viernes, 5 de abril de 2013

El Impostor- Capitulo 11


La luz de la luna creciente era intermitente, y unas nubes negras se deslizaban por el cielo, oscureciéndolo. Miley resbaló en las piedras sueltas que conducían a la playa y cayó sobre una rodilla, clavándose las conchas rotas a través de sus pantalones vaqueros. No le dio importancia. Volvió a levantarse, dejando firmemente a la vista su larga y esbelta espalda.

Se dijo una y otra vez que no le tenía miedo. A pesar de lo mucho que la había hostigado y atormentado a lo largo de los años, Nick había sido como un hermano para ella. No le preocupaba que intentara hacerla callar a la fuerza. Si ella empezaba a chillar para que alguien impidiera que se fuera, él probablemente se limitaría a encogerse de hombros y a sonreír.

Y desaparecería.

Esa noche había marea alta; el mar estaba agitado por los restos de una tormenta de las postrimerías del verano. Nick se detuvo al borde de la playa, mirando fijamente el estrecho canal de agua que llegaba hasta Chapaquidick, luego se giró y miró hacia atrás, hacia Water Street y la antigua casa.

Sin pensarlo, Miley desapareció de la vista escondiéndose de trás de un bote volcado. Allí se ocultó, tratando de contener la respiración. Es una tontería sentir miedo, se dijo furiosa. Cuando empezó a incorporarse y a seguirle, oyó unas voces.

No estaba solo, allí, a la orilla del agua. Tendría que haberse imaginado que Nick no huiría de la isla a nado. Debía de haber acordado encontrarse con alguien.

Todo lo que Miley sabía era que estaban discutiendo. Levantó la cabeza con cuidado, asomándose por encima de la barca. Ahora las nubes habían tapado la luna y las dos siluetas permanecían en la oscuridad. Medían más o menos lo mismo y sus complexiones eran similares, no sabía siquiera cuál de los dos era Nick; ni si la persona con quien discutía era hombre o mujer, joven o mayor, conocida o desconocida.

—¡Vete a la ****! —La voz de Nick inundó la noche. Le dio un empujón a la otra persona, le dio la espalda y empezó a caminar por la playa.

Ocurrió con tanta rapidez que Miley creyó haberlo soñado, se quedó contemplando la escena paralizada por el miedo mientras las espantosas imágenes se agitaban en su mente. El destello de una pisto la a la luz de la luna. El movimiento súbito y rápido de la figura oscura y anónima. El estallido de un sonido en plena noche, un sonido que podía haber sido el de un coche ahogándose, pero no lo era. El cuerpo de Nick yacía desplomado sobre la arena debido al impacto recibido. Miley podía ver, incluso a esa distancia, el oscuro charco de sangre que salía del agujero de su espalda y se extendía a su alrededor; Intentó gritar, pero el único sonido que logró emitir fue un ligero gemido.

Se dejó caer de nuevo, temblando, incapaz de aguantar la respiración, mientras una oleada de terror tras otra recorría su cuerpo. Era preciso que se moviera, que fuese a buscar ayuda, sin embargo su cuerpo estaba petrificado, rígido. El aire estaba atrapado en su pecho, oprimía, y le costó mantenerse consciente, luchar contra el atrayente vacío que quería engullirla.

No tenía la menor idea del tiempo que permaneció allí sentada, luchando por respirar, por serenarse. Cuando dejó de sollozar, cuando logró ponerse de rodillas y mirar con atención por encima de un lado de la barca, ya era demasiado tarde.

La playa estaba vacía. Las nubes se habían ido y el haz de luz que emanaba de la luna iluminaba la arena desierta.

No había ningún indicio de pisadas. La marea había subido hasta las  rocas, y quienquiera que hubiese caminado por la arena, no había rastro alguno a su paso.

La marea había limpiado la sangre. Debió arrastrar el cuerpo de Nick hasta el mar. Probablemente, debido a las fuertes corrientes que producían las tempestades, tardarían días o semanas en encontrarlo. A lo mejor nunca lo encontrarían.

Debía ir a pedir auxilio. Tal vez aún no era demasiado tarde; había perdido la noción del tiempo, pero podían haber pasado sólo algunos minutos desde que habían disparado a Nick. A lo mejor no es taba muerto, a lo mejor la bala no le había dado en el corazón. Empezó a levantarse para, a continuación, dejarse caer de nuevo presa del pánico.

Había alguien que estaba de pie al borde del camino, esperando. Mirando. La farola estaba lo suficientemente lejos para que Miley pudiera ver únicamente su silueta, pero sabía a ciencia cierta que no era Nick. Era el hombre o la mujer que le había disparado. Y estaba  esperando para comprobar que no hubiera ningún testigo.

Hacía un frío húmedo. El rocío le había empapado la camiseta, y el aire del océano que la azotaba en la piel estaba helado. Miley se acurrucó como un ovillo, envolviendo su cuerpo con los brazos en un vano intento por mantener el calor. Estaba segura de que nadie la había visto. Quien había matado a Nick se estaba limitando a ser prudente.

Ni siquiera sabía con seguridad si Nick estaba muerto. Había recibido un disparo y ella le había visto caer, había visto la sangre en la arena, pero en realidad no le había visto morir.

Miley cerró los ojos y enterró la cabeza entre sus huesudas rodillas, respirando con dificultad, buscando el calor en su aliento húmedo. Sólo tenía que esperar. En cuanto la costa estuviera despejada volvería corriendo a la casa de Water Street y despertaría a tía Sally y le diría...

¿Qué le diría? ¿Que su único hijo había muerto? ¿Que alguien le había matado y que ni siquiera sabía si ese alguien era hombre o mujer? ¿Y que Miley no había hecho nada para salvarle? Levantó la cabeza y clavó la vista en el mar encrespado, cuyas olas rompían en la tierra. Era imposible que un nadador, por fuerte que fuera, pudiera aguantar mucho tiempo en ese oleaje embravecido, y mucho menos alguien que acababa de recibir un balazo. Era demasiado tarde para pedir ayuda.

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