viernes, 5 de abril de 2013

El Impostor- Capitulo 14


La pequeña de los hermanos Jonas, Patsy, era pan comido, pensó Nick con aires de suficiencia mientras la contemplaba desde el otro extremo de la mesa. A Patsy le daba igual si él era o no era el único Nick, siempre y cuando no la desviara de sus objetivos. Estaba timando algo; Nick había visto bastante mundo como para apreciar hasta los síntomas más sutiles, pero Patsy, ayudada por un siempre exquisito Gabernet, estaba ahora bastante entonada.

Sus tres hijos eran harina de otro costal. George el Granuja le miraba como si fuera un terrorista brutal que pretendiera hacerles volar todos por los aires.

Tessa sacudía su melena de color castaño a la que menor oportunidad, al tiempo que le observaba con ojos espléndidos y ardientes, y hacía todo lo posible por recordarle: a) que era una modelo famosa cotizada y muy solicitada, y b) que no se tragaba el anzuelo.

Cuando Nick se fue, Grace, la menor de los primos, debía tener unos seis años, por lo que difícilmente podía acordarse de ella. Parecía darles cien vueltas a sus hermanos, que siempre estaban mirándose el ombligo. Incluso se atrevería a afirmar que era una joven agradable, y aunque le hablaba con educación, lo cierto es que apenas si le dirigía la palabra. Miley estuvo todo el rato hablando con Grace en una es quina mientras el resto de sus primos centraba su atención en Nick, ignorándola por completo.

Sally también la ignoró. No tenía fuerzas para sentarse a la mesa, pero congregó a todos junto a su habitación, ya que Ruben, para que pudiera participar en la cena, había trasladado su cama hasta las puertas de grandes ventanales que, abiertas, daban al comedor. Nick sentía los ojos de Sally clavados en él y se preguntaba en qué estaría pensando; se preguntaba si en lo más hondo de su corazón creía realmente que era Nick Jonas.

No tenía importancia. No protestaría, ni pediría la prueba de ADN ni ninguna otra prueba, ni nada parecido, de eso estaba completamente seguro. Sally se había convencido de que él era su hijo y nada la haría cambiar de opinión.

—¿Miley? —Hablaba en voz baja, debilitada por el dolor, sin embargo ésta llegó hasta el otro lado de la mesa, donde Miley y Grace estaban sentadas.

De inmediato, se produjo un respetuoso silencio en el comedor. Miley se levantó, y como ya era habitual Nick admiró su elegancia, a pesar de haberse presentado a la cena con un vestido de cóctel gris muy soso. A su lado Tessa llamaba la atención y parecía pomposa; nadie con buen gusto hubiera mirado dos veces a la famosa belleza.

Pero a Miley no le interesaban la ropa, ni los adornos ni la opinión de Nick, pensó éste con ironía, mirándola con los ojos entorna dos. La había estado mirando toda la noche, ahora que ella ya no podía evitarle con tanta diligencia.

—¿Estás cansada, tía Sally? —le preguntó, solícita—. Le diré a Ruben que te vuelva a llevar a la cama...
—¡No me mimes tanto, pequeña! —La ligera sonrisa de Sally le quitó hierro a la reprimenda—. Estoy bien. Soy perfectamente capaz de saber cuándo estoy o no estoy cansada. Quisiera que hicieras algo por mí, cariño, si no es pedir demasiado.

La expresión de Nick era imperturbable. Sospechaba que Miley se hubiera cortado las venas por Sally, aunque evidentemente preferían mantener un tono cordial. No lograba comprender qué había hecho Sally para merecer tamaña devoción, pero saltaba a la vista que Miley era demasiado leal.

—Lo que tú quieras —se apresuró a decir Miley.
—Nick y yo hemos estado hablando —explicó Sally, y los ojos de Miley se entornaron, aunque se abstuvo de mirarle—. Tiene curiosidad por saber dónde está su retrato. ¿Recuerdas cuál te digo, aquel que le hicieron cuando tenía doce años?
—Te deshiciste de él —respondió rotundamente.
—No seas ridícula, Miley —protestó Warren—. Era un retrato le Wicklander, y esos retratos valen su peso en oro. Sally jamás lo hubiera tirado a la basura.
—No me refería a eso. Me refería a que estaba tan indignada que no podía ni mirarlo —dijo Miley, esta vez lanzando una mirada furiosa a Nick. No era una actitud especialmente racional. Debería estar enfadada con el auténtico Nick Jonas por haber huido, no un el hombre que sabía era un impostor.
—¿Dónde está, Miley? ¿Está guardado? —preguntó George, mando más pomposo, si cabe, que su tío mayor. George había nacido con un alma vieja y amargada, y ponía reparos a todo, hecho que mostraba con su impresionante atractivo físico. De pequeño había sido un soplón y un chismoso; de adulto simplemente juzgaba a todo e1 mundo.
—Está en la casa de Edgartown —respondió reacia.
—Es lo que me suponía. Lo quiero recuperar —manifestó Sally.
—Me encargaré de que lo manden aquí...
—¡No! No quiero esperar, y además, como bien ha señalado Warren, es un Wicklander. Es demasiado valioso para confiárselo a cualquier empresa de transportes y no quiero extraños fisgando en mi casa. La casa de Vineyard es una joya familiar; no deberíamos poner peligro.

¿Sabía Miley lo que sucedería a continuación?, se preguntó Nick con indiferencia. Parecía prudente pero confiada.

—¿Qué quieres que haga al respecto, tía Sally?

Sally le obsequió con la misma sonrisa que durante sus setenta y ocho años de vida había cautivado a hombres, mujeres y niños.

—Sabía que podía contar contigo, cariño. Quiero que vayas allí y lo cojas.
—Cómo no —concedió Miley efusivamente.
—Nick prefiere usar su coche, a pesar de haberle dicho que sería mejor ir en el Rover...
—¿Nick¿?—Su voz era un grito de horror ahogado. Nick cayó en la tentación de sonreírle beatíficamente.
—Le dije a mi madre que quería volver a ver la casa de Edgartown y que estaría encantado de llevarte. Así no tendrás que hacer todo el trayecto tú sola.
—Me gusta viajar sola —replicó Miley tajantemente.
—Además el retrato es bastante grande. Necesitarás ayuda para cargarlo.
—No necesito ayuda para nada. —La dureza de sus palabras causó un silencio momentáneo en la habitación, y Sally la miró sorprendida y dolida.
—¡Miley! —contestó Sally asombrada—. Harás que Nick se sienta incómodo.
—No es ésa mi intención —aclaró Miley, pero Nick supo sin duda alguna que mentía—. Es sólo que creo que serías más feliz si él te hiciera compañía. A fin de cuentas, tienes que recuperar los años perdidos...
—No estaréis fuera tanto tiempo, Miley —dijo Sally pacientemente para hacerla sentir culpable—. Serán una o dos noches como mucho. Verás, no pienso morirme en los próximos días. ¡Significaría tanto para mí! —No le costaba mucho trabajo engatusarla. Sabía que la tenía en el bote.

Como Nick esperaba, Miley cedió. Era evidente que se guardaba las fuerzas para luego.

—Por supuesto que iré —declaró Miley con aparente tranquilidad—. Y si Nick quiere conducir, estoy segura de que eso facilitará las cosas. Aunque no creo que sea necesario que durmamos allí. Si salimos de aquí por la mañana temprano, podremos coger el ferry de Woods Hole a mediodía, y estar de vuelta esa misma noche.
—No es necesaria tanta prisa. Has renunciado a tantas cosas para cuidar de mí, has estado a mi entera disposición durante los últimos ocho meses. Te irá bien distraerte un poco con un joven apuesto.

La cara de Nick se mantuvo seria y serena, pero de todas formas Miley le miró furiosa. Antes de que pudiera articular palabra, Tessa intervino.

—Tía Sally, a Miley nunca le han interesado especialmente los jóvenes apuestos —dijo con despreocupación—. Le gustan los estirados e intelectuales. Si quieres, yo estaré encantada de ir en coche con mi querido primo Nick. Así tendríamos oportunidad de recordar viejos tiempos.

Eso no era lo que Nick quería. Tessa era una actriz secundaria en este drama concreto. No le podía importar menos si ella pensaba que no era el verdadero Nick Jonas. Lo de Miley era harina de otro costal, y no quería perder ni un minuto. Viendo la cara pálida y demacrada de Sally, sabía que no quedaba mucho margen de tiempo.

—¡Esa sí que es una buena opción! —Miley parecía realmente eufórica ante la idea de zafarse del viaje—. Yo puedo quedarme aquí y ocuparme de que todo vaya como una seda y Tessa...
—No —la interrumpió Saily. Su rotundo tono de voz no daba pie a discusiones—. Puede que me esté muriendo, pero sigo al mando de esta casa. No es necesario que te ocupes de nada, Miley. Constanza es perfectamente capaz de encargarse de lo que haga falta y, además, mis hermanos estarán conmigo. Te has pasado el invierno entero a mi lado encerrada aquí, y te irá bien salir un poco al mundo real.
—Pero es que no me apetece ir. —Estaba actuando como una niña testaruda—. Preferiría quedarme contigo.

Sally cerró los ojos, de pronto parecía muy cansada.

—No me lleves la contraria, Miley —dijo Sally con cansancio—. Casi no tengo fuerzas.

Jaque mate, pensó Nick, mientras la culpabilidad hacía sonrojar a Miley.

—¿Cuando quieres que vayamos? —preguntó.

La sonrisa de Sally era deslumbrantemente alegre, pero la astuta anciana no bajó la guardia.

—Ésa es mi Miley —murmuró con debilidad. Y Miley logró esbozar una sonrisa a cambio.

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