miércoles, 23 de enero de 2013

El Millonario- Capitulo 3


—Parece que le gustan las damas —comentó Miley.
—Un error.
Miley fulminó a Nick con la mirada.
—¿Lo dices por experiencia? 
Nick apretó ligeramente la barbilla.
—Mira, Miley. Sé que...
—Olvídalo —lo interrumpió rápidamente—. Esas historias pertenecen al pasado. No hablemos de eso ahora.
Pero iba a tener que hacerlo y lo sabía. No podía ignorar el pesado. Y, estando Nick en Wyoming, estaba más que obligada a decirle la verdad. Su conciencia era más dolorosa que una tortícolis. Sí, sabía que no le quedaba más remedio que confiar en él. Pero todavía no.
—De momento, ocupémonos del caballo —abandonó la cerca para meterse de nuevo en el corral y Nick la siguió.
Miley se acercó a Joker hablándole con dulzura, pero él reaccionó como lo hacía siempre: corriendo hacia el otro extremo del corral. Miley, al borde de un ataque de nervios, se acercó de nuevo al caballo y, para su sorpresa, cuando arrojó las riendas sobre él, Joker se rindió y permitió que lo llevara de vuelta a los establos.
Para su consternación, Nick no se separó en ningún momento de su lado. Como si estuviera fascinado por el control que ejercía sobre el  animal, la siguió a los establos y observó atentamente aquel viejo edificio que, gracias a su abuela, en aquel momento era suyo.
—¿Vives en la casa de tus padres? —le preguntó a Miley, sin dejar de mirar con curiosidad a su alrededor.
El sol se filtraba por las ventanas del establo y las motas de polvo danzaban sobre sus rayos.
—Sí.
—¿Sola?
—Con mi hija —respondió Miley, mientras cerraba la puerta del pesebre de Joker.
—No sabía que estuvieras casada.
—No lo estoy.
—Oh.
Probablemente creía que estaba divorciada y, al menos de momento, Miley decidió que era preferible dejar que Nick pensara lo que quisiera. Podía llegar a cualquier conclusión que su fértil imaginación conjurara.
Miley estaba acostumbrada a las especulaciones. Ser madre soltera en un pueblo pequeño siempre servía para alimentar toda clase de rumores. Durante años, la gente había hecho todo tipo de suposiciones sobre ella. Suposiciones que Miley jamás se había molestado en corregir.
—Mi madre se fue a vivir al pueblo cuando mi padre murió, pero Valerie y yo...
—¿Valerie es tu hija?
Miley asintió, temiendo estar delatándose.
—Nosotras preferimos quedarnos aquí. Yo crecí en el campo y pensé que también ella debería hacerlo.
—¿Y su padre qué piensa?
Un rugido, similar al del viento atravesando las montañas en medio de la tormenta, atronó su cerebro, provocándole un intenso dolor de cabeza.
—El padre de Valerie... —repitió—. Digamos que él... está fuera de escena —llamándose a sí misma cobarde, agarró un cepillo para cepillar a Joker.
—Debe ser muy duro.
«Si tú supieras», pensó Miley, pero se limitó a contestar:
—Nos las arreglamos perfectamente —y continuó trabajando, sintiendo cómo un sudor frío empapaba su espalda.
Tenía que decírselo. Tenía que decírselo cuanto antes. No volvería a tener nunca una oportunidad como aquella. Por al amor de Dios, Nick tenía a derecho a saber que tenía una hija, a saber que era el padre de Valerie.
—No pretendía insinuar...
—No te preocupes por eso —lo interrumpió y se colocó al otro lado de Joker, levantando una nube de polvo de los cuartos traseros del animal.
Trabajaba con fervor, con la mente corriéndole a toda velocidad y la boca tan seca como el mismísimo desierto.
—Si no tienes cuidado, vas a quitarle las manchas blancas.
Miley fue entonces consciente de la fuerza con la que lo estaba cepillando. Incluso Joker, que jamás se distraía cuando estaba comiendo, había vuelto el cuello para mirarla.
—Lo siento —musitó Miley, y se guardó el cepillo en el bolsillo.
Nick la estaba poniendo nerviosa y el tema de la falta de padre de Valerie siempre era delicado. Aquel día, en medio de la oscuridad y el calor del establo, al lado del hombre que la había dejado embarazada y después la había abandonado, Miley se sentía atrapada. Se volvió hacia la puerta del pesebre e intentó ignorar la forma en la que Nick estaba sentado; como si tuviera diez años menos, se había colocado sobre el último tablón de la puerta, clavando sobre Miley una mirada penetrante y llena de oscuras promesas. Pero aquello era una locura, se dijo Miley. Aquellos sentimientos habían desaparecido, se habían secado como lo habría hecho el arroyo Stiller si hubiera padecido una sequía de diez años.
—Miley —Nick se inclinó hacia delante y la agarró del brazo.
Miley reaccionó como si la hubiera quemado. Apartó el brazo, corrió hacia la puerta del establo y la empujó. Un rayo de sol penetró en el oscuro interior, seguido de una ráfaga de aire seco y caliente. Miley continuó corriendo, oyendo tras ella el sonido de los pasos de Nick. Sus botas nuevas crujían sobre la grava del aparcamiento, pero no se volvió. No quería arriesgarse a mirarlo a los ojos. No quería arriesgarse a que adivinara lo que estaba sintiendo, las emociones que nacían en su interior con solo mirarlo. Maldita fuera, ¿qué demonios le pasaba?
—He estado haciendo el trabajo que antes hacía mi padre desde que se fue Red Spencer... Él vino aquí siete años antes de que mi padre se retirara y, cuando mi padre ya no fue capaz de seguir trabajando, se ocupó de todo... pero se marchó hace un par de meses. Se fue a Gold Spur, creo que para estar más cerca de su hijo y su nuera. Kate me pidió que cuidara el rancho y yo acepté hacerlo, pero ahora que has vuelto, ya no vas a necesitarme...
—¡Miley! —en aquella ocasión, consiguió agarrarla de la muñeca con fuerza y la hizo girar a tal velocidad que Miley apenas podía respirar—. Estás divagando, y, por lo que yo recuerdo, eso no es algo muy propio de ti.
—Tú ya no me conoces —replicó, espoleada por un enfado de diez años de antigüedad que acababa de resucitar con todas sus fuerzas—. No sabes absolutamente nada de mí porque así decidiste que fueran las cosas.
—Por el amor de...
Miley apartó la mano con furia.
—Todas las cuentas están en el estudio —señaló hacia la casa y continuó caminando hacia su camioneta—. Creo que tienes que cambiarle el embrague al tractor, hay un comprador de San Antonio interesado en la mayor parte de tu ganado. Tengo además una lista de gente que quiere a Joker como semental. La cosecha de heno de este año ha sido muy prematura y...
—Y tú huyes porque estás asustada.
—¿Qué? —giró para enfrentarse a él, con los brazos en jarras y la furia corriendo por sus venas.
—He dicho que...
—Ya he oído lo que has dicho, pero la verdad es que no me lo podía creer. ¡Por que tú... —dijo, entrecerrando los ojos con furia mientras lo señalaba con un dedo—, eres la última persona con derecho a acusar a nadie de huir!
Alzó los brazos y miró hacia el cielo.
—Eres increíble, Nick. Increíble —giró sobre los talones, se montó en la camioneta y arrancó violentamente, dejando a Nick, a sus relucientes vaqueros y a su camisa de diseño cubiertos de polvo.

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