miércoles, 20 de febrero de 2013

El Millonario- Capitulo 7


Madre e hija subieron por la escalera de madera que conducía al dormitorio de Valerie, a la misma habitación en la que Miley había pasado sus años de infancia.

Abrió la ventana. Una ligera brisa meció las cortinas, llevando con ella la fragancia del heno y de las rosas del jardín. Los grillos cantaban y su dulce coro solo era interrumpido por los ocasionales gemidos de algún ternero perdido o por los tristes aullidos de los coyotes.

Valerie se dejó caer en la cama e intentó disimular un bostezo.

—Te quiero, mamá —musitó contra la almohada. En aquel momento se parecía tanto a Nick que a Miley le dolió el corazón.
—Yo también —la besó y se levantó, pero antes de que hubiera abandonado la habitación, Valerie le pidió:
—Deja la luz encendida.
—¿Por qué?
—No sé.
—Claro que lo sabes, duermes a oscuras desde que tenías dos años, ¿te ocurre algo? ¿Hay algo que te preocupe, además de las llamadas de Jenny Peterkin?

Valerie se mordió el labio, señal inequívoca de que algo la inquietaba. Miley volvió a sentarse en la cama.
—Vamos, cariño, dime lo que te pasa.
—No lo sé —admitió Valerie, a punto de hacer un pueblero—. Solo es una sensación. 

A Miley se le secó la garganta.

—¿Una sensación? ¿De qué tipo?
—Como... como de que alguien me está observando.
—¿Alguien? ¿Quién?
—¡No lo sé! —respondió Valerie, tapándose con la sábana hasta el cuello, como si de pronto hubiera bajado la temperatura en la habitación.
—¿Has visto a alguien? —oh, Dios, ¿habría alguien acechando a su hija?
—No he visto a nadie, pero... no sé, es como, como cuando sientes que alguien te está mirando fijamente. A veces Zach Bellows me mira de una manera extraña, y aunque está sentado detrás de mí y no puedo verlo, sé que me está mirando. Me da mucho miedo.
—Claro que sí —a Miley le latía el corazón de forma salvaje—. Pero si no has visto a nadie... ¿cuándo has tenido esa sensación?
—Un par de veces en el colegio y otras cuando estaba en una tienda.
—¿Y había alguien contigo cuando ha ocurrido? ¿Estabas con alguna amiga o con alguna profesora que pueda haberse dado cuenta de quién te estaba mirando? —preguntó Miley, intentando no dejarse llevar por el pánico.

Valerie negó con la cabeza.

—Entonces, ¿por qué estás asustada esta noche? 
Valerie se mordió el labio.
—Es solo que... todo es muy raro.
—Bueno, pues ya está — Miley esbozó una sonrisa, aunque por dentro estaba destrozada—.Vas a dormir conmigo. Y no te preocupes por si alguien está o no vigilándote. Tenemos el mejor perro guardián del mundo y…
—¿Fang? —Valerie soltó una carcajada y la preocupación desapareció de sus ojos.
—Sí, y por la noche siempre cierro las puertas y las ventanas con cerrojo. Además, seguro que todo es cosa de tu imaginación. Vamos.

Llevando la sábana con ella, Valerie corrió hacia el dormitorio de su madre, saltó a la cama y se acurrucó bajo las sábanas.

—¿Podemos ver la televisión?
—Creía que estabas cansada.
—Por favor...

Preguntándose si estaría siendo engatusada por la más joven actriz del planeta, Miley le dio permiso para ver la televisión. Comprobó que las puertas estaban bien cerradas, se aseguró de que Fang estaba en su lugar favorito, al pie de las escaleras, y dirigió una última mirada hacia el rancho de los Jonas. La noche, iluminada por la luna creciente, era serena, en absoluto siniestra. Él único problema que le deparaba el futuro inmediato era Nicholas Jonas. Miley subió las escaleras, atenta como siempre al crujido del tercer escalón, pero consciente de que su vida ya nunca volvería a ser la misma.

Nick sacudió las moscas con la carpeta mientras caminaba por el establo, observando los toneles de grano, las herramientas, los productos veterinarios y las balas de heno. Aunque todavía no eran las nueve de la mañana, ya había estado en el establo, en los tres cobertizos y en el taller. Pretendía comparar las notas y las cifras que había encontrado en los libros de contabilidad del estudio para a continuación pasarlas al ordenador que había encargado por teléfono. Un portátil con módem e impresora. El rancho Jonas por fin iba a abandonar el pasado.

En los establos comenzaba a hacer calor. El olor penetrante de los caballos y el cuero conformaban la esencia que Nick siempre había asociado con aquel lugar.

Oyó relinchar a Joker en el corral y deseó que Joe se lo llevara cuanto antes. Porque él siempre lo asociaría a su reencuentro con Miley.

Aquel inoportuno pensamiento se apoderó de su cerebro. Sacó las gafas de sol del bolsillo de la camisa y se las puso para salir al exterior.

El caballo volvió a relinchar.

—Tranquilo, tranquilo —lo consoló una voz infantil.

Nick se paró en seco. Haciendo equilibrios sobre la cerca, había una niña de entre ocho y doce años. Un mechón de pelo rubio escapaba de la cola de caballo en la que llevaba recogido el pelo. El polvo y el barro salpicaban su atuendo, una sencilla camiseta amarilla y unos vaqueros cortados. No podía verle la cara, porque estaba de espaldas a él, concentrada en el caballo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le preguntó Nick. La niña se sobresaltó de tal manera que estuvo a punto de caerse.
—¿Quién eres tú? —preguntó Valerie, con sus ojos azules brillando de indignación.

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