miércoles, 13 de junio de 2012

Anhelo Secreto- Capitulo 10


Nick la miró perplejo.


-¿Podrías repetir?
-Has oído perfectamente -dijo ella.


Nick no salía de su asombro.


Todo tipo de estrambóticas ideas se le pasaron por la cabeza. Quizá quería impregnarse de su esperma y utilizarlo para concebir a su hijo sin que él lo supiera. Pero de ser algo así, no le habría contado su intención de quedarse embarazada; era más fácil mantenerlo en secreto.


-¿Por qué? -preguntó él.


-Verás, quiero que te vengas conmigo solo porque quiero que te vengas conmigo.


Anonadado pensó que no podía querer solo sexo de él. ¡Era como si todas las fantasías de aquella noche se hubieran hecho realidad!


-Si piensas que voy a fingir ser tu marido para cubrir las apariencias y salvar tu honor, lo siento pero no.
-No seas ridículo. No te insultaría jamás de ese modo. Te vendrás conmigo... como mi amante.


Se atragantó ligeramente con aquella última palabra.


El la miró fijamente los ojos como si tratara de averiguar qué, exactamente, tenía en la cabeza.


-Sí, pero ¿seré un amante fingido o un amante real?


Ella se ruborizó y aquel rubor lo encandiló tanto como el primero. No era el tipo de chica que parecía poder quererlo solo como un juguete sexual.


-Vamos, Miley, aclárame todo esto un poco. Sinceramente, no entiendo nada.


Ella inspiró con fuerza y expiró lentamente, como si estuviera haciendo acopio del coraje necesario para decir lo que tenía que decir. El la miraba fascinado e intrigado.


Miley no había imaginado que aquello pudiera resultarle tan difícil. Tampoco había previsto que la interrogara de aquel modo, ni que la obligaría a confesar su deseo abiertamente.


La verdad era que le daba vergüenza.


Aunque, después de todo, ¿por qué debía sentirse avergonzada? Ya no era una mujer comprometida y no le iba a romper el corazón a nadie.


Miley se aclaró la garganta, y contestó con decisión.


-La cuestión es que, aunque haya decidido tener un hijo sola, eso no implica que quiera estar sola. Resulta que me gusta el sexo. De hecho, me gusta mucho. Y, perversamente, sobre todo si es con hombres como tú.


Nick levantó las cejas y luego frunció el ceño.


-¡Eh, un momento! ¿Qué quieres decir eso de «hombres como yo»?
-No pretendía insultarte. Me refería a que siempre me gustan hombres que no están dispuestos a comprometerse. Ese era un gran problema cuando lo que yo quería era un marido e hijos. Por eso decidí casarme con alguien como Liam. Pero ahora que he tomado la decisión de tener un hijo por mi cuenta, no tengo que preocuparme de las intenciones de los hombres con los que me acueste, porque no querré casarme con ellos. Solo querré sexo. ¿Es eso un problema? Yo pensaba que eso era lo que tú querías también.


Nick frunció el ceño, confuso. Sí, eso era lo que él también creía querer, pero...


-La verdad es que me agrada gustarle a mis novias, y no que piensen que soy un desgraciado egoísta que las usa solo para una cosa.
-Pero yo no quiero ser tu novia, Nick. En cuanto las vacaciones se acaben, la relación también se acabará y no quiero volver a verte.


Él cada vez estaba más desconcertado.


-¿Por qué no?


Miley no quería decirle que temía pasar demasiado tiempo con él. Una cosa era vivir una fantasía durante quince días en Dream Island y otra tenerlo cerca continuamente después de eso. Sabía que entonces acabaría esperando algo más.


En aquel momento, sin embargo, lo quería sexualmente, eso era todo.


-Tengo mis motivos, Nick -dijo ella con firmeza-. O lo tomas o lo dejas. Estoy segura de que podría encontrar sin problema alguien que aceptara las condiciones.


La idea de que se fuera con otro hizo que Nick tomara la decisión de inmediato.


-No es necesario. Me encantaría ir contigo.
-¿Con mis condiciones y sin preguntas?
-Solo las esenciales. Primera, ¿de cuánto tiempo estamos hablando?
-Dos semanas.


Aquello significaban catorce días y catorce noches. ¡Fantástico!


-Y es en Dream Island.
-Sí. ¿Has estado allí antes?
-No, pero he oído hablar de ese lugar -era el más nuevo y exclusivo complejo turístico de la zona Norte de Queensland-.¿Cuándo salimos?
-De hoy en dos semanas a las diez de la mañana. Te recogeré aquí a las ocho. Estáte preparado -se levantó de repente.


Él se levantó también.


-¡Un momento! No te irás ya, ¿verdad?
-No hay motivos para que me quede -respondió ella con firmeza-. Has dicho que sí. No tenemos más que discutir.
-¿Y qué me dices de métodos anticonceptivos? 


Ella lo miró con dureza.


-Asumo que de eso te encargarás tú.
-¿No estás tomando la pildora?
-No. Y aunque así fuera, creo que deberías usar condón.


Sin duda era una medida razonable.


-De acuerdo -dijo él-. Pero no veo el motivo de que salgas corriendo. Entiendo que no quieras verme después, pero no veo por qué no podemos empezar ya a conocernos mejor.
-Lo siento, pero yo no quiero hacer eso.
-¿Por qué no?
-Verás, Nick, ¿puedo ser clara? ¿Es que no lo era siempre?
-Sí, por supuesto.
-Los dos sabemos lo que significa hoy en día «conocerse mejor», y, por favor, no me lo niegues. Yo estoy siendo brutalmente honesta contigo y te pido que tú lo seas también. Aparte de que me vaya a venir el periodo esta semana y esté sufriendo de un considerable síndrome premenstrual, no quiero que nos vayamos a la cama antes del viaje.
-¿Por qué no? Ella sonrió.
-Quizá porque no quiero que te decepciones y salgas huyendo.


Nick pensó que era prácticamente imposible que sucediera eso, pues solo necesitaba que se tumbara. Si encima ponía de su parte, eso sería una bonificación.


-¿No quieres probar la mercancía antes de comprarla? -dijo él con una sonrisa picante. 


Ella se rio.


-Ya he visto todo lo que tenía que ver. Sinceramente, no deberías abrir la puerta de tu casa medio dormido y a medio vestir, Nick. Y ahora, dime dónde está mi móvil, porque es hora de que me vaya.


Nick paseaba de un lado a otro por delante de la puerta, esperando a que llegara Miley. Había dicho que llegaría a las ocho y eran las ocho y diez y aún no estaba allí.


Quizás no pensara aparecer. Quizá había sido todo una broma, una especie de venganza contra el género masculino.


En el instante en que estaba pensando eso, oyó que un coche paraba delante de su casa. Miró por la ventana del salón y se sintió aliviado al ver que era ella.


Agarró su equipaje y abrió antes de que ella tocara la bocina.


Ella salió del coche, y su aspecto era sugerente y delicioso. Se había puesto unos ajustados pantalones rosa, una diminuta camiseta de flores y unas sensuales sandalias blancas. Llevaba los labios pintados de un rosa intenso, el pelo suelto como una cascada de oro sobre los hombros y olía a flores recién cortadas.


-Siento haber llegado tarde -se disculpó ella mirándolo de arriba abajo, sin ningún tipo recato-. Tuve la repentina preocupación de que podías haber olvidado algo esencial, así que paré en una farmacia a comprarlo.


Él sonrió.


-No hacía falta. Eso fue lo primero que metí en la maleta -le dijo él-. Pero me alegro de que hayas comprado unos cuantos extra, porque si vas a estar tan guapa todos los días, lo más probable es que nos hubieran faltado. Me encanta tu barra de labios, tu pelo y, sobre todo, ese perfume.


Miley no quería dejarse impresionar por los halagos de Nick. Los hombres como él eran siempre buenos en eso.


Pero, por otro lado, estaba dispuesta a disfrutar. La cancelación de todo lo relativo a la boda, más el anuncio oficial del compromiso entre Liam y Celia, había sido muy deprimente y necesitaba desesperadamente que alguien le levantara el ánimo. Sin duda, Nick parecía el hombre ideal para hacerlo.


-Es nuevo -le dijo ella animosamente-. También la ropa.


Lo único bueno que le había sucedido durante aquellos quince días era que Liam había cumplido con su promesa de darle una estabilidad económica, sin pérdida de tiempo. Seguramente, movido por la culpa.


Eso la había convertido en la propietaria de un gran número de acciones, una casa en Turramurra y algo de dinero, parte del cual se había gastado en un nuevo vestuario.


-Deberías hacer ese tipo de cambios más a menudo. Estás mejor así, más informal.
-A mí también me gustas aún más informal de lo que ya eres.


El iba con unas bermudas, una camisa hawaiana y unas sandalias. Debía de haberse afeitado en algún momento, pero no aquella mañana. No obstante olía a jabón y sus pendientes brillaban bajo el sol intenso.


Sonrió y se pasó la mano por la barba crecida.


-¿Entonces te gusta más lo rudo?
-Ninguna dama te respondería a esa pregunta -dijo ella en tono de sorna.
-Y ningún caballero te la haría -respondió él-. Tienes suerte de que no sea un caballero.
-Estoy segura de que tienes tu lado tierno. Bueno, ya vale de hablar. Pon las maletas atrás. Si no nos damos prisa vamos a perder el avión.
-No pasa nada. A estas horas un domingo por la mañana estaremos en el aeropuerto en un abrir y cerrar de ojos. Todavía tenemos tiempo para esto.


Se aproximó a ella y la tomó en sus brazos. Miley se tensó, pero solo durante unos segundos. ¿Qué sentido tenía resistirse dadas las circunstancias? Precisamente, si lo encontraba tan atractivo era porque eso era el tipo de cosas que él hacía.


Liam no era así, siempre preguntaba antes. Era todo un caballero.


Bueno, tal vez no lo fuera tanto con Celia. Después de todo se había acostado con ella nada más conocerla. Era una cuestión de química, seguramente.


Al sentir los labios de Nick sobre los suyos, supo que la química que había entre ellos era igualmente explosiva.


¡Aquello era exactamente lo que estaba necesitando! Se apoyó sobre él pidiendo más. Gimió sin remedio.


Nick se sorprendió ante su respuesta, ante el modo en que su cuerpo se derretía sobre el de él, sus gemidos. ¡Aquella no era en absoluto una princesa de hielo, sino una deliciosa y caliente criatura!


Cuando se apartó, ella hizo un pequeño sonido de protesta.


Le dio un último y pequeño beso en los labios entreabiertos y partió definitivamente.


-Ya veo que van a ser unas estupendas vacaciones -murmuró él-. Pero quizá tengas razón. Deberíamos marcharnos o perderemos el avión.


Miley esperaba no haberse ruborizado. Eso no se correspondía con la nueva mujer en la que había decidido convertirse.


Nick la ponía a tono sin apenas esfuerzo. Bien. Ese sería su trabajo durante las próximas dos semanas.


Pero ¿y qué sucedería después? Lo miró con hambre y se metió en el coche. Ya vería. Quizá debería quedarse con su número de teléfono para alguna que otra noche de placer carnal. Todo dependía de lo bueno que fuera en la cama. Si su modo de besar era en algo parecido a su técnica sexual, la diversión estaba garantizada.

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