miércoles, 19 de junio de 2013

El Impostor- Capitulo 23

Nick la observaba. Miley dormía como un bebé, acurrucada medio de lado en el asiento delantero y con la mano debajo de la cara. Probablemente se chupaba el dedo de pequeña. Rastreó su memoria, pero no disponía de tal información. Miley siempre había sido más madura de lo que le correspondía, una adulta en miniatura pendiente de su familia adoptiva. Entró en la familia a la edad de dos años, y desde el primer instante supo que estaba viviendo un tiempo prestado. De niña era melancólica y de maneras correctas, de adulta era igual, con todos salvo con él. Siendo adolescente, Nick Jonas conseguía siempre ponerla nerviosa. El hombre que se sentaba junto a ella en el coche tenía al parecer esa misma y cruel habilidad. Necesitaba que la hicieran rabiar más a menudo, y desde luego él sabía cómo hacerlo. Pero no en este momento. Estaba exhausta; bajo los ojos, dos sutiles manchas moradas surcaban su piel, y ni siquiera se enteró cuando el ferry atracó y él puso el coche en marcha. Nick pensó que tal vez estaría fingiendo, eliminando así la necesidad de entablar conversación. Claro que, por lo que a él se refería, Miley no estaba cuidando mucho sus modales. Sospechaba que él era la primera persona con la que se había mostrado aparentemente grosera, cosa que debía resultarle absolutamente liberadora. Miley se movió bajo el apretado cinturón y murmuró algo. Nick no acabó de entender sus palabras, pero dedujo que no era importante. Por extraño que parezca, le alegraba dejarla dormir mientras conducía en dirección norte en medio de un tráfico cada vez menos denso. El hecho de que durmiera tan profundamente era un indicio de que se sentía bastante confiada. Ella no lo reconocería nunca, pero él sabía que era así y le conmovía. ¿Le quería? Muy posiblemente, a pesar de su manifiesta y apabullante antipatía. No sabía si se estaba haciendo ilusiones al respecto, o si realmente la noche anterior, en el tejado del porche, había saborea do el principio de una respuesta. ¿La quería él? Sin lugar a dudas. Y tenía la firme intención de tomárselo con calma, de pasar muchas horas, largas e interminables, en la cama con ella, sin fantasmas, sin miembros de la familia respirándoles en el cogote, vigilándoles como parecían estar haciendo siempre. Lo más sensato sería esperar hasta que todo esto hubiera terminado, hasta que Sally muriera y las aguas volvieran a su cauce. Entonces ya nada se interpondría entre ellos, ni las mentiras, ni las farsas ni la familia. El problema era que no estaba seguro de tener la paciencia de esperar. Cuando ya sólo faltaba media hora para llegar a casa, Miley se despertó, aunque procuró disimularlo para no tener que hablar con él. Si la generosidad hubiese sido una de sus virtudes, habría respetado su renuencia, pero no lo era. —¿Has dormido bien? —inquirió. Ella no se movió, obviamente tratando de decidir si podía seguir fingiendo o no. Estuvo acertada al darse cuenta de que era una causa perdida, y abrió los ojos, aún ligeramente aturdidos por el sueño. —Bastante bien —respondió—. No he soñado contigo. —Eso ha sonado como si hubieras soñado conmigo en otras ocasiones. ¿Lo has hecho? ¿Era un sueño erótico? —No exactamente —contestó con un estremecimiento que disminuía su atractivo. Nick sonrió. —¿Soñabas conmigo cuando eras adolescente? —Esperaba que Miley reaccionara con su habitual hostilidad, pero estaba demasiado cansada. —Cuando se fue Nick, solía tener pesadillas con él —dijo lentamente—. Las tuve durante años, hasta que finalmente decidí buscar una solución. —¿Y qué hiciste? ¿Le exorcizaste? —Usó la palabra «le» intencionadamente —Acudí a una terapeuta de la universidad, que me ayudó a distinguir los recuerdos de la fantasía. —¿Y qué recordaste? ¿Qué era lo que te obsesionaba? —Su tono de voz era mordaz, pero pensó que todavía estaría dormida para notarlo. Miley se giró y le miró con ojos completamente despejados y tranquilos. —Soñé que moría. Soñé que veía a alguien disparando a Nick Jonas y tirando su cuerpo al mar. Había logrado sorprender a Nick. —¡Menudo sueño! —exclamó al cabo de unos instantes—. ¿Y no hiciste nada para impedirlo? Debes haberle odiado. No me extraña que no soportes mi presencia. ¿O es que te sientes culpable? —No habría podido salvarle. —Tampoco lo intentaste. —Tampoco murió, ¿no? —Contraatacó con ironía—. Al fin y al cabo, estás aquí, estás vivo y asquerosamente bien. —Pero tú viste cómo me moría. ¿Viste quién me disparó? —Miley guardó silencio, y lo más inteligente hubiera sido dejarla en paz, esperar a que estuviera preparada para hablar, pero no se sentía especialmente listo o paciente—. ¿Lo viste? —No. —El cinturón la molestaba, sus elegantes manos se movían con nerviosismo—. Sigo sin tener claro del todo qué eran recuerdos y qué pesadillas. —Creía que me habías dicho que la terapeuta te enseñó a distinguirlos. —Me ayudó a exteriorizarlos. Solucionarlo era imposible, así que sólo me quedaba desterrarlo de mi vida. —Y mi regreso ha reavivado todo. Comprendo que me odies.

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