miércoles, 19 de junio de 2013

El Impostor- Capitulo 25

Después de todo, era verdaderamente fácil hacerlo. En realidad era tan fácil que en modo alguno Miley podía resistirse a tal oportunidad. Eso se decía ella al tiempo que desechaba cualquier rastro de culpabilidad. No había nadie en la cocina; Constanza había interrumpido los preparativos de la cena para servir el té a tía Sally y a su hijo. No es que los demás fueran deliberadamente excluidos; Warren detestaba el té, Patsy estaba descansando, y sus hijos habían ido a intentar esquiar. Era mucho más sutil que eso: Sally quería estar a solas con su querido hijo, y Miley era demasiado generosa para importunarles, pero no lo suficiente para sentirse ofendida. El relleno para las crepes de marisco estaba en un bol cerrado cubierto por cubitos de hielo. Las enormes gambas estaban en otro sitio, lejos del recipiente, como si su mera proximidad pudiese intoxicar a Nick y ponerle en peligro. Habría sido muy fácil trocear una de las gambas, ya peladas, y mezclarla con el relleno de cangrejo y lenguado, de forma que pasara totalmente desapercibida. Un trozo tan pequeño no perjudicaría ni a la más sensible de las alergias. Dado el caso de que Nick comiera alguna crepe, la porción de gamba sería tan microscópica que ni siquiera valdría como prueba. No tenía motivos para sentirse culpable, se recordó a sí misma cuando se cruzó con Constanza al salir de la cocina. Al fin y al cabo, el propio impostor la había retado a que encontrara pruebas. Sally había descarta do la prueba de ADN, pero ésta era mucho más rápida y sencilla. Nick se comió tres crepes contaminadas con gamba. Miley es taba sentada frente a él, jugando con la comida, observando y sin prestar casi atención a Warren y a Sally, que hablaban de política, ni a Nick, que flirteaba con una tía Patsy ligeramente borracha. Por alguna razón no tenía mucho apetito. —Hoy no estás muy habladora, Miley —comentó Warren de pronto, clavando los ojos, de color claro, en ella. Le faltó poco para volcar el vaso de vino. —Estoy cansada del viaje. —Me ha dicho Nick que has dormido durante todo el trayecto de vuelta —apuntó Sally, mirándola—. A lo mejor estás incubando algo. —¡Ni te acerques a mí! —chilló Patsy tragándose las palabras—. No me puedo permitir el lujo de estar enferma. Odio las enfermedades. ¡Y por el amor de Dios, no se lo digas a George! Su miedo al contagio es patológico. —Pero si George es más fuerte que un toro —intervino Warren resoplando. —Eso no significa que no se preocupe. Se pasa el día con sus amigos yendo al club y no dedica ni un minuto a su madre. Ya le veo poco como para que encima se vaya corriendo a Nueva York por miedo a constiparse. —¿A qué club va? —preguntó Nick. —¡Ufff…! No tengo ni idea —respondió Patsy, y movió la mano con despreocupación—. Es socio de muchos clubes, son todos terriblemente caros. Va a clubes de mantenimiento, clubes naturistas y cosas así. —Nunca me dio la impresión de que a George le interesara lo naturista —comentó Nick. Patsy le miró con extrema antipatía. —No te puedes imaginar la cantidad de aficiones que tiene un hombre como George. —No —apuntó Nick; el tono de su voz manifestaba cierto nerviosismo—, no me lo imagino. —No os preocupéis, no estoy enferma —anunció Miley con exasperación apenas controlable. —¿Por qué estás tan segura? Normalmente eres capaz de mantener conversaciones aceptables —se quejó Warren—. Venga, vete a la cama y bebe mucho zumo de naranja. No podemos permitirnos que te pongas enferma justo ahora. —No, Caro —intervino Patsy—. Ya sabes lo mucho que contamos contigo en tan tristes momentos. —Aún no estoy muerta —dijo Sally en tono irónico—. Y teniendo en cuenta que Nick ha vuelto, no me parece que sean momentos tristes. Me iré por la puerta grande. —¡No! —exclamó Miley, apartándose de la mesa—. ¡No quiero ni oír hablar de eso! —Miley, cariño, me estoy muriendo —dijo Sally en voz baja—. Es un hecho ineludible. —Déjalo estar —aconsejó Nick inesperadamente—. Lo ha pasado mal estos días. —Espero que no haya sido por tu culpa. —La voz de Sally sonaba repentinamente firme—. Te quiero mucho y me alegra enormemente que estés en casa, pero no quiero que molestes a Miley como solías hacer. —¿Como solía hacer? —repitió Nick, con fingida inocencia. —Tal vez pienses que no sabía lo que ocurría, pero estaba al corriente. Te encantaba fastidiar a Miley hace unos años; debiste convertir su vida en un infierno. —Entonces, ¿por qué no me paraste los pies? —La voz de Nick era apacible, la pregunta, eminentemente razonable, inundó la estancia entera. Sally se sobresaltó. —Yo... mmm... lo intenté. Por aquel entonces era imposible controlarte. ¡Eras un diablillo, un cabezota! Lo intentamos todo, ¿verdad, Warren? —Eras problemático, es cierto —comentó Warren—. Además, los niños siempre se meten con sus hermanas pequeñas. —Miley no era mi hermana —apuntó con suavidad—, porque nunca os tomasteis la molestia de adoptarla. Miley levantó la cabeza bruscamente para mirarle. Era como si Nick estuviera enfadado con ellos por no haberla protegido. Algo ridículo, desde el momento en que supuestamente era él el malo de la película. —En cualquier caso, sobreviví —dijo Miley, tirando la silla hacia atrás—. Y estoy segura de que tenéis asuntos más importantes que discutir que mi infancia que, dicho sea de paso, fue estupenda. Si no tenéis inconveniente, me voy a la cama. —¡Ya decía yo que no estaba muy católica! —exclamó Sally—. Descansa, Miley, y no te preocupes por mí. Nick y la señora Hathaway velarán por mi bienestar. Miley logró esbozar una sonrisa. —Mañana estaré bien. —Caminaba en dirección a tía Sally para darle un beso de buenas noches, cuando el brazo de Warren salió disparado para detenerla. —¿No crees que sería mejor que no te acercaras mucho a Sally hasta estar seguros de que no tienes nada contagioso? —dijo con dureza. —¡Excelente idea! —exclamó tía Patsy, cogiendo su copa de vino. Nick no dijo nada. Claro que tampoco lo necesitaba. Estaba allí sentado, digiriendo con toda tranquilidad las gambas que deberían haberle producido alergia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario