sábado, 25 de agosto de 2012

La Ley Del Lobo- Capitulo 8



Cuando no pudo soportarlo más, Nick retiró la verga de la boca de Miley y se puso de rodillas, para así estar uno frente al otro. Deslizó la mano por los pliegues, por lo que ella dio un grito ahogado y se aferró a sus brazos. Deslizó dos dedos más profundo dentro del canal y Miley sintió que casi se le dan vuelta los ojos.

Tratando de contener la necesidad imperiosa de tomarla, le quitó la mano de los pliegues. Se envolvió la pija semi-erecta con los dedos e inmediatamente volvió a tomar su tamaño completo. La empujó contra los rizos suaves del monte púbico y la deslizó entre los labios de la concha, rozándola contra el clítoris.

Miley se acercó a él. “Te quiero adentro mío”.

Nick gruñó y cerró los ojos. Deseaba tanto a esta mujer que su cuerpo gritaba la necesidad. Pero era más que eso. Era su inocencia, la fuerza de su espíritu, de la que él había sido testigo en sus pensamientos, y la preocupación que había demostrado por los que amaba.

Él sintió que ella le envolvía la verga con los dedos y abrió los ojos.

“No”. La palabra fue más dura de lo que pretendía y ella apartó rápidamente la mano, con una expresión de dolor en el rostro.

“Comprendo”. Llevó el mentón hacia arriba y los ojos se le pusieron vidriosos, como si le dolieran las lágrimas sin derramar. “Como mi padre siempre dice, soy un poco más que fea. Seguramente no te resulte lo suficientemente placentera como para tener una vinculación emocional conmigo”.

La furia se apoderó de todo su ser por el tratamiento que esta preciosa mujer había recibido por parte de su padre. La levantó de un sacudón y entonces ella retrocedió, seguramente por el enojo que observó en su expresión. “Te dije que te verás como la mujer bella que eres. Ya no escucharás las voces de hombres débiles que menosprecian a los demás para sentirse más poderosos”.

Ella simplemente lo miró fijamente con los ojos bien abiertos e incredulidad en su expresión.

“Apóyate sobre las manos y las rodillas”, le ordenó. “Y mira hacia el lago”.

Miley sintió el deseo de darle una buena paliza a este hombre grande, pero sabía que no podía competir con él. Cuando colocó los brazos en los hombros de Miley y la empujó hacia abajo, ella obedeció y se apoyó sobre las manos y las rodillas, en el borde del agua, y miró fijamente las profundidades verde-azuladas.

“Mira tu reflejo y dime lo que ves”. Su voz era más suave ahora, pero todavía se percibía una pizca de enojo en ella.

Ella parpadeó y vio su reflejo tambaleándose en el lago. “Me veo yo y te veo a ti”.

“Dime cómo te ves”.

Miley tragó saliva. “Tengo el cabello descuidado, los ojos son demasiado amplios, la nariz es demasiado pequeña y los labios muy grandes. Tengo el rostro delgado y amargo”.

Sintió un gruñido a su lado y dirigió repentinamente su atención hacia Nick. El sonido era tan parecido al del un lobo que el temor casi le hace explotar el corazón. 

“Déjame decirte lo que veo”. Suavemente la empujó tomándole una mejilla, de manera que mirara nuevamente hacia el agua. Deslizó los dedos en los pliegues, desde atrás, y comenzó a acariciarle el clítoris mientras hablaba. “Yo veo unos hermosos ojos verde-azulados llenos de inocencia”. Mientras hablaba, formaba círculos sobre la protuberancia hinchada, “Veo una nariz adorable que desciende hasta unos labios hechos para ser besados”. Los dedos se movían cada vez con más rapidez y Miley vio que tenía los labios abiertos y los párpados entrecerrados. “Tienes el rostro ovalado, del
tamaño perfecto para tus facciones preciosas”.

Miley se sintió al borde de la explosión. Le temblaron los muslos y los senos le rebotaban a medida que la clavaba con la mano.

“Y tu cabello”. Tomó un mechón del cabello ahora seco que le colgaba sobre la cara.

“Delicadas ondas, marrones como la miel, enmarcan perfectamente tu rostro”.

Aumentó la velocidad de los dedos y ella pensó que moriría de placer. “Tienes la concha más preciosa y los pezones más seductores, hechos para chupar”.

Nick le pellizcó el clítoris y ella dio un grito, su voz resonó en todo el lago. Sacudió el cuerpo y la mente se le llenó de luz y color, mientras el orgasmo recorría todo su cuerpo como la oleada de una roca en ese hermoso lago.

Cuando, finalmente, volvió del lugar adonde la había enviado, Nick le ordenó que mirara nuevamente su reflejo. Miley estudió sus facciones en el agua, el corazón latía acelerado por lo que acababa de hacerle. Todavía veía a la mujer poco agraciada que siempre había visto.

Nick gruñó nuevamente y se puso de pie. Estiró la mano y se la ofreció. Ella la tomó y dejó que la ayudara a pararse.

“Como te dije antes, no dejarás mi bosque hasta que descubras tu propia belleza”. 

La ira la invadió y el calor que la colmó no se debió sólo al orgasmo. “¡No puedes obligarme a quedarme!”.

“Sí puedo y eso haré”. Cuando intentó responder, él la tomó de la parte posterior de la cabeza y le tapó la boca con la mano. “Me daré cuenta si me mientes, así que no pienses en decírmelo hasta que verdaderamente lo creas”.


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