miércoles, 19 de junio de 2013

El Impostor- Capitulo 27

Se paró en seco, de espaldas a él, y una terrible sospecha acudió a su mente. Se giró, y sin mediar palabra indignada, fue hasta la jeringuilla usada. Estaba en un envoltorio médico, y pese a la poca luz que había pudo leer la etiqueta. Era epinefrina, recetada para frenar reacciones alérgicas graves; como una reacción fulminante a las gambas. Se sintió como si le acabaran de dar una patada en el estómago, todas sus ramificaciones se alteraron. Se estremeció, su cuerpo entero tembló, y no se dio cuenta siquiera de que Nick se había levantado del sofá y estaba detrás de ella. La rodeó con los brazos, apretándola contra la helada humedad de su piel, y Miley notó los rápidos latidos de su corazón provocados por el fármaco que había ingerido para esquivar la muerte. —No te agobies, Miley —le susurró al oído—. Me dio tiempo de llegar a la habitación y nadie notó nada. No eres la primera persona que intenta matarme, y probablemente no serás la última. Al menos tu intención no era ésa. —Es imposible —comentó Miley sin apenas voz—. No puedes ser tú. —En esta vida cualquier cosa es posible. Lo sabrías si no hubieras vivido tanto tiempo metida en la burbuja de los Jonas. El hecho de que vieras a alguien disparándome hace años no significa que tenga que estar muerto. Miley no pudo armarse de suficiente valor para mirarle. Quería alejarse de él, de los acusatorios latidos de su acelerado corazón, pero no podía. Hasta entonces no se había dado cuenta de lo grande que era Nick, que la estrechaba, la envolvía y la dominaba con su imponente cuerpo. —No sirve como prueba —dijo ella débilmente, con la esperanza de que él la soltara. No lo hizo. —No, no sirve como prueba. Hay mucha gente alérgica a las gambas; mucha gente que tiene los ojos azules y se parece a mí; un sin fín de gente que tiene una cicatriz en la cadera. Lo había olvidado. Era así de simple, así de obvio. Una carga más en su conciencia, tan fuerte que la había borrado de su memoria. Miley tenía nueve años y él, que tenía catorce, le estaba estirando de sus largas y rubias trenzas, la estaba pellizcando, molestando y haciendo cosquillas, hasta que ella se giró y le dio un tortazo. Por desgracia, estaban al borde del acantilado que daba a South Beach y Nick, que llevaba unas bermudas vaqueras, perdió el equilibrio y se cayó por la larga y rocosa cuesta. Casi todo lo que se hizo fueron rasguños y magulladuras, a excepción del tremendo corte que cruzaba de un lado a otro el hueso izquierdo de su cadera, por el que recibió doce puntos y asistió al ataque de histeria de Miley, la cual, pese a saber lo mucho que él estaba disfrutando viéndola preocupada y llena de remordimientos, no dejó de sentirse como una asesina. Como una asesina se sentía también ahora. —¿Una cicatriz? —repitió como si la cosa no fuera con ella. —De aquella vez que me tiraste por el acantilado. Un dato más. Nick no contó jamás a nadie que Miley le había empujado. Siempre explicó que estaba haciendo el gamberro y que había tropezado, y aunque eso aumentó en cierta medida su poder sobre ella, ésta no dijo nunca la verdad. Nadie sabía lo que había ocurrido salvo el verdadero Nick Jonas ¿Quién era el hombre que estaba a sus espaldas, que la apretaba contra sí y tenía todavía el corazón acelerado debido a los efectos secundarios de su cruel intento de ponerle a prueba? —No me lo creo —afirmó ella. —No quieres creértelo. —Suéltame. —Por supuesto.-- no se había percatado de que los brazos y el cuerpo de Harry la habían estado sujetando. Al soltarla, titubeó un instante, desconcertada. Cuando se dio la vuelta Nick la estaba contemplando a unos metros de distancia, tenía aspecto de estar extrañamente cansado y satisfecho. —Quiero ver la cicatriz. —Te pareces a Santo Tomás —la reprendió—. Si a ti no te importa verla, a mí tampoco. —Agarró el botón de los tejanos, y ella gritó alarmada. Nick sonrió, y desplazó la mano hasta la cintura, bajándose los pantalones ya desabrochados hasta la altura de la cadera. Una cicatriz blanquecina atravesaba el hueso de un extremo a otro, tal como ella lo recordaba. Quizá demasiado idéntico a lo que recordaba. —No parece muy antigua —le dijo. Harry soltó un suspiro de aguda exasperación, y en un abrir y cerrar de ojos cogió la mano de Miley, la acercó a su cuerpo y la posó sobre su cicatriz, dentro de la cintura de sus pantalones. —¿Necesitas tocarlo para creerlo, Miley? —murmuró cerca de ella, demasiado cerca—. ¿Qué más necesitas tocar? Miley trató de retirar la mano pero él no tuvo escrúpulos en retenerla a la fuerza. Tenía la piel caliente, lisa y suave, la cicatriz, un áspero surco bajo las yemas de los dedos. De pronto reinó el silencio en la habitación. Podía oír el ligero silbido y el chisporroteo del fuego mortecino; el ruido sordo y apresurado de los latidos del corazón de Nick; su propio pulso acelerándose. Sintió el loco y salvaje deseo de arrodillarse ante él y poner su boca sobre la cicatriz. Bajó la cabeza, segura de que él adivinaría ese repentino e insensato impulso, de que sabría lo que pasaba por su mente. La conocía demasiado bien; sabía cuán vulnerable era, lo que quería y lo que necesitaba. Podía estar agradecida por que la desaparición de Nick hubiese coincidido con sus años de crecimiento más delicados. La culpa y el miedo con los que había vivido eran un bajo precio a pagar a cambio de estar lejos de él. Miley estaba ahora a su alcance. Tenía la mano atrapada bajo la de él, y sus cuerpos estaban tan juntos que prácticamente podía sentir el roce de la piel de Nick a través de la camiseta, de los holgados tejanos. —Nick, te lo suplico —le rogó sin estar segura de lo que le estaba pidiendo. —Has estado a punto de matarme por segunda vez, Miley —le susurró acercando su boca a la de ella—. No estoy diciendo que no me lo merezca. Creo que me gusta llevarte al borde del asesinato. —Eso puede resultar peligroso —apuntó ella en voz baja. —No del todo. —Le rozó los labios con los suyos, con tal rapidez que Miley apenas notó el contacto—. Siempre sé cuándo hay que parar. —Le puso la boca sobre el cuello, ahí donde el pulso se le aceleraba frenéticamente, y ella sintió la humedad de su lengua, probándola. —No te creo. —Nunca lo has hecho. —Le besó la base del cuello, y durante todo el rato la mano de Miley permaneció sobre su desnuda cadera—. Te sientes más segura creyendo que soy un mentiroso y un impostor, aunque tengas la verdad delante de tus narices. Te guste o no, Miley, soy yo. Tu amigo de la infancia. Tu tortura juvenil. Tu primer amor, que ha vuelto para recuperarte. Miley trató desesperadamente de recobrar la calma. —Tú alucinas —le soltó. —Soy yo. —Ascendió por el otro lado del cuello, saboreándola, mordisqueándola y besándola, y ella se descubrió a sí misma agarrando su cadera, deseando acercarla hacia sí—. No hay escapatoria, Miley. Soy el protagonista de tus sueños eróticos y a la vez de tus peores pesadillas. Finjamos que haces esto a modo de penitencia. —Que hago, ¿qué? —Acostarte conmigo. —Yo no... —Nick ahogó su protesta con un beso. Y en medio de su inmensa y paralizante desesperación, Miley supo que se acostaría con él. ------------------------------------------------ Eso es todo por hoy :O lo se, lo dejo en lo mejor hahahaha bye. Comenten, mañana dejo mas capitulos.

1 comentario:

  1. NOOOO LA PUEDES DEJAR AHI
    AHORA QUE SE SABE QUE ES NICK
    DEBES SEGUIRLA Y SUBIR YA LA PARTE
    DEL SEXO SALVAJE DESCONTROLADO
    DE ESTOS DOS
    JAJAJAJAJA
    ME ENCANTOOOOOO LOS CAPITULOS
    TIENES QUE SEGUIRLA!!!!!!!!!!!!!!!

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