martes, 12 de junio de 2012

Huracan De Deseo- Capitulo 19


Miley miraba por la ventana de la cocina, con la cara entre las manos y una taza de té sin tocar sobre la mesa. Estaba lloviendo. No la lluvia salvaje que había visto seis semanas antes, en la isla, sino una típica llovizna inglesa. Fría e interminable.


Tres veces a la semana, contra los deseos de Nick, dormía allí.


-Déjalo. Es un apartamento muy pequeño y está lejos. Vente a vivir conmigo.


Ella se negó, aunque la tentación de despertarse cada mañana al lado del hombre que amaba era tan fuerte como un trago de agua para un sediento.


La realidad era que, a pesar de que hacían el amor apasionadamente en los sitios más inapropiados, Miley sabía que aquella pasión era algo transitorio. Estaba durando más de lo que ella había previsto, más de lo que le había durado ninguna mujer tras la muerte de su esposa, pero «amor» era una palabra que nick jonas no había pronunciado en ningún momento. Ni siquiera cuando estaba encima de ella, estremecido de pasión.


Miley se preguntaba cuál sería su reacción cuando le diera la noticia.


Iría a buscarla en media hora para ir a comer a las afueras de Londres. Después tenían pensado ir al cine para ver una comedia romántica por la que él había mostrado cero entusiasmo, pero que vería porque ella quería verla.


Qué fácil sería leer señales equivocadas en esos pequeños detalles. Qué fácil pensar que, quizá sin darse cuenta, Nick también la amaba.


¿Le habría pedido que se fuera a vivir con él si no la amase? ¿Lo encontraría mirándola a todas horas en la oficina si no la amase?


Pero si la amase se lo diría. De eso estaba segura. Y le hablaría de su vida. Le hablaría de todo, excepto de su difunta esposa. La única vez que intentó hablar de ello, nick cambió de tema inmediatamente.


Entonces, ¿qué iba a pasar?


Miley tomó un sorbo de té, esperando el golpecito en la puerta. Tenía llave del portar y también llave de su casa, pero solía llamar.


Y aunque estaba esperándolo, al oírlo se le hizo un nudo en el estómago.


Iba vestida de invierno, con unos pantalones de pana verde oliva y un ajustado jersey de color crema.


Desde que salía con nick había cambiado un poco de estilo. Seguía siendo conservadora, pero un poco más elegante, más atrevida. Fueron de compras juntos un par de veces y Nick protestó sin cesar porque no lo dejaba llevarla a las tiendas de diseño donde, según él, podrían comprar ropa bonita de verdad.


-Esnob -lo regañó ella.


Nick amenazó con castigarla por el terrible insulto. Y el castigo consistió en hacerle el amor tan apasionada, tan profundamente que seguía poniéndose colorada al recordarlo.


-Pensé que no ibas a abrir nunca -sonrió, abrazándola-. Llevo todo el día pensando en ti, bruja. ¿Y por qué te has puesto un jersey tan grueso? Así no puedo tocarte.                        -Porque hace frío.
-Pero no podré hacerte nada en el cine.


Miley soltó una carcajada. Nick también iba vestido de invierno y los colores oscuros le sentaban tan bien como los claros. Como era moreno de piel, seguía conservando el bronceado de la isla, mientras ella ya había perdido el suyo.


-Solo los adolescentes hacen cosas en el cine, tonto.
-Tú me haces sentir como un adolescente.


Jamás se había sentido tan vivo. Las noches de pasión en la isla habían continuado en Londres. No se cansaba de ella. Todo lo contrario. No duraría, por supuesto, pero por el momento Miley le parecía tan embrujadora como el primer día.


-¿Eso es bueno o malo? -preguntó ella, tomando su bolso. Había preparado un discurso, pero no podía decir nada. Se sentía incapaz.
-¿Tienes hambre?
-¿Qué?
-¿Tienes hambre? El restaurante al que vamos está a cuarenta minutos de aquí. Y luego tardaremos otros cuarenta minutos para llegar al cine.
-Veo que vas a sugerir alguna alternativa.


Más tarde, se dijo. Se lo diría más tarde. No quería estropear aquel domingo.


-Si eliminamos el restaurante a las afueras...
-¿Y qué hay del mejor pescado frito que iba a probar en toda mi vida?
-Como iba diciendo, si eliminamos el restaurante y vamos a un sitio que esté más cerca del cine, nos ahorraríamos al menos una hora y media. Y eso nos daría tiempo para...
-¿Para qué? -sonrió Miley.


Aunque no tenía ninguna duda. El brillo de sus ojos lo dejaba muy claro.
Seguía pensando que debían hablar antes de que terminase el día pero, como una cobarde, se dejó convencer.


-¿Tú qué crees? -sonrió nick, tirando del jersey-. Vaya, sin sujetador. Qué delicia -murmuró, acariciando sus pechos.


¿Cómo podía resistirse? ¿Cómo iba a encontrar la forma de decir lo que tenía que decirle.


Hacer el amor con él era como estar en el cielo. Era demasiado fácil posponer lo desagradable, incluso para una persona como ella, que siempre se enfrentaba de cara con las adversidades. Llegaron al cine cuando estaba empezando la película, pero Miley no podía concentrarse en la historia. Y en cuanto salieron al vestíbulo, le dijo que tenían que hablar.


-¿Aquí?
-No, aquí no. 
-Era una broma.
-Ya -murmuró Miley, mordiéndose los labios.


Era guapísimo. Todas las mujeres lo miraban con admiración y se preguntó si ella habría hecho lo mismo cuando estaba casado.


-¿Qué ocurre, cariño?
-Tenemos que hablar. Podríamos ir... 
-¿A mi casa?
-No, a tu casa no.


Ni a su casa ni a su apartamento. A ningún sitio donde la tentación de tocarlo fuera irresistible.


-Al tuyo entonces. 
-No.
-Pues me estoy quedando sin sugerencia. Es muy tarde y hace demasiado frío como para sentarnos en un banco.
-¡A la oficina!
Nick la miró como si hubiera perdido la cabeza.
-¿A la oficina? ¿Ahora, un domingo por la noche?
-Sí.


Él se encogió de hombros. Pero se preguntó si querría hablar de compromiso, de formalizar la relación. Y se preguntó también cuál sería su reacción si lo hiciera.


Sorprendentemente, no sintió ganas de salir corriendo, como cuando otras mujeres se lo habían propuesto.


Quizá deseaba irse a vivir con él, pero quería poner condiciones. Las escucharía, por supuesto. Lo estaba volviendo loco no tenerla cerca todos los días.


Aquella mañana se había despertado pensando en ella y no se sintió tranquilo hasta que la vio.


Tenía la sensación de que quizá Miley querría hablar de matrimonio. No habían hablado de ello hasta aquel momento, pero intuía que deseaba casarse. Y él la necesitaba, la necesitaba más que nada en la vida. Sus risas, sus comentarios, su forma de hacer el amor.


Pero, ¿la necesitaba tanto como para casarse con ella? El recuerdo de Nicole y las esperanzas que había puesto en su matrimonio volvieron entonces, recordándole por qué había jurado no volver a cometer ese error.


Solo cuando el taxi se detuvo delante del edificio, nick se dio cuenta de que habían hecho el viaje en silencio. Por primera vez.


Cuando la miró, vio que estaba jugando distraídamente con una cadenita que llevaba al cuello, un regalo de cumpleaños de su madrina.


-No será tan malo como imaginas -dijo Nick, apretando su mano.
-¿Qué?
-Sea lo que sea, no creo que sean tan malo, ¿no?


La oficina había dejado de parecerle un buen sitio. Al fin y al cabo, fue allí donde hicieron el amor por primera vez. Y en más ocasiones después de eso. Una vez incluso durante las horas de trabajo. nick sencillamente cerró la puerta y le hizo el amor en el sofá.


Pero era el único sitio al que podían ir.


-Y no tienes que poner esa cara. Parece como si fueras a un entierro.


A Nick se le ocurrió entonces que quizá no quería irse a vivir con él. Quizá todo lo contrario... quizá quería cortar la relación. Ese pensamiento le hizo un nudo en el estómago.


El rostro de Miley, normalmente transparente, era hermético en aquel momento. Y cuando subían en el ascensor no se apoyó sobre su hombro como solía hacer. Se quedó al otro lado, pensativa.


La quinta planta estaba a oscuras y nick fue encendiendo luces a su paso.


-Bueno, dime qué pasa -dijo cuando llegaron a su despacho-. A ver si lo adivino. Quieres formalizar la relación. Aunque no entiendo por qué no podíamos hablar de esto en tu casa o en la mía.
-Nick, yo...
-Siéntate aquí, a mi lado. No te quedes de pie como un juez.


Miley se sentó, pero no a su lado en el sofá, sino en la silla donde solía sentarse para tomar notas.


-Lo que quiero decirte...
-Te he pedido que vivas conmigo. Es mucho más de lo que he hecho con cualquier otra mujer. 
-Sí, pero lo que quería decir es... 
-Quieres cortar conmigo, ¿verdad?


¿Qué otra cosa podía ser? Lo que iba a decirle no tenía nada que ver con el matrimonio, ni con formalizar su relación. A juzgar por su palidez, parecía a punto de salir corriendo. 


-Nick...
-¿Eso es lo que vas a decirme? -la interrumpió él, levantándose.
-¿Quieres dejarme hablar? ¡Y deja de moverte, me estás poniendo nerviosa!
Nick levantó las manos en un gesto de paz y se dejó caer en el sofá de nuevo, intentando disimular su nerviosismo.


-¿Y bien?
-Estoy embarazada.




El silencio se alargó mucho más de lo que ella había esperado. Mucho más.


-Pensé que no estaba en época fértil en la isla, que no había posibilidad... y empecé a tomar la píldora en cuanto volvimos a Inglaterra. Pero calculé mal. No podía creerlo cuando me hice la prueba hace unos días, así que fui a mi ginecólogo. Me dijo que esas cosas pasan a veces, que la ovulación puede alterarse por un cambio de clima o por un acontecimiento inesperado...

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