martes, 12 de junio de 2012

Huracan De Deseo- Capitulo 20 FINAL


Nick no dijo nada. De hecho, permanecía impasible.


En el fondo ,Miley había pensado que se alegría. Qué tonta era. Qué ingenua.


-Vaya, veo que no eres diferente de las demás, ¿eh, Miley? ¿Cuándo planeaste todo esto? ¿Cuándo decidiste que quedarte embarazada era la mejor forma de tener acceso a mi cuenta corriente? ¿La primera vez que lo hicimos, aquí, en el sofá?
-¿Qué quieres decir?
-Sabes muy bien lo que quiero decir. Dime una cosa, ¿ha sido idea tuya o joe también está involucrado? Ah, ya lo entiendo. joe y tú lo habéis planeado juntos. Nunca cometiste el error de mencionar una alianza, ni siquiera querías irte a vivir conmigo... porque nunca has querido casarte conmigo. ¡El plan era simplemente quedarte embarazada y convencerme de que yo soy el padre para que te mantenga a ti y a tu amante!


Miley lo miraba, incrédula.


-¿Qué estás diciendo?
-¡No te hagas la inocente! -exclamó nick, levantándose de nuevo-. ¿Te has estado acostando con los dos a la vez? Ah, claro que sí. Por eso querías tener unos días libres a la semana. O eso o has usado a ese pobre idiota igual que a mí.
-¿Cómo puedes decir esas cosas?
-¡Porque es la verdad!
-Te equivocas, nick. ¿Cómo puedes pensar eso? No he visto a joe desde que volvimos a Inglaterra.
-¿Y cómo sé que es verdad? No estamos juntos todo el tiempo. Tú querías tener unos días para ti sola, ¿no, Miley?
-No, lo que quería...


Lo había hecho para no aburrirlo, para que no se hartase de ella, pensó, con los ojos llenos de lágrimas que intentaba contener. Estaba convencida de que nick acabaría amándola. Qué equivocada estaba...


A juzgar por su reacción, nick jonas jamás habría podido amarla. La miraba como si fuera una extraña, una enemiga.


-Y aunque tu amante y tú no hubierais planeado esto juntos, evidentemente es el pasaporte para una vida de lujos. Me has tomado por un idiota, Miley. Y deja que te diga una cosa: nadie, absolutamente nadie me toma por idiota.
-Te equivocas. Nunca te he tomado por idiota, nunca he querido reírme de ti.
-No, solo has sobreestimado tu influencia, querida.


Miley apartó la cara, como si estuviera llorando. Menuda imagen de inocencia. A pesar de saber que era mentira, nick tuvo que hacer un esfuerzo para no abrazarla.


Se acercó a la ventana, desde donde podía ver todo el centro de Londres, y unos segundos después se volvió con expresión hostil.


-¿Creías que estaría dispuesto a pagar lo que hiciera falta por el hijo de otro hombre?
-¿Por qué sigues diciendo que el hijo no es tuyo? -exclamó Miley, llevándose las manos al estómago en un gesto protector.


Nick no contestó.


-O quizá imaginabas que lo que sentía por ti era amor.


Al decirlo, se dio cuenta de algo terrible. Estaba enamorado de ella. Miley no había sido solo una compañera de cama, pero no lo había visto hasta aquel momento. Precisamente en aquel momento.


-No, yo...
-¡Porque si imaginabas eso, te equivocas!


Quería hacerle daño, tanto daño como ella le estaba haciendo.


-¡Nunca te he querido! Sí, tú y yo éramos compatibles en la cama, pero nada más. Admito que me gusta mucho acostarme contigo, pero amor... no me hagas reír. Hay una gran diferencia entre el deseo y el amor.
-Sí, es cierto -replicó Miley-. Y ahora que he dicho lo que quería decirte, no tiene sentido que siga aquí -añadió, levantándose.


Cuando Nick la imaginó caminando hasta su apartamento, una diminuta figura envuelta en aquel abrigo, se le encogió el corazón. Tuvo que recordarse a sí mismo que seguramente iría a casa de su amante. No estaría sola.


-¿Cuándo quieres que me vaya de la empresa?
-Ahora mismo.


Nick la siguió hasta el despacho.


-No tienes que ir detrás de mí. No voy a robarte nada -le espetó Miley , guardando un libro y una pluma en el bolso. La planta tendría que quedarse. No podía ir en el metro cargada con una planta enorme


-¿Qué hago con las cosas que tengo en tu casa?
-Te las enviaré.
-¿Y el finiquito?
-Ah, eso es lo que importa, ¿no? No te preocupes. Hablaré con el departamento de personal para que te envíen un cheque. Pero si crees que recibirás algo más de lo que te corresponde, estás equivocada.


Miley levantó la barbilla, orgullosa.


-He preguntado por el finiquito porque voy a necesitar el dinero para cuidar de mi hijo. Sé que no te interesa en absoluto este niño, pero no te convenzas a ti mismo de que es de otro hombre, porque no es así. Puedes inventarte las razones que te dé la gana para justificar tu comportamiento, pero te estarás mintiendo a ti mismo. Nunca pensé que fueras un cobarde, nick, pero lo eres.


Se miraron el uno al otro durante unos segundos, furiosos los dos.


-Márchate.
-Adiós, nick.


Todo era como una pesadilla. ¿De verdad le había dicho esas cosas tan horribles? ¿De verdad la había acusado de querer engañarlo, de planear todo aquello con joe para quedarse con su dinero? ¿De verdad creía que el hijo no era suyo?


Miley no podía creerlo. Llegó a su apartamento milagrosamente de una pieza y se pasó la noche preguntándose qué sería lo siguiente en aquella pesadilla en la que se había convertido su vida.


Tendría que decírselo a sus padres. Sería una desilusión para ellos, pero necesitaba su ayuda. No podría criar al niño sin ellos. Especialmente en Londres, donde todo era carísimo.


De modo que tendría que irse a Cornualles.


Afortunadamente, tenía algunos ahorros. Pero los ahorros se evaporaban en cuanto uno empezaba a tirar de ellos y no podía estar sin trabajo durante mucho tiempo.


Al día siguiente, cuando se dirigía a la agencia de empleo se le ocurrió pensar que no tenía referencias. Y las necesitaba. Aunque seguramente nick no querría dárselas.


Lo llamó por teléfono a su línea privada y cuando oyó su voz, tuvo que llevarse una mano al corazón.


-Soy Miley. Llamo para saber si podrías darme referencias.


A Nick se le hizo un nudo en la garganta al oír su voz. Era un idiota. Un completo idiota.


-Ya están redactadas. Las dicté después de pedirle al departamento de personal que te enviaran el cheque. Y no te preocupes, no pienso mentir sobre tu capacidad como secretaria.
-Gracias.
-¿Por qué me das las gracias? Has sido una secretaria muy eficiente. Algunos dirían que incluso «demasiado» eficiente.
-Por favor, no empieces otra vez.
-Tendrás el cheque y las referencias mañana por la mañana. ¿Quieres algo más?


Se sentía como un imbécil, pero hubiera querido alargar como fuera aquella absurda conversación.


-No, nada.


Nick colgó y se tapó la cara con las manos.


El tiempo lo cura todo, se dijo. En una semana estaría de nuevo consumido por el trabajo.


Y en un mes seguramente ni siquiera recordaría su cara.


No tenían por qué volver a ponerse en contacto. Su amante y ella tendrían que cargar con las consecuencias de su ridículo y vergonzoso plan.


Y él... sencillamente seguiría adelante.


Casi sonrió ante la claridad de sus pensamientos. No pasaba nada, nada en absoluto.




Nick tomó la agenda de teléfonos, pero las páginas no prometían nada interesante. Con el tiempo, se dijo. Todo volvería a la normalidad con el tiempo.




El pub no le gustaba nada. Era demasiado oscuro y estaba abarrotado y lleno de humo. 


Pero era apropiados nick tomó la botella de cerveza y dio un largo trago, antes de volverse hacia el hombre que estaba a su lado.


-¿Qué tiene para mí?
-Lo mismo que la semana pasada y la semana anterior. Nada. Al menos, nada de interés -contestó el hombre, mirando su cuaderno-. Una visita al ginecólogo, al supermercado varias veces, tres veces al cine... Siempre con otras mujeres. Ha tenido dos trabajos temporales en empresas de contabilidad.
-Eso no me interesa. ¿Y hombres? Uno en particular, de mediana estatura, ojos azules.
-Nada de hombres.
-¿Seguro que está haciendo bien su trabajo?
-Mire, no me quejo del dinero que está pagándome para vigilar a esa chica, pero le aseguro que no hay ningún hombre. Está perdiendo el tiempo. Tengo mucha experiencia en esto y ya lo habría descubierto si hubiera algo.
-¿Tiene... buen aspecto?


El detective lo miró, muy serio.


-El aspecto que cabe esperar.
-¿Qué significa eso?
-No parece comer mucho. La he visto en algún restaurante y solo toma ensaladas. Yo creo que, en su estado, debería comer más.


Nick golpeó la mesa con los dedos. Había sido un idiota al pensar que la olvidaría. Estaba convencido de que en un par de semanas volvería a la rutina normal, pero se había equivocado. Seguía trabajando, pero no tenía el corazón en ello. Iba a la oficina cada mañana, decidido a no dejar que los recuerdos de Miley lo volviesen loco y volvía a casa por la noche después de haber fracasado.


-Creo que va a marcharse de Londres -dijo entonces el detective.
-¿Cómo?
-Está pensando marcharse a casa de sus padres. Oí una conversación el viernes. Cree que Londres no sería buen sitio para criar al niño.


¿Cuándo? ¿En una semana, al día siguiente? ¿Estaría ya haciendo las maletas? nick sintió pánico.


-¿Está seguro?
-A menos que cambie de opinión... pero no creo que sea así.
-¿Cuándo? ¿Cuándo ha dicho que se iba?
-No lo ha dicho. Al menos, yo no lo escuché.
-¿No le pago para eso, señor White? ¿No le pago para que se entere de lo que yo no puedo enterarme?
-Mire... yo no puedo hacer nada más. Y, si no le importa, creo que mi trabajo ha terminado. Mi consejo es que hable con esa chica y solucione el problema -dijo el detective, levantándose-. Buena suerte. Si me necesita de nuevo, tiene mi tarjeta.




Nick lo observó salir del bar, pensativo.




De modo que joe había desaparecido de su vida. No sería capaz de esconder a su amante de un experto detective, especialmente sin saber que la estaban siguiendo.
Estaba sola e iba a marcharse de Londres.


Y había llegado la hora de tomar una decisión. Seguía obsesionado con ella. ¿Y qué pasaría cuando se fuera de Londres?


Suspirando, nick se pasó una mano por el pelo. No podía olvidarla. Quería hablar con ella, verla de nuevo, hacerle el amor. Aunque lo hubiese traicionado con otro hombre.


Y esa era la píldora más amarga. El hecho de que siguiera enamorado de Miley a pesar de que lo había engañado.


Pero la quería y tenía que hablar con ella antes de que se fuera de Londres.


La imaginó guardando un par de cosas en la maleta y mirando alrededor para ver si se dejaba algo importante, mientras el taxi esperaba en la calle. La imaginó cerrando la puerta del apartamento, metiendo la llave en el buzón para el casero, entrando en el taxi... y desapareciendo de su vida para siempre.


Nick se tomó el resto de la cerveza de un trago. Y el orgullo desapareció cuando se oyó a sí mismo dándole su dirección al taxista.




Debería haber adivinado que Miley no estaría en casa. Pero esperaría. Ya que estaba allí... además, no se había sentido tan bien desde que la echó con cajas destempladas de la oficina.


Al menos hablaría con ella. Al menos, volvería a verla.


Había una cafetería cerca y nick pidió un café, que tomó sentado frente a la puerta de cristal.


Esperaría. Lo que hiciera falta.


Vio a mucha gente entrando y saliendo del metro. Iba por el tercer café y estaba pensando en pedir un cuarto cuando la vio. Iba cargada de bolsas, que se pasaba de mano en mano. 


Parecía cansada.


Nick salió de la cafetería a toda prisa.


-No deberías cargas con cosas pesadas.


Miley se quedó helada. Literalmente.


-¿Qué haces aquí?


El le quitó las bolsas de la mano.


-Esto pesa una barbaridad. ¿Qué llevas?
-Verduras. Son más baratas en el mercado... ¿qué estás haciendo aquí?
-Tengo que hablar contigo.


Recuerdos de la última vez que «hablaron» aparecieron en su mente. Y no eran nada agradables.


-Ya nos hemos dicho todo lo que teníamos que decir. Dame las bolsas.


Nick no le hizo caso y caminó a su lado hasta el portal.


-Mira, la última vez que nos vimos dijiste todo lo que querías decir. Y ahora, vete. Vete y déjame sola. No tengo por qué soportar tus insultos otra vez.
-Solo quiero hablar, de verdad.
-¿De qué?


El no contestó, sencillamente se quedó esperando que abriese el portal. Irritada, Miley abrió la puerta y dejó que la siguiera.


Un mes antes lo habría sacado de quicio que ella mantuviera esa actitud hostil cuando, en su opinión, quien tenía derecho a estar furioso era él. Pero las cosas habían cambiado.


-Bueno, ya estamos aquí. ¿Te importa decirme qué quieres? -preguntó Miley, con las manos en las caderas.


La brisa la había despeinado, dándole ese aspecto de duende que nick amaba con desesperación.


-¿Cómo estás? 
-Bien.
-¿No vas a preguntarme cómo estoy yo? 
-No me interesa -replicó ella, cruzándose de brazos.
-Pues estoy fatal, aunque no te interese. 
-Me alegro. Te lo mereces. 
-No me lo estás poniendo nada fácil.
-Pues en ese caso, estás probando tu propia medicina.


Casi le daban ganas de reír, pero decidió no intentarlo para que no le saliese un sollozo. No pensaba darle la satisfacción de verla llorar. 


-Pareces delgada. ¿No comes bien?
-Como perfectamente. Además, ¿desde cuándo te interesa mi salud? ¿No recuerdas lo que dijiste? Solo soy una buscavidas que ha querido engañarte trazando un plan con su amante. 
-Sé que no has visto a joe desde que volvimos a Inglaterra.
-¿Qué?
-Ya me has oído -dijo nick, dejándose caer sobre una silla.
-¿Y cómo lo sabes? 
-Porque te he seguido. 
-¿Qué?
-¿Por qué insistes en hacerme repetir las cosas?
-¿Que me has seguido? -repitió Miley, atónita.
-Bueno, yo no, un detective.
-¿Cómo te atreves? 
-Tenía que saber...
-¡Tenías que saber! ¿Y te importa decirme qué es lo que tenías que saber?
-Si seguías viendo a ese hombre -contestó nick.
-¿Te refieres a joe, mi amante? ¿Y por qué querías saber si seguíamos viéndonos? 


Después de haber descubierto nuestro maléfico plan, no veo por qué te importa.


-¿Sabes lo que me ha costado venir aquí, Miley? ¡Me utilizaste y te merecías mis insultos!
-¡Sabía que no podías venir solo para hablar! ¡Sabía que vendrías a insultarme! ¡Vete de mi casa ahora mismo!
-¡Vas a tener el hijo de otro hombre! ¿Crees que eso no me duele? ¿Crees que me resulta fácil decir que me da igual de quién sea el niño mientras no te alejes de mí? -exclamó nick entonces-. ¿Crees que es agradable tener que contratar un detective porque no puedo soportar no saber qué es de tu vida?


¿Qué estaba diciendo? No podía estar diciendo que la amaba.


-Es tu hijo.
-Eso es imposible -dijo nick.
-¿Por qué es imposible? ¿Tu madre no te contó nunca lo de la cigüeña?


Él apretó los dientes.


-Es imposible porque yo no puedo tener hijos.


Miley abrió la boca, atónita.


-¿Te has hecho una vasectomía?
-¿Una vasectomía? ¿Yo? Yo nunca me haría una vasectomía. Siempre quise tener hijos -replicó él.


No pensaba que algún día tendría que confesar aquel secreto y la sensación de estar a merced de alguien era completamente extraña para él. Pero adoraba a aquella mujer y adoraría a su hijo, aunque no fuera suyo, aunque hubiera sido concebido con intenciones egoístas.


-Entonces, ¿cómo sabes que no puedes tener hijos?
-Porque cuando me casé con Nicole quise tenerlos inmediatamente y... como no pudo ser, fuimos al médico. Me dijo que no podría tener hijos.


-¿El médico te dijo eso?
-Bueno, Nicole fue a buscar los resultados. Fue ella quien me lo dijo. Sabía que yo no querría leer aquel informe...
-Te mintió.


Él levantó la cabeza.


-¿Qué?
-Que te mintió -repitió Miley-. Porque estoy embarazada de tu hijo, nick. joe y yo nunca nos acostamos juntos.


Una tenue esperanza empezó a florecer entonces, pero nick luchó contra la tentación de creerla.


-No puede ser.
-Por supuesto, solo hay una forma de enterarse. Volver al médico y que te hagan otra vez las pruebas -dijo Miley-. ¿Quieres decir que habrías mantenido al niño... aun creyendo que no era tuyo? -preguntó entonces.


El la miró, desafiante. Pero ese gesto le quitaba años de encima. Parecía un niño inseguro, intentando esconder que tenía miedo. Y Miley se murió de amor.


-¿Es culpa mía haberme enamorado de ti?
-¿Me quieres, nick?
-Ya empezamos... -murmuró él, apartando la mirada.
-Hazte las pruebas. El niño es tuyo. Y, por cierto, yo también te quiero -dijo Miley entonces, acariciando su pelo. Había intentando contener los sollozos, pero no pudo evitarlos-. Creo que te he querido siempre, incluso cuando me echaste de la oficina y de tu vida. Te adoro y no quiero que tengas dudas sobre tu hijo.


Era más fácil decirlo que hacerlo, pensaba nick dos días después, mientras esperaba que el médico le diera los resultados.


Miley apretó su mano para darle confianza.


-Estas pruebas son concluyentes -dijo el doctor Thomas, colocándose las gafas-. Es usted tan capaz de tener hijos como cualquier otro hombre sano. No entiendo por qué ha creído que no podía tenerlos. Puede tener docenas, señor jonas.


-¡Docenas! -exclamó nick-. ¡Miley, puedo tener docenas de hijos!
-¡Vaya!


Salieron emocionados de la consulta. Él parecía no caber en sí de gozo.


-Lo que no entiendo es por qué Nicole te mintió.
-Porque era su forma de insultarme. Nuestro matrimonio fue un fracaso de principio a fin, Miley. Ella nunca quiso tener hijos y, cuando discutíamos, sabía que esa mentira era una carta que escondía en la manga -contestó él, acariciando su estómago, no tan plano como antes-. Fui un loco por creerla. Y más loco aún por no creer que este niño es mío. 
-Ya te he perdonado, nick.
-Nunca he dejado de quererte, cariño. Pero tenemos una cosa pendiente. 
-¿Tiene algo que ver con una cama?
-Eso también. Pero no, yo estaba pensando en una boda.


El corazón de Miley se hinchó de alegría. Pero no por la boda, sino por el amor que veía en sus ojos.


-¿Cuándo, cariño?
-Lo antes posible -contestó ella.
-Voy a ponerme manos a la obra ahora mismo




FIN......

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