martes, 15 de enero de 2013

El Millonario- Prólogo


Clear Springs, Wyoming. Junio

¡Rrrrriiing!

El timbre sonó, anunciando el final de la jornada para los alumnos de la escuela elemental de Clear Springs, Wyoming. En cuestión de minutos, las risas, las conversaciones y las mochilas cargadas de libros comenzaron a extenderse por el enorme edificio de ladrillo. Dos banderas, una de los Estados Unidos y otra del Estado de Wyoming, ondeaban a la entrada del colegio. Los autobuses amarillos esperaban en el aparcamiento, arrojando un humo azulado por los tubos de escape.

Desde una camioneta aparcada en la acera de enfrente, un forastero observaba ansioso por la ventanilla. Tenía la mirada fija en la caravana de camionetas y coches que ocupaban el asfalto, mientras los padres esperaban para recoger a sus preciadas cargas.

—Vamos, vamos —musitó.

Seguramente podría echar un vistazo a la niña que buscaba, aquella en cuyos frágiles hombros descansaban las esperanzas de su socia.

¿Pero qué ocurriría si ya no iba a esa escuela? ¿O si su madre y ella se habían trasladado a otro lugar? Cerró los dedos con fuerza sobre el volante. Maldita fuera. Hacía un calor terrible, a pesar de que había aparcado a la sombra de un roble.

Abrió la ventanilla unos centímetros y una bocanada de aire caliente y polvoriento se filtró por la ventanilla. Un perro ladró, crispándole los nervios, pero continuó esperando. Había prometido ver personalmente a esa niña.

De pronto, salió del colegio una criatura rubia de larga melena y sonrisa radiante. Sus largas piernas y los dientes, un poco grandes para su rostro, la convertían en una de esas niñas que florecían con la edad; era una niña bonita cuyo rostro anunciaba una rara belleza. Valerie Anne Cyrus, la única hija de Miley Cyrus, madre soltera.

Disfrutó de un instante de alivio mientras observaba a Valerie y al resto de los alumnos de cuarto grado reunirse con los otros niños que subían ya en los autobuses o buscaban en el aparcamiento a sus padres.

Valerie, vestida con unos vaqueros y una camiseta, charlaba con otra niña más bajita que ella. Tenía el pelo rizado y el rostro bronceado y cubierto de pecas. Entrecerraba unos ojos redondos y azules, mientras buscaba la camioneta de su madre. Al verla, se despidió con la mano de un par de amigas y corrió hacia ella.

Trepó a la cabina y comenzó a hablar emocionada con su madre. Al fin y al cabo, aquel era el último día de colegio. Había muchas cosas que contar, y muchos planes que hacer para el verano, supuso él. Poco sabía ella que sus planes estaban a punto de cambiar, de acuerdo con las previsiones de su socia.

Miley escuchaba a su hija mientras seguía a los coches y camionetas que abandonaban el aparcamiento.

Cuando pasaron delante de la furgoneta, el forastero volvió la cabeza para que no pudieran reconocerlo. Estaba arriesgándose mucho al acercarse al colegio a plena luz del día. Siempre había alguna posibilidad de que alguien se fijara en un hombre que no pertenecía a la pequeña comunidad que vivía en la base de las montañas Tetón. Pero era necesario correr aquel riesgo para que funcionara la primera parte del plan.

Y, pasara lo que pasara, aquel plan iba a funcionar. Muchas vidas dependían de ello. Vidas importantes, además. Las vidas de la familia Jonas.

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