitas, unas manos masculinas, de largos y elegantes dedos. Miley no lograba recordar cómo eran las manos de Nick.

—¿Hacemos las paces? —preguntó él con amabilidad, mintiendo.

Miley miró su mano fijamente.

—Por encima de mi cadáver.

Pensaba que se pondría furioso. Esperaba menosprecio y furia, en su lugar sonrió abiertamente con una suficiencia sagaz que seguía siendo irritablemente atractiva.

—¡Ay, Miley! —susurró Nick—. ¡Va a ser tan divertido ganar  tu confianza!

Y se fue, cerrando la puerta con suavidad al salir.

El Impostor- Capitulo 12


La figura seguía estando allí, mirando hacia el horizonte, esperando con una paciencia que parecía eterna. Y Miley no podía hacer nada salvo esperar también, temblando de frío.

El ruido de unos niños la despertó. Chillidos de regocijo, mientras una niñera bajaba sus bártulos a Lighthouse Beach para dar de comer a las gaviotas. Miley intentó moverse, pero se sentía revestida de hielo, sus huesos y sus músculos estaban congelados.

Aunque aún era muy temprano por la mañana, hacía sol. En lo alto las gaviotas revoloteaban y chirriaban de placer, y la marea estaba volviendo a bajar; llevándose consigo todo rastro del chico que en su lía fue Nick Jonas.

Hizo acopio de todas sus fuerzas para ponerse de pie. Se sentía magullada y agotada, y retrocedió hasta el sendero andando como una anciana. Los niños la miraron extrañados y su niñera alemana los puso a salvo de todo peligro.

La casa de Water Street estaba tranquila y silenciosa. No había coches de policía aparcados fuera, ni luces encendidas. Había movimiento en el piso de encima del garaje; Ruben y Constanza empezaban ya su jornada. Entró sigilosamente por la puerta de servicio en la cocina desierta, temblando de frío. Subió a su habitación por las escaleras traseras, y se desplomó en la estrecha cama, cubriéndose con las antas de los pies a la cabeza. Debería quitarse la ropa mojada, pero le quedaban fuerzas. Necesitaba entrar en calor. Se acurrucó aún más bajo el montón de mantas, y tanto tiritaba que oía el crujido de los viejos muelles debajo del colchón nuevo. Lo oyó alejarse, hasta desaparecer, y cerró los ojos.

Había estado a punto de morir. Cuando los demás se inquietaron ti descubrir que Nick había huido con todo el dinero suelto o joyas que pudo llevarse consigo, el miedo se apoderó de ellos. Alguien debió de echar un vistazo a Miley para verificar que dormía, arrebujada bajo una sorprendente cantidad de gruesas mantas, pero luego se olvidaron de ella con tanto jaleo, policía, FBI, pánico, enfado y reproche. Cuando Constanza se percató de que no se la había visto en todo el día, Miley estaba a 40 de fiebre y las convulsiones sacudían su cuerpo.

No le dijeron que Nick había desaparecido hasta que le dieron el alta hospitalaria unos cinco días después. Sally había estado todo el tiempo con ella, durmiendo en una silla junto a su cama, su rostro otrora hermoso destrozado por el dolor y la preocupación. Más tarde Miley se enteró de que había permanecido a su lado en vez de ir en busca de su consentido y extraviado hijo. Después de todo Sally la quería de verdad, y Miley, en adelante, no pronunció nunca el nombre de Nick en voz alta. Su hijo la había fallado, y a pesar del dolor y la rabia que sentía, sencillamente ignoró su existencia, dedicándose en su lugar a Miley.

Miley no recordó nada hasta al cabo de unos años, cuando se despertó de una pesadilla gritando, y la trágica noche le volvió a la memoria con toda su fuerza.

Nick Jonas había muerto, aquello lo recordaba. Alguien le había disparado y le había matado. Aparte de eso, los sueños se mezclaban con los recuerdos formando una maraña borrosa que le hacía sentir un pánico exacerbado. Había aprendido a no pensar en ello. A no cuestionarse nada.

Eventualmente los sueños pararon, y ella los desterró al olvido. Sally jamás le había preguntado si sabía algo de lo sucedido aquella noche, y con el paso del tiempo, a medida que empezó a añorar a su hijo, nunca se le ocurrió interrogarla. Por su parte, Miley nunca había querido perder la esperanza. Le resultaba más fácil olvidar aquella noche de verano de un pasado lejano, hacer ver que no había existido.

Sin embargo ya no tenía ese privilegio. No, con un extraño, un impostor, un criminal intentando ganarse la confianza de Sally y hacerse con su fortuna. No, con unas pesadillas que regresaban para arrancarla del sueño.

Tendría que haber confesado la verdad hacía tiempo, aunque hubiera destrozado a Sally; pero no lo hizo. No estaba dispuesta a desenterrar sus imprecisos recuerdos, a causarle tanto dolor a la persona que más quería en el mundo.

Difícilmente podría contar la verdad tantos años después. Se limitaría a mantener la boca cerrada y los ojos bien abiertos, y a esperar a que él se delatara a sí mismo.

Se limitaría a tener la esperanza de que los sueños no volvieran.

El Impostor- Capitulo 11


La luz de la luna creciente era intermitente, y unas nubes negras se deslizaban por el cielo, oscureciéndolo. Miley resbaló en las piedras sueltas que conducían a la playa y cayó sobre una rodilla, clavándose las conchas rotas a través de sus pantalones vaqueros. No le dio importancia. Volvió a levantarse, dejando firmemente a la vista su larga y esbelta espalda.

Se dijo una y otra vez que no le tenía miedo. A pesar de lo mucho que la había hostigado y atormentado a lo largo de los años, Nick había sido como un hermano para ella. No le preocupaba que intentara hacerla callar a la fuerza. Si ella empezaba a chillar para que alguien impidiera que se fuera, él probablemente se limitaría a encogerse de hombros y a sonreír.

Y desaparecería.

Esa noche había marea alta; el mar estaba agitado por los restos de una tormenta de las postrimerías del verano. Nick se detuvo al borde de la playa, mirando fijamente el estrecho canal de agua que llegaba hasta Chapaquidick, luego se giró y miró hacia atrás, hacia Water Street y la antigua casa.

Sin pensarlo, Miley desapareció de la vista escondiéndose de trás de un bote volcado. Allí se ocultó, tratando de contener la respiración. Es una tontería sentir miedo, se dijo furiosa. Cuando empezó a incorporarse y a seguirle, oyó unas voces.

No estaba solo, allí, a la orilla del agua. Tendría que haberse imaginado que Nick no huiría de la isla a nado. Debía de haber acordado encontrarse con alguien.

Todo lo que Miley sabía era que estaban discutiendo. Levantó la cabeza con cuidado, asomándose por encima de la barca. Ahora las nubes habían tapado la luna y las dos siluetas permanecían en la oscuridad. Medían más o menos lo mismo y sus complexiones eran similares, no sabía siquiera cuál de los dos era Nick; ni si la persona con quien discutía era hombre o mujer, joven o mayor, conocida o desconocida.

—¡Vete a la ****! —La voz de Nick inundó la noche. Le dio un empujón a la otra persona, le dio la espalda y empezó a caminar por la playa.

Ocurrió con tanta rapidez que Miley creyó haberlo soñado, se quedó contemplando la escena paralizada por el miedo mientras las espantosas imágenes se agitaban en su mente. El destello de una pisto la a la luz de la luna. El movimiento súbito y rápido de la figura oscura y anónima. El estallido de un sonido en plena noche, un sonido que podía haber sido el de un coche ahogándose, pero no lo era. El cuerpo de Nick yacía desplomado sobre la arena debido al impacto recibido. Miley podía ver, incluso a esa distancia, el oscuro charco de sangre que salía del agujero de su espalda y se extendía a su alrededor; Intentó gritar, pero el único sonido que logró emitir fue un ligero gemido.

Se dejó caer de nuevo, temblando, incapaz de aguantar la respiración, mientras una oleada de terror tras otra recorría su cuerpo. Era preciso que se moviera, que fuese a buscar ayuda, sin embargo su cuerpo estaba petrificado, rígido. El aire estaba atrapado en su pecho, oprimía, y le costó mantenerse consciente, luchar contra el atrayente vacío que quería engullirla.

No tenía la menor idea del tiempo que permaneció allí sentada, luchando por respirar, por serenarse. Cuando dejó de sollozar, cuando logró ponerse de rodillas y mirar con atención por encima de un lado de la barca, ya era demasiado tarde.

La playa estaba vacía. Las nubes se habían ido y el haz de luz que emanaba de la luna iluminaba la arena desierta.

No había ningún indicio de pisadas. La marea había subido hasta las  rocas, y quienquiera que hubiese caminado por la arena, no había rastro alguno a su paso.

La marea había limpiado la sangre. Debió arrastrar el cuerpo de Nick hasta el mar. Probablemente, debido a las fuertes corrientes que producían las tempestades, tardarían días o semanas en encontrarlo. A lo mejor nunca lo encontrarían.

Debía ir a pedir auxilio. Tal vez aún no era demasiado tarde; había perdido la noción del tiempo, pero podían haber pasado sólo algunos minutos desde que habían disparado a Nick. A lo mejor no es taba muerto, a lo mejor la bala no le había dado en el corazón. Empezó a levantarse para, a continuación, dejarse caer de nuevo presa del pánico.

Había alguien que estaba de pie al borde del camino, esperando. Mirando. La farola estaba lo suficientemente lejos para que Miley pudiera ver únicamente su silueta, pero sabía a ciencia cierta que no era Nick. Era el hombre o la mujer que le había disparado. Y estaba  esperando para comprobar que no hubiera ningún testigo.

Hacía un frío húmedo. El rocío le había empapado la camiseta, y el aire del océano que la azotaba en la piel estaba helado. Miley se acurrucó como un ovillo, envolviendo su cuerpo con los brazos en un vano intento por mantener el calor. Estaba segura de que nadie la había visto. Quien había matado a Nick se estaba limitando a ser prudente.

Ni siquiera sabía con seguridad si Nick estaba muerto. Había recibido un disparo y ella le había visto caer, había visto la sangre en la arena, pero en realidad no le había visto morir.

Miley cerró los ojos y enterró la cabeza entre sus huesudas rodillas, respirando con dificultad, buscando el calor en su aliento húmedo. Sólo tenía que esperar. En cuanto la costa estuviera despejada volvería corriendo a la casa de Water Street y despertaría a tía Sally y le diría...

¿Qué le diría? ¿Que su único hijo había muerto? ¿Que alguien le había matado y que ni siquiera sabía si ese alguien era hombre o mujer? ¿Y que Miley no había hecho nada para salvarle? Levantó la cabeza y clavó la vista en el mar encrespado, cuyas olas rompían en la tierra. Era imposible que un nadador, por fuerte que fuera, pudiera aguantar mucho tiempo en ese oleaje embravecido, y mucho menos alguien que acababa de recibir un balazo. Era demasiado tarde para pedir ayuda.