Miley se despertó con un suspiro en los labios. Los rayos de sol entraban por la puerta, indicando que Nick ya había salido. Seguramente, estaría nadando, como todos los días por la mañana.
-Ese hombre debe de tener una constitución de hierro -murmuró. Apartó la mosquitera y trató de incorporarse, pero toda la habitación le daba vueltas y sentía la cabeza como si tuviera una orquesta de tambores en su interior.
Se recostó de nuevo sobre las almohadas y, al cabo de un rato, sintió que la habitación dejaba de girar.
En ese momento, vio que Nick le había dejado un vaso de agua en la mesilla junto con unos analgésicos.
-¡Qué detalle! -murmuró, aunque sin atreverse a mover la cabeza. En cuestión de unos minutos, se tomaría un par de pastillas. Mientras tanto, solo quería cerrar los ojos y no hacer nada.
Cerró los ojos, pero su mente empezó a darle vueltas a lo sucedido la noche anterior.
Al final, Nick había conducido la lancha de vuelta a la casa. Ella había estado demasiado mareada como para preocuparse.
¡Mareada! Esa no era la expresión correcta. Mas bien había estado borracha. Nick no, sin embargo, y no entendía cómo, después de todo el vino que había tomado. Aunque, quizá, no hubiera consumido tanto, pues más que beber lo que había hecho había sido hablar.
No, definitivamente él no había bebido tanto como ella. De otro modo, no le habría podido hacer el amor de un modo tan increíble como lo había hecho.
No podía recordarlo todo. Algunas partes eran confusas. Pero todavía podía sentir el placer que le habían provocado sus manos mientras la desvestían y la acariciaban, tan suave y cariñosamente. Sus boca también se había disuelto como azúcar sobre la de ella, mientras tenía un orgasmo detrás de otro.
Jamás había sentido nada como aquello. El estómago se le contrajo al recordar la sensación. Jamás se había sentido tan perdida en los brazos de un hombre. Recordaba vagamente haber gritado, pero después de eso su memoria se enturbiaba. Debió de quedarse dormida.
Y en aquel momento estaba allí, con un terrible dolor de cabeza, mientras que Nick nadaba en la playa lleno de vigor.
En ese instante, él entró. Su oscura silueta se dibujó en el vano de la puerta.
-¿Qué tal tu cabeza? -preguntó él y se acercó a la cama.
-Horrorosa. Muchas gracias por las pastillas. Me emborraché del todo.
-Ya me di cuenta. Y te pusiste muy cariñosa.
-No puedo negártelo, no me acuerdo mucho.
-¿No recuerdas nada?
Miley notó un tono extraño y no sabía si estaba ofendido o complacido por la noticia.
-No he dicho eso. Solo que no me acuerdo mucho. Pero sí recuerdo que estuviste estupendo, si eso es lo que quieres oír.
Él sonrió.
-Sí.
-Pero fue diferente.
A Nick se le encogió el estómago.
-¿Diferente? -preguntó, tratando de no dejarse llevar por el pánico-. ¿A qué te refieres?
Ella se encogió de hombros.
-Fue más dulce, más tierno. Diferente.
Nick sonrió aliviado.
-Bueno, no había prisa, porque no te empeñabas en apresurar las cosas.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Eres un tanto impaciente y mandona en la cama. Siempre dices cosas como: «más rápido, Nick», «más fuerte», «otra vez», «para», «no pares». La lista es infinita.
-¡Eso no es verdad! -negó ella.
-Quizá estoy exagerando un poco. Pero estuvo bien saber que podía tomarme mi tiempo y hacer exactamente lo que quería hacer con tu cooperación.
«¡Y fue increíble!», pensó Nick.
Cualquier reticencia sobre su plan de no usar condón había desaparecido en el instante en que se había puesto en acción. Saber que un niño podía ser la consecuencia de su encuentro, añadía una emoción que jamás habría esperado. Al notar cómo su semilla se plantaba en su cuerpo, había sentido que el corazón estaba a punto de estallarle de emoción.
En el momento en que ella se había dormido en sus brazos, había sentido cosas tan profundas e intensas que habían revolucionado toda su concepción del amor.
Haber visto a Delta aquella noche había sido lo mejor que le podía haber sucedido. ¡Qué necio había sido eligiendo una vida solitaria solo por miedo a que volvieran a hacerle daño! De acuerdo con que había necesitado una temporada encerrado en una cueva. Pero habían pasado años ya desde aquello, siempre manteniéndose a distancia de las mujeres, excepto para encuentros sexuales, y diciéndose a sí mismo y a todo el mundo que no quería casarse, que no necesitaba una familia. Cuando en realidad, era demasiado cobarde como para arriesgarse a que le hirieran su orgullo masculino por segunda vez. Tenía miedo a que lo rechazaran.
Pero ese temor había desaparecido. Iba a perseguir con tesón lo que quería, que era a Miley como esposa y como madre de su hijo o de sus hijos. No se iba a conformar solo con uno. A él no le había gustado lo de ser hijo único.
Sin embargo, no podía confesarle sus sentimientos a ella aún. Ni siquiera podía decirle cuánto la amaba. Todavía no estaba preparada para semejante noticia. Esperaría al momento adecuado, cuando la madre Naturaleza hiciera lo que tenía que hacer.
Tenía todas sus esperanzas puestas en que la noche anterior hubiera sido la definitiva. Pero, por si acaso, había preparado unos cuantos condones más. La verdad era que no había hecho jamás un esfuerzo tan placentero.
-¡No puedo soportar que la gente tenga un aspecto tan saludable cuando yo me estoy muriendo! -farfulló Miley.
-Lo que necesitas en un refrescante baño -sugirió Nick.
Ella gruñó.
-Muchas gracias, pero no. La cabeza me está dando demasiadas vueltas.
¿Crees que te podría engañar para que me prepararas un café?
Él se levantó de inmediato.
-¡Una humeante taza de café en el acto!
Miley gruñó otra vez. No solo saludable, sino lleno de energía. Incluso empezó a silbar.
La verdad era que Nick no era en absoluto como se lo había imaginado al principio. Sabía que le gustaban las mujeres y que el matrimonio y los niños no eran parte de su vida. Pero no era ni arrogante ni egoísta. En realidad era muy considerado y sensible. Aquella tal Delta debía de haberlo herido de verdad. ¡Estúpida rata! (Te apollo amiga ¬¬)
La muerte de su padre también lo había dejado marcado, no le cabía duda.
La noche anterior, le había contado que su padre había sido representante de una compañía vinícola, y que solía viajar continuamente por Nuevo Gales del Sur, vendiendo los productos a hoteles, clubs y restaurantes. Había muerto en un accidente nocturno por evitar atrepellar a un canguro. Por desgracia, su posición económica había sido bastante mediocre, por lo que había dejado a su viuda y a su hijo con muchas estrecheces.
Pero había sido un buen padre al que Nick adoraba. Compungido, este le había contado que lo único que le había dejado había sido una cámara de fotos y unos gemelos de Fantomas. Padre e hijo habían sido muy aficionados a los cómics de dicho personaje. Siempre los leían juntos por la noche. En una mudanza, Nick había perdido uno de los gemelos, así que había ordenado convertir el otro en un pendiente que jamás se quitaba por temor a perderlo. Sin duda, había querido mucho a su padre.
Era una pena que Nick no quisiera asumir una paternidad. Con el ejemplo de su padre, habría sido bueno.
Miley suspiró. Allí estaba la incorregible romántica otra vez. Lo próximo que esperaría sería que él entrara con la taza de café diciendo que había cambiado de opinión sobre lo que quería en la vida, le declarara su amor y le dijera que la amaba desesperadamente.
¡Poco probable!
-Aquí tienes tú café. Deja de suspirar y bébetelo. ¡Si ni siquiera te has tomado las pastillas para el dolor de cabeza! Tampoco te has bebido el agua. ¿Cómo piensas recuperar líquidos así? No te dejaré tomarte el café hasta que no hagas lo que debes. Y, de aquí en adelante, nada de alcohol. No te sienta bien.
Miley lo miró perpleja.
-¡Y aquí estaba yo, pensando que no eras el mandamás que había creído al principio! Me engañaba a mí misma. Además, el único motivo por el que quieres que me ponga mejor es para tener más de lo de anoche.
El esbozó una sensual sonrisa.
-Puede que tengas razón.
Miley se metió dos analgésicos en la boca y bebió agua.
-¿Una ducha o un baño de mar? -dijo él, deslizando la mirada a la altura de los sensuales pechos, que la sábana había dejado descubiertos.
Miley adivinó de inmediato adonde estaba mirando. Quizá no estuviera en forma, pero sus pezones sí lo estaban y se sentía tan húmeda...
-Creo que lo mejor es que me dé un baño -dijo ella-. Pero sola.
-Podría restregarte la espalda -le ofreció Nick.
-No.
-Aguafiestas.
-Y, después, me gustaría hacer algo poco energético, como jugar a las cartas.
-¿A las cartas? -repitió él secamente. Odiaba profundamente jugar a las cartas. Su madre era una fanática y solía obligarlo cuando no encontraba otra pareja.
-Hay muchos otros juegos, también -dijo ella, al notar su falta de entusiasmo.
Nick la miró con determinación. El único juego que quería era de naturaleza erótica. No podía permitirse perder aquellas críticas veinticuatro horas. Quizá estuviera ovulando en aquel preciso instante.
De pronto, tuvo una idea.
-De acuerdo. Pero tenemos que apostarnos algo.- Ella frunció el ceño.
-¿Te refieres a dinero?
-No. Eso no sería divertido.
-¿Entonces?
-Si tú ganas, podrás pedirme lo que quieras. Y viceversa.
-¿Estamos hablando de sexo?
-No necesariamente. Puedo pedirte que te vayas a nadar, o que cocines algo, o que me des un masaje.- «Sí, ya», pensó ella.
-No voy a decir que sí a cualquier cosa, Nick, especialmente si es sexual. Tiene que haber ciertas limitaciones.
-Entonces, nada excesivo, nada que a la otra persona no le guste.
¡Eso era demasiado ambiguo!
-No quiero que me vuelvas a atar a una hamaca otra vez -al menos no a la luz del día. Le resultaba embarazoso. ,
-De acuerdo. ¿A qué otra cosa quieres que te ate?
-¡Nick!
-Solo era una broma -claro que no quería atarla a ningún lado, lo que quería era hacerla madre.
Miley empezó a sentir su calor interior. Aquel era el tipo de cosas que a ella la excitaban. ¡Aquel hombre era un malvado!
-Déjame que me dé un baño y que desayune antes de nada -dijo ella, tratando de no sonar ansiosa-. Mientras tanto busca un juego que te guste.
Esperaba que encontrara algo en lo que él fuera excelente. Porque quería que ganara.
Nick eligió un ingenioso juego llamado Take It Easy.
Pero no requería habilidad sino suerte, y a veces se ganaba aun sin pretenderlo.
Cada ronda de tres se consideraba un juego ganado.
Miley ganó el primero, a pesar de no haber estado concentrada.
-¡Vaya! -dijo, tratando de que no se notara su decepción.
Nick la miró expectante.
-¿Y bien? ¿Qué cruel destino me aguarda?
-Dijiste que nada excesivo -le recordó-. Y también dijiste que no tenía por qué ser sexual -con un poco de suerte, la próxima vez perdería y la forzaría a hacer lo que él quisiera. Estaba dispuesta a esperar-. Querría un sandwich de jamón y queso y un vaso de zumo de naranja muy frío.
-¿Qué? -dijo él frustrado-. Pero si has desayunado hace media hora.
-Lo siento. Todavía tengo hambre.- Nick se quedó inmóvil en su sitio, mirándola, y ella se cruzó de brazos.
-¿No vas a cumplir tu castigo?
-Enseguida le sirvo, señora -murmuró él y se fue cumplir.
Cinco minutos más tarde regresó con un sandwich y un vaso de zumo.
Miley aceptó el plato y comenzó a comérselo muy despacio, fingiendo saborear cada mordisco. En realidad, no tenía hambre, pero no había sido capaz de pedirle ninguna otra cosa. El zumo de naranja le sentó bien pues, aunque ya no tenía resaca, aún necesitaba líquidos.
-¡Delicioso, Nick! -dijo poniendo el vaso sobre el plato y dejando ambos sobre una mesa-. Muchas gracias. ¿Seguimos jugando?
-¡Por supuesto!
Por suerte para ella Nick ganó la siguiente ronda.
-¡Madre mía! -dijo Miley.
-Es mi turno -respondió Nick con fría satisfacción.
Miley empezó a temblar en anticipación a lo que estaba por venir.
-Quiero que te quites el pareo -le pidió simplemente.
Al ver que no añadía nada más, lo miró desconcertada.
-¿Eso es todo? ¿Ya está?
-Sí. ¿Tienes algún problema?
Claro que lo tenía. Era mucho menos de lo que ella había esperado. Y, sin embargo....
De pronto se dio cuenta de que pretendía que se quedara allí sentada, jugando completamente desnuda. La idea la excitó.
La sangré comenzó a correrle a toda velocidad por las venas. Se levantó lentamente y se deshizo el nudo. Sus ojos se encontraron justo antes de dejar caer la tela sobre el suelo. En ese momento, el teléfono sonó.
-Deja el pareo ahí -le indicó Nick-. Seguramente llamarán de recepción para saber si queremos que nos traigan la comida.
-No puedo -respondió ella y lo agarró de nuevo, cubriéndose a toda prisa mientras se encaminaba hacia él teléfono-. ¿Diga?
-¿Miley?
-¡Demi!
-Siento molestarte -dijo su amiga con la voz temblorosa.
-¿Qué sucede?
-Es Lettie....
-¿Le ha sucedido algo?
-Ha muerto. Hace un par de noches, mientras yo dormía, se levantó y se fue a la calle desnuda. A menudo se quitaba la ropa. La policía la encontró en un parque, completamente helada de frío. Agarró una neumonía. La ingresaron en el hospital y me dijeron que iba a recuperarse, pero anoche le dio un ataque al corazón y no pudieron salvarla.
-¡Oh, Demi, lo siento!
-¿Sabes?, pensaba que me sentiría aliviada cuando muriera -dijo entre sollozos-. No te imaginas lo que ha sido mi vida últimamente. Días y noches eternos y sin sentido, porque sabía que jamás se pondría bien. Solo iría a peor. Solía tumbarme en la cama con la esperanza de que ella no se despertara al día siguiente. Pero ahora que ha muerto, no siento ningún alivio. Estoy destrozada. Miro su cama vacía y lloro y lloro. Por eso he tenido que llamarte. Necesito oír la voz de alguien en este mundo que me quiere.
Rachel no pudo aguantar más y rompió a llorar.
-Tranquilízate, Demi. Llamaré a mi madre y a mi padre ahora mismo y les diré que vayan a recogerte y que te lleven a su casa. Volveré a Sydney tan pronto como me sea posible.
-Pero... pero no puedes hacer eso -gritó ella-. Tu madre se enterará.
-¿De qué?
-De que no estás conmigo en Dream Island, sino con un hombre.
-No importa. Pensará que soy una malvada durante una temporada y ya se le pasará. No se te ocurra hacer ninguna tontería, ¿de acuerdo?
-¿Cómo cuál?
-Pues, emborracharte con el sherry de Lettie o acostarte con el jardinero.
-No tengo jardinero -respondió Demi-. Pero, si lo tuviera, me acostaría con él fuera como fuera. ¡Me siento tan sola, Miley.
-No por mucho tiempo. Quédate ahí, que voy a llamar a mi madre de inmediato.
-De acuerdo.
-Estás en casa, ¿verdad?
-Sí, claro.
Miley sintió un profundo dolor por su amiga. Parecía realmente deshecha.
-No te vayas a ninguna parte hasta que mi madre te llame.
-¿Adonde me iba a ir?
-No lo sé, de compras o al hospital...
-No pienso acercarme a ese hospital nunca más en mi vida.
Empezó a llorar otra vez.
-Por favor, Demi, no llores, que me vas a hacer llorar a mí -a Miley le empezó a temblar la barbilla.
-Lo... lo siento -farfulló Demi -. Lo siento.- Miley tragó saliva.
-No tienes que sentir nada. Trataré de conseguir un vuelo para hoy mismo, y, si no, para mañana. Mientras tanto, haz lo que mi madre te diga. Te atiborrará de bizcocho casero y té, pero no le digas que no. No te vendría mal engordar un poco. ¿Te das cuenta de que casi te has quedado sin esos dos maravillosos melones que tenías? No sabes cómo te los envidiaba cuando estábamos en el colegio. Se movían de arriba abajo. Volverás a recuperarlos. Confía en mí.
-Sabía que hacía bien llamándote -dijo Demi con un suspiro.
-De no haberlo hecho, me habría enfadado mucho contigo. Ahora me tengo que ir para preparar todo. Nos vemos pronto. ¡Cuídate!
Al colgar, Miley pensó en su madre. No le iba a gustar nada su engaño.
Pero no podía hacer nada al respecto.
Agarró de nuevo el auricular y llamó a recepción para pedir línea.
-Asumo que la luna de miel ha terminado. Miley se volvió hacia Nick, que estaba en la puerta.
-¿Cuánto has oído?
-Todo.
-Entonces sabes que tengo que volver a casa. Puedes quedarte durante el resto de las vacaciones, si quieres.
Él la miró como si estuviera loca.
-¿Y para qué quiero quedarme aquí solo? Sin ti, Miley sería una pérdida de tiempo. Me iré contigo a Sydney. Si no encuentras un billete para esta tarde, puedes decir en recepción que le ofreces el resto de las vacaciones a alguna pareja que se marche hoy.
-Es una idea excelente, Nick. Gracias.
-Soy bueno para otras cosas, aparte de para el sexo.
Miley frunció el ceño al oír una nota amarga en su voz. ¿Qué le pasaba?
¿Acaso pensaba que ella estaba contenta teniéndose que marchar?
-Escucha, lo siento mucho, Nick. Yo no esperaba algo así. Te aseguro que preferiría quedarme aquí contigo que volver a casa. Pero el destino ha decidido por nosotros. Demi realmente me necesita. No puedo fallarle.
-Aprecio mucho eso, de verdad. Admiro a la gente que está con sus amigos cuando lo necesitan. Supongo que por eso mismo me siento tan frustrado. El hecho de que ni siquiera hayas considerado la posibilidad de que esté contigo cuando tengas momentos difíciles me duele. Me tratas como si fuera una especie de gigoló contratado cuyos servicios ya no requieres. Creía que realmente te gustaba.
-Y... me gustas. Pero lo que hemos tenido aquí... Los dos sabíamos que este viaje no iba a ser más que una fantasía, nada que ver con la vida real. Creo que cuando lleguemos a Sydney cada uno debe irse por su lado.
-¿Eso es lo que crees? Pues yo no.
-¿Tú no?
-No. Lo que hemos tenido aquí ha sido fantástico, pero creo que lo que podríamos tener en Sydney sería mucho mejor. Podemos ser muy buenos amigos.
-Pero...
-No hay «peros». Te gusto y me gustas, además mucho. Somos sexualmente compatibles. Miley, tú no eres una mujer que pueda vivir la vida de una monja. Te gusta demasiado el sexo. ¿Qué otro hombre vas a encontrar que te dé lo que yo puedo darte? Puedo ser tu amigo y tu amante. ¿A quién vas a encontrar que pueda excitarte como yo? Es una combinación difícil de hallar.
Tenía razón, era su hombre ideal.
Demasiado ideal. Estaba segura de que acabaría enamorándose como una tonta de él. Y todavía estaba a tiempo de escapar.
Pero de pronto pensó en lo que Demi había dicho sobre su sentimiento de soledad. Miley sabía que tarde o temprano, estando sola en su casa de Turramurra, acabaría agarrando el teléfono y llamando a Nick para que fuera a verla.
«Toma lo que te ofrece», le dijo una tentadora voz. ¿Y si se enamoraba de él? Ya solucionaría ese problema cuando se enfrentara a él.
-Así que quieres que sea tu amiga de día y tu amante de noche.
-No. Quiero que seas ambas cosas de día y de noche. No sé por qué tenemos que relegar el sexo a la oscuridad.
Un erótico escalofrío la recorrió de arriba abajo. No tenía posibilidad alguna de resistirse a aquel hombre. Lo único que le quedaba era tratar de no perder el control.
-Tienes razón, Nick. Las cosas entre nosotros han ido mucho mejor de lo que jamás me habría imaginado que irían. Eres exactamente lo que necesito. Pero, por favor, no asumas que si continuamos con nuestra relación vas a poder dictarme cómo debo regir mi vida. Sé que no estás de acuerdo con mi decisión de tener un hijo por mi cuenta, pero pienso hacerlo y nada ni nadie va a impedírmelo.
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