-¿Su qué?
Miley se puso de pie.
-La hija de la amante de mi padre -repitió Liam.
Miley se atragantó.
-¡No puede ser! ¡No tu padre! ¿Tenía una amante? Eso es imposible. Él era una de las razones por las que me quería casar contigo. Pensé que serías un padre y un esposo tan bueno y responsable como él.
-Es una larga historia...
-También fascinante, estoy segura -murmuró Miley-. Al parecer los Hemsworth tenéis una cara oculta.
-Puede ser -dijo Liam.
-¡Ojalá lo hubiera sabido antes! -murmuró ella dentro del vaso.
Liam la miró desconcertado.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Nada. No es más que una broma mía.
-Espero que todo esto no haya sido demasiado para ti.
Ella se carcajeó.
-Créeme, nada relacionado con el sexo es demasiado para mí.
Liam frunció el ceño.
-¿Realmente te he llegado a conocer alguna vez?
-¿Y yo a ti?
Los dos se miraron y una lenta sonrisa se esbozó en sus labios.
-Encontrarás a alguien, Miley -dijo Liam.
-Supongo que sí. Pero no encontraré a nadie como tú. Eres único entre un millón. Celia es realmente muy afortunada. Espero que seáis muy felices juntos -aunque, sinceramente, no creía que eso fuera a ser así. No obstante, tal vez Liam supiera elegir mejor que ella.
-Gracias, Miley. Es muy generoso por tu parte. Pero no vamos a forzar nada. No me voy a casar de momento. Por cierto, pagaré todos los gastos de la boda. Les enviaré un cheque a tus padres. También haré lo justo contigo.
Ella negó con la cabeza y se quitó el anillo de compromiso.
-No, Liam. Yo no me iba a casar contigo por tu dinero, aunque tú hayas llegado a pensar que sí. Simplemente, me gustaba que tuvieras una buena posición y que fueras económicamente estable, porque quena un hogar seguro para mis hijos. Y para mí.
Él no aceptó el anillo.
-Quédatelo. Te lo compré para ti. Lo puedes vender, si quieres.
Ella se encogió de hombros y se puso el anillo de nuevo en el dedo.
-Si insistes -respondió ella, tratando de no derrumbarse-. Pero no voy a venderlo, sino que lo llevaré puesto. Es precioso. Menos mal que no encontré unos anillos de boda que me gustaran, si no los habríamos tenido que devolver.
Miley todavía no salía de su asombro. El día anterior Liam era feliz a su lado. Pero el destino lo había enredado todo.
Suspiró y se quedó mirando apesadumbrada el interior de su vaso vacío.
-Será mejor que te devuelva tu tarjeta de crédito mientras estás aquí y mientras podía mantenerse en pie, porque el whisky estaba empezando a jugarle una mala pasada.
-Eso puede esperar -dijo Liam antes de que se moviera-. Quiero acabar de concretar el resto de mis obligaciones financieras antes de nada.
Ella frunció el ceño.
-¿A qué te refieres?
-Estoy en deuda contigo, Miley. Te debo más que un anillo.
-No, Liam, eso no es cierto. Nunca he vivido contigo. Solo puedo pedirte los gastos de la boda.
-Yo no lo veo así. Tú dejaste tu trabajo para convertirte en mi esposa. Esperabas irte de luna de miel dentro de quince días y allí concebir un hijo y convertirte en madre. Aparte de eso, casada conmigo no habrías tenido que volver a preocuparte por el aspecto económico durante el resto de tu vida. No puedo ayudarte con lo de la luna de miel ni con lo de la maternidad, pero puedo darte cierta seguridad financiera durante el resto de tu vida.
-Liam, de verdad que no tienes que hacer nada.
-Sí, claro que tengo que hacerlo. Escucha.
Miley oyó perpleja su ofrecimiento de una casa en Turramurra y de unas acciones que le darían independencia económica de por vida. Al parecer, su padre había sido un hombre muy rico y todas sus posesiones habían pasado a manos de Liam.
Pensó en negarse, pero se dio cuenta de que eso no habría sido más que un acto de orgullo. Al menos así no tendría que vivir con sus padres de nuevo. Su madre se iba a entristecer mucho cuando se enterara de la cancelación de la boda.
Sonrió al maravilloso hombre con el que había estado a punto de casarse.
-Siempre supe que eras un ganador. Y te aseguro que me habría gustado mucho ser tu esposa.
-No sabes cuánto siento todo esto, Miley -Liam se disculpó una vez más-. No quería hacerte daño. Eres una mujer fantástica, pero en el instante en que vi a Celia supe que no podía continuar.
Miley recordó el momento en que ella había visto a Nick Jonas aquel mismo día. No había pensado en anular la boda, pero podría haber sucedido si él hubiera tratado de seducirla. Menos mal que no lo había hecho.
-Celia debe de ser muy especial.
-Lo es.
Y muy hermosa, no le cabía duda. Seguramente tendría un cuerpo hecho para pecar y unos ojos que corrompían solo con su mirada.
Exactamente igual que Nick.
Estaba segura de que la atracción había sido mutua, aunque ella no había querido admitirlo hasta entonces. Se dio cuenta desde el primer momento en que Nick y ella se miraron. Siempre notaba ese tipo de cosas.
«Podrías ir por tu teléfono en cuanto Liam se vaya. Podrías decirle a Nick que la boda se ha cancelado. Podrías...»
No, no podía hacerse eso a sí misma otra vez.
-Y bien, cuéntamelo todo -le rogó a Liam, desesperada por encontrar algo que la distrajera de sus propios pensamientos-. Y no te dejes ni un solo detalle...
Nick se dio cuenta de que Miley se había dejado el teléfono en cuanto se marchó. Lo agarró dispuesto a salir corriendo tras ella. Pero se detuvo y decidió esperar a ver si ella volvía.
Sin embargo no lo hizo, y él se quedó en el recibidor oyendo cómo su coche se alejaba.
Era absurdo aquel empeño en querer verla, cuando en dos semanas se iba a casar.
No era el tipo de mujer que le iba a permitir hacer de las suyas sin un anillo de oro en el dedo.
Quizá no fuera virgen, pero debía de estar cerca. El modo en que se había quedado paralizada cuando la había tocado lo demostraba. Sin duda había temido que él pudiera ir más allá.
Y eso era, exactamente, lo que él habría deseado: ir más allá. Al tocarla, se había despertado en él un deseo de fuerza inusitada.
Luego, al pasar por su lado, lo había golpeado involuntariamente con el bolso y él se las había arreglado para contener el quejido. Por suerte, no se había vuelto a mirarlo, porque entonces se habría dado cuenta de la parte tan delicada que había dañado.
Esa era la otra razón por la que no había ido tras ella. No le gustaba en absoluto parecer un patético idiota.
Esperaba que, para cuando se diera cuenta de que se había dejado el móvil y decidiera regresar, ya hubiera recobrado el control.
¿Y entonces qué? Porque, aparte de que no tenía por costumbre quitarle la novia a otros, estaba convencido de que no tenía ninguna posibilidad con ella.
«Así que, cuando venga por el teléfono, se lo das en la puerta y la mandas por donde ha venido». Una vez tomada la decisión, dejó el móvil en la mesa del recibidor y se fue a preparar el desayuno. Después se metió en el laboratorio a revelar las fotos de la pasarela de Orsini. A primera hora del día siguiente iban a llamar de las revistas para preguntar por ellas.
Dos horas más tarde, Nick seguía en el laboratorio, pero su mente no estaba concentrada en el trabajo. El objeto de sus pensamientos no había regresado aún y no podía quitársela de la cabeza.
La verdad era que lo intrigaba y no solo sexualmente, sino como persona. Quería conocerla mejor.
Al final, decidió dejar de intentar no pensar, salió del laboratorio, subió a buscar la tarjeta que le había dado y llamó al número que estaba escrito allí.
El teléfono repicó y repicó sin obtener respuesta. Pero, cuando estaba a punto de colgar, alguien respondió.
-Diga.
Nick frunció el ceño. Era una mujer, pero no podía estar seguro de que fuera Miley. Su voz sonaba extraña.
-¿Miley?
-La misma. ¿Con quién tengo el placer de hablar?
Nick no podía creerse lo que estaba oyendo. ¡Estaba borracha!
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