miércoles, 13 de junio de 2012

Anhelo Secreto- Capitulo 3


En cuanto se quedó sola, Miley cerró el álbum de fotos y levantó la vista. ¡Aquel hombre era imposible y contratarlo como fotógrafo para su boda era una locura! Nick Jonas podía ser un brillante profesional, pero si no era capaz de oír lo que ella le pedía, no le servía.


Los hombres como él la irritaban tremendamente.


Y, por desgracia, también la atraían.


Miley suspiró.Ese era el mayor problema que tenía: lo encontraba increíblemente sexy.


Miley cerró los ojos y recostó la espalda en el respaldo del sofá. Había pensado que ya estaba curada, que ya no la atraían los hombres como él. Había creído que su compromiso con Liam iba a ser la garantía de que nunca más necesitaría lo que hombres como Nick podían ofrecer.


Liam era el tipo de marido que ella necesitaba. Era guapo, inteligente, un hombre de éxito y tremendamente agradable. Los dos habían llegado a la conclusión de que el amor romántico no era una buena base para el matrimonio. Ambos habían descubierto que al enamorarse la gente actuaba como una necia. La pasión era un buen tema para la poesía, pero no era garantía de felicidad a largo plazo.


El sexo no lo era todo ni lo más importante en una relación.


No pensaba eso porque Liam fuera malo en la cama. Era bueno. Tampoco la preocupaba tener que buscar otras fantasías cuando estaban juntos.


Pero, claro, una cosa era tener imágenes de algún místico extraño mientras hacía el amor con Liam y otra muy distinta preferir que en la noche de bodas, su amante fuera Nick Jonas en lugar de su marido.


Y eso sería exactamente lo que le ocurriría si estaba en la boda todo el día, mirándola con aquellos sensuales ojos.


Miley agitó la cabeza con frustración.


Siempre le habían gustado los hombres equivocados. No porque supiera a priori que lo fueran, sino porque siempre eran los que le resultaban atractivos, interesantes y excitantes. Después de varios desengaños había llegado a la conclusión de que se había equivocado en sus elecciones del sexo masculino.


Eso había hecho que Miley desarrollara un sistema de alarma: si le gustaba algún hombre, eso indicaba que era el hombre equivocado otra vez.


Así que no tenía que saber mucho sobre Nick Jonas para tener la certeza de qué tipo de hombre era. Solo necesitaba mirarlo.


Les le había contado que era soltero y un brillante fotógrafo, pero no le había dicho nada sobre su ropa negra, sus pendientes y su casa de diseño. El hecho de que viviera, además, en Paddington completaba la imagen de hombre del nuevo milenio, cuyas prioridades eran su carrera, el placer y el éxito. Quizá no fuera un criminal como había sido Justin, pero seguía siendo una pérdida de tiempo para una mujer que, como ella, quería un marido e hijos.


La verdad era que todos los hombres que a Miley le habían gustado habían sido siempre una pérdida de tiempo. Por eso había cumplido los treinta sin un hogar y una familia propios, cosas que siempre había deseado. Cansada de esa situación, había decidido en un momento dado buscar un marido con la cabeza y no con el corazón.


Y lo había encontrado.


Miley sabía que podía llegar a ser muy feliz con Liam.


Pero lo último que necesitaba era tener a su alrededor durante toda la boda a un hombre como Nick.


El problema era que necesitaba un fotógrafo. ¿Qué excusa podría ponerle a su madre para no contratarlo? A ella le encantaban las fotos en blanco y negro, pues a su setenta años las veía como un vínculo con su pasado. Miley había sido el producto de una segunda luna de miel de la que Leticia Cyrus había disfrutado al cumplir los cuarenta.


No tenía más remedio que contratar a Nick Jonas. No tenía por qué causar ningún daño real el que fantaseara con un hombre mientras su marido le hacía el amor, incluso en la noche de bodas. Liam jamás se enteraría si ella no se lo contaba.


Y no lo iba a hacer.


La verdad era que había muchas cosas sobre sí misma que no le había contado. Y no tenía intención alguna de empezar a hacerlo en aquel momento.


Abrió los ojos y se fijó en las fotos que había colgadas por las paredes. Eran increíblemente eróticas y sugerentes. Aunque eran todas de mujeres desnudas o medio desnudas, los juegos de luz mantenían ocultas las partes clave.


Podría haberse quedado horas mirándolas absorta. Pero el sonido de unos pasos la instaron a apartar los ojos y buscar algo que hacer.


Buscó su móvil desesperadamente y lo sacó del bolso. Marcó el número de sus padres y esperó impaciente a que respondieran. En ese momento, volvió Nick con una humeante taza de café.


Ella fingía no estar fijándose en él, pero lo siguió de reojo hasta que se sentó en el mismo lugar de antes. ¡Era maravilloso! Tan alto y estilizado, el tipo de hombre que la fascinaba. Era muy atractivo y muy sexy.


-¿Sí? -su madre respondió finalmente.
-Hola, mamá, soy yo -dijo en un tono tremendamente compuesto, a pesar de que por dentro se partía en trozos.
-¡Oh, Miley, cómo me alegra de que hayas llamado antes de que saliéramos para el club! Estaba pensando en ti. ¿Qué tal la entrevista con el señor Jonas?
-Bien, muy bien.


Miley notó cómo la miraba por encima de la taza de café.


-¿Es tan bueno como Joe? -le preguntó su madre. Sus padres habían contratado a Joe con anterioridad para su fiesta de aniversario.
-Yo diría que es mejor.
-Me alegro. He esperado tanto tiempo para verte casada, que lo menos que puedo tener son unas fotos decentes de un momento así.


Miley miró algunas de las provocativas imágenes que había en la pared y pensó en que no era precisamente la palabra «decente» la que le venía a la mente. ¿Qué se sentiría estando totalmente desnuda ante un extraño? ¿Y estando totalmente desnuda delante de él? ¿Qué se sentiría cuando él depositara una sábana de raso sobre el cuerpo expuesto? ¿Y estar de pie o tumbada, haciendo poses sugerentes con aquellos ojos sensuales mirándola fijamente?


Solo pensarlo le aceleró la respiración.


Por suerte, Miley no era una de esas mujeres que dejaban adivinar sus sentimientos.


Podía mirar a un hombre pensando las cosas más increíbles y parecer fría como un témpano de hielo, incluso fingir desinterés. Quizá eso la había salvado de haberse pasado la mitad de su vida en la cama.


No solía flirtear. Muy a menudo la confundían con una de esa rubias frías con modales de señorita, puritana y recatada. Puede que por eso la mayoría de sus amantes fueran hombres que se atrevían a hacer lo que los caballeros de verdad no podían: acercarse a ella a pesar de su frialdad y tomar lo que querían.

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