Nick iba en silencio junto a Miley, mientras volaban hacia Sydney, planeando cuál sería su siguiente movimiento. Se había puesto furioso con el destino por haberlos interrumpido. Pero, al final, las cosas no habían salido tan mal. Miley había accedido a seguir viéndolo. En cuanto a su decisión de que nada ni nadie iba a impedir que tuviera un bebé, él era su mejor aliado. Esperaba dejarla embarazada antes de que tuviera que hacerlo de modo artificial.
El capitán del avión anunció en aquel momento que comenzaba el descenso al aeropuerto de Sydney. Miley se volvió hacia él.
-Te dejaré en tu casa de camino -le dijo.
-Muy bien. ¿Y mañana?
-¿Qué pasa mañana?
-¿Me vas a necesitar?
Ella lo miró sorprendida.
-Pensé que no querías que te tratara como a un gigoló -dijo ella agitada-. Esa pregunta ha sonado un tanto provocativa.
-Me refiero a si me vas a necesitar como amigo, Miley -se dio cuenta de que todavía le quedaba mucho camino antes de conseguir que confiara en él.
-Lo siento. No estoy acostumbrada a que los hombres quieran ser mis amigos.
-Pensé que Liam lo había sido.
-Sí, bueno, esa es la única excepción.
-San Liam -murmuró él.
-No tanto como aparentaba.
-No. Y bien, ¿nos vemos mañana?
Ella suspiró.
-Creo que debería pasar todo el día con Demi.
Nick no tenía otra opción más que aceptar su decisión. Lo que significaba que si no había concebido ese mes, tendría que esperar al siguiente.
No obstante, admiraba a Miley por el modo en que lo había dejado todo para ir a atender a su amiga. No había mucha gente capaz de algo así.
-¿Y pasado mañana?
-Es el funeral.
-Yo te llevaré.
-No.
-Sí. No voy a permitirte que me escondas como si fuera un desagradable secreto, Miley. Tu madre ya sabe que fuiste a Dream Island con un hombre. Te oí decírselo por teléfono. También me dio la impresión de que no le gustó y que te dijo una serie de cosas bastante desagradables. No me gustó eso. Me habría encantado haber podido quitarte ese teléfono y haberle dicho a tu madre la verdad.
-¿La verdad?
-Sí. Que no eres ni «barata» ni «fácil», que supongo serían los insultos que te estaría diciendo. Eres una mujer con mucha clase y yo soy el hombre más afortunado del mundo por poder tener una relación contigo. Eres, además, una amiga increíble y estoy seguro de que también eres una hija maravillosa. Alguien debería decirle a tu madre todas esas cosas algún día.
-Te agradezco mucho todos esos halagos, Nick. Pero perderías el tiempo. La pobre sufre de un doble salto generacional. Sigue viviendo en los cincuenta y no puede entender que me haya ido contigo nada más conocerte. No solo se quedó desconcertada, sino avergonzada. Tiene setenta años.
-Eso no es excusa.
-No, pero sí es un motivo. Ya se calmará. Entretanto, creo que lo mejor será que no le pongamos lo nuestro delante de la cara descaradamente.
-Miley -dijo él con firmeza-. Tienes treinta años. Hace mucho que eres una adulta. Si vas a vivir tu vida como quieres, creo que eso incluye cierto cambio de actitud respecto a tu madre.
-Eso es muy fácil de decir. Pero tú tampoco practicas lo que predicas. Me dijiste que tú también le mientes a tu madre. Incluso le has llegado a asegurar que algún día te casarás, lo que no piensas hacer.
-Todo eso pertenece al pasado. Voy a ser honesto con ella en el futuro -no tenía problema alguno, porque pensaba casarse con Miley.
-Ya. Qué pena que no vaya estar ahí para ver al nuevo Nick.
«Sí que vas a estar. No te preocupes por eso».
-Voy a ir contigo a ese funeral, Miley.Ya está decidido.
Miley lo miró perpleja. Aquel hombre era imposible.
-De acuerdo, pero luego no digas que no te lo advertí -respondió ella.
A eso de las cinco de la tarde del día del funeral, Nick empezaba a desear no haber sido tan terco.
Después de la misa, una vez en casa de los padres de Miley, él no hacía sino buscar algún rincón apartado en el que esconderse de las incisivas miradas de la señora Leticia.
Por desgracia, no había gente suficiente como para camuflarse. Miley y Demi habían sido acorraladas por una mujer gigante, dejándolo solo.
No le cabía duda de que a la señora Leticia su presencia le resultaba severamente insultante. Además, le desagradaban sus pendientes. No quería ni pensar en lo que habría sido si se le hubiera ocurrido ir sin afeitar y sin traje.
Nick ignoró las miradas asesinas de su anfitriona y se dedicó a llenarse el plato con comida. Después de comprobar que Miley y Demi seguían ocupadas, se encaminó al porche, donde había visto un asiento, con la esperanza de poder comer tranquilo.
Pero el destino no iba a estar a su favor. Se acababa de sentar cuando aquella mujer de pesadilla apareció por la puerta y se plantó delante de él. Nick levantó la vista del plato y trató de mantener un gesto impasible a pesar de que el corazón le latía con toda fuerza.
«Formidable» era la palabra que le venía a la cabeza para describir a la madre de Miley.
Sin duda, debía de haber sido una mujer muy hermosa en su juventud pues aún conservaba parte de su belleza. No obstante, su aspecto y vestimenta parecían haberse detenido en algún momento del pasado.
-Señor Jonas -comenzó a decir la mujer y luego se detuvo, y Nick pensó que no era porque no supiera lo que quería decir, sino porque trataba de intimidarlo.
Su estrategia funcionó. Pero no estaba dispuesto a dejar que ella se diera cuenta.
-¿Sí, señora Leticia? -respondió con frialdad, dándole un mordisco al sandwich.
-¿Podría hablar con usted en privado?
Él se encogió de hombros.
-Estamos completamente solos aquí. Así que siéntase libre de hacer o decir cuanto le plazca.
-Así es la gente de su generación, ¿verdad? Hacen y dicen con toda libertad lo que les place.
-Tenemos suerte, ¿verdad? No nos vemos obligados a seguir las hipócritas restricciones morales de su generación.
-¿Cómo se atreve? -lo reprobó la mujer con las mejillas enrojecidas por la indignación.
-¿Cómo se atreve usted, señora Leticia? Soy un invitado en su casa. ¿Es usted siempre tan ruda con sus invitados?
-Tengo todo el derecho del mundo a ser ruda con el hombre que se está aprovechando de mi hija.
-¿Eso es lo que usted piensa que estoy haciendo?
-Lo sé. Miley, en circunstancias normales, no se habría ido así como así con un desconocido.
Usted sabía que ella acababa de tener un desengaño muy fuerte. Pero eso no le impidió hacer lo que hizo, ¿verdad?
Nick decidió decir lo que realmente pensaba. No tenía nada que perder.
-No, claro que no me lo impidió. Y le diré por qué: porque estoy enamorado de su hija. Me enamoré nada más verla, y quiero casarme con ella –la mujer se quedó boquiabierta-. Todavía no se lo he dicho, porque no la veo preparada aún. No confía en el género masculino en este momento, y si le confieso lo que siento, no me creerá. Pensará que estoy con ella solo por el sexo, pero no es así.
-¿Quiere decir... que no se está acostando con ella?
Nick sonrió.
-Yo no he dicho eso. Su hija es muy hermosa, y yo no soy un eunuco. A lo que me refiero es a que tiene muchas cosas que ofrecer además de placer sexual. Es una mujer muy especial. Es una pena que su propia madre no se dé cuenta de todo eso.
-¡Claro que me doy cuenta! Pienso que es maravillosa.
-Pues me da la impresión de que no suele decírselo a menudo. Porque ella piensa que es una perdida.
-¡Yo no creo eso!
-Pues ha debido de sacar esa idea de algún sitio. Creo que si no empieza a demostrarle lo que realmente piensa, puede perderla, señora Leticia. Miley es una mujer independiente que no necesita que nadie le dé cobijo. Por eso mismo, no tiene por qué aguantar que la critiquen continuamente.
-Pero... pero... ¡Oh, Cielo Santo! Mi mala lengua y yo...
La mujer pareció genuinamente consternada y Nick sintió cierta pena por ella. Pero había sido muy brusca y necesitaba que alguien le plantara cara y defendiera a Miley.
-Necesita su amor incondicional -continuó él-. No que la quiera solo cuando hace lo que usted considera adecuado. Porque lo que a usted le parece lo correcto, puede resultar lo incorrecto, señora Leticia. Y, por favor, no le diga nada sobre mi confesión. Si lo hace, lo estropeará todo.
-¿De verdad que la ama?
-Mas de lo que creía posible. Voy a casarme con ella, señora Hunt, es solo cuestión de tiempo. La mujer sonrió complacida.
-Pero... pero eso es maravilloso. Lo que ha deseado durante toda su vida ha sido casarse y... ¡Oh! -la mujer se detuvo y comenzó a morderse el labio inferior-. Usted sabe que Miley desea desesperadamente un hijo, ¿verdad? ¿No será eso un problema? Sé que muchos hombres no quieren niños hoy en día.
Nick sonrió.
-No solo no es un problema, señora Leticia. Quizá incluso esa sea la solución.
-¿La solución? -la mujer pareció desconcertada durante unos segundos, hasta que, de pronto, sonrió-. Ya... ya entiendo.
-Asumo que Miley tendrá todo su apoyo y comprensión si consigo llevar a cabo mi plan con éxito.
Espero que no empiece a juzgarla y lanzarle piedras otra vez.
-Puedes confiar en mí, Nick.
-Me alegro, señora Leticia.
-Llámame Tish, por favor.
-Tish -dijo él con una sonrisa-. Deséame suerte, Tish.
-No creo que la necesites, sexy demonio.
-¡Tish! Me dejas anonadado.
-No soy tan vieja como para no ver lo que le gusta a Miley de ti. Pero no estoy segura de que no decirle que la amas sea la táctica adecuada.
-Confía en mí.
-Si tú lo dices... ¡He de confesar que me has sorprendido! Ahora tengo que regresar. Miley podría salir y pillarnos. Empezaría a hacerme preguntas extrañas. Ella piensa que no me caes bien.
-Me pregunto de dónde habrá podido sacar semejante idea.
Tish lo miró con una mezcla de sorna y culpabilidad.
-Eres un caradura, jovencito.
-No tan jovencito. Ya he superado la barrera de los treinta.
Ella se rio.
-Eso es muy joven para mí. Pero entiendo a qué te refieres -dijo la mujer y entró de nuevo en la casa.
Poco después, apareció Miley.
-Te he estado buscando. Mi madre me ha dicho que estabas aquí. ¿Qué le has dicho?
-Nada -dijo Nick fingiendo una calma que no sentía. Cuanto más tiempo pasaba con Miley más enamorado estaba de ella y más desesperadamente necesitaba que funcionaran sus planes-. ¿Por qué?
-Bueno, me ha sonreído y me ha dicho lo bien que le caías. No lo entiendo. Hace un momento te estaba lanzando miradas asesinas. Has debido decirle algo para que haya cambiado de opinión así.
-Le dije que tiene una hija maravillosa y que voy a casarme contigo.
Miley parpadeó desconcertada.
-iNo has hecho eso!
-Sí, claro que lo he hecho.
-¡Nick! Primero le mientes a tu madre y ahora a la mía. Pero mira, ha funcionado.
Nick estuvo a punto de confesarle que no era mentira, que realmente estaba loco por ella y que quería casarse. Pero sería una confesión demasiado prematura.
-¿Qué tal lo lleva Demi? -preguntó él cambiando de tema.
-No demasiado mal, la verdad. ¿Has visto a la mujer con la que estábamos hablando?
-¿La que parecía un acorazado?
-La misma. Se llama Alice McCarthy, y Rachel le hace arreglos de sastrería. Alice tiene un hijo...
-¿No me digas que es otra madre alcahueta? La pobre Demi va a tener que enfrentarse con un acorazado que intenta casarla con su hijo.
-¡No! Deja de ser paranoico. Además, Alice es realmente dulce a pesar de su aspecto. Ryan, su hijo, lo que requiere es una secretaria y Demi lo que necesita ahora mismo para superar todo esto es salir de donde está, o cada vez se sentirá más sola y desgraciada. Un trabajo es la solución perfecta. Tendrá que pasar una entrevista, pero Alice le va a pedir a su hijo que la acepte al menos una temporada.
-Pero ¿puede Demi hacer ese trabajo? ¿Ha sido secretaria antes?
-¿Que si ha sido secretaria? Tenía un alto cargo como secretaria de dirección en la Australian Broad casting Corporation.
-¿Y qué hace el hijo de Alice?
-Es un alto ejecutivo en una de esas empresas que tienen un trozo de varios pasteles: seguros, inmobiliarias. Ya sabes.
-¿Qué le pasó a la anterior secretaria?
-Al parecer era británica. Se fue a casa para la boda de su sobrina y decidió que echaba de menos su tierra y quería quedarse allí. Regresó solo para recoger sus cosas y pedir su dimisión. Tiene una secretaria temporal pero no funciona bien. Al parecer es demasiado despampanante y no puede concentrarse.
-Supongo que la más perjudicada será su mujer.
-Está divorciado.
-¿Qué problema tiene entonces con que la secretaria esté bien?
Miley suspiró. Sabía que un hombre como Nick no lo entendería. De haber sido él, habría tenido a la secretaria en su despacho todos los días a la hora de la comida, sin plantearse nada más.
-Los romances de oficina no son una buena idea, Nick -trató de explicarle ella-. Eso es algo que quizá no sepas, puesto que no has trabajado nunca en una y no eres una mujer. Cuando una mujer tiene un romance con algún compañero de trabajo, especialmente si es su jefe, es ella siempre la que se lleva la peor parte.
Él se rio.
-¡Qué forma tan delicada de decirlo!- Lo miró exasperada.
-¡Es que siempre tienes que encontrarle un sentido sexual a todo!
-Cariño, eres tú la que le está dando una connotación sexual. Pero si el tipo está divorciado, ¿qué problema hay en que su sexy secretaria flirtee con él?
-Quizá, sencillamente, no quiera mezclar el placer con los negocios.
-Pues yo creo que es un idiota. Pero, por lo que dices, Demi es la mujer perfecta para él. No es espectacular ni parece que le guste flirtear.
Le parecía más bien tímida y retraída. Eso sí, encantadora.
-Puede que ahora no resulte atractiva, pero en el pasado solía ser realmente hermosa.
-Me resulta difícil imaginármela -la Demi que había conocido no era en absoluto atractiva, aunque podía intuir ciertos rasgos de una pasada belleza, especialmente en sus ojos.
La dureza de cuatro años dedicados al cuidado de una anciana con Alzheimer habían hecho una profunda mella en ella. Tenía treinta y un años y aparentaba cuarenta.
-Lo que necesita es un poco de amor y cariño.
-Y un buen corte de pelo, ropa nueva y maquillaje.
-¡No seas ridículo, Nick! ¿Es que no me has oído? Lo que busca Ryan es todo lo contrario. Necesita alguien sensible y eficiente, que no lo ponga caliente.
-¡Claro! Se me había olvidado. Quizá debería ponerse gafas, porque tiene unos ojos muy bonitos.
-¿Verdad que sí?
-Y engordar un poco. Ese aspecto de anoréxica está muy de moda hoy en día. Puede resultarle deseable.
-¿Estás siendo sarcástico?
-No, claro que no. Y dile que se vista de negro para la entrevista. Le queda realmente mal. No como a ti, cariño -le susurró él-. Estás tan sexy que pareces un pecado.
-¡Ya está bien! -dijo ella con una carcajada.
Pero no quería realmente que parara. En cuanto la tocaba, sentía que se iba a volver loca si no podía estar con él de inmediato.
-Quédate en mi casa esta noche -le murmuró él.
-No puedo -dijo ella-. Me voy a llevar a Demi a Turramurra conmigo durante unos días. No quiero dejarla sola.
-¿Cuándo entonces?
-No lo sé. Ya te llamaré.
Nick no quería presionarla. Pero la deseaba, aún más, la necesitaba. Y no tenía nada que ver con dejarla embarazada.
Estar enamorado era un infierno, especialmente cuando ese amor no era correspondido.
Y estaba claro que ella no lo amaba. Todavía no. No tenía sentido que se engañara. Pero era un pensamiento entristecedor.
El proyecto que le había confiado a Tish Cyrus le pareció de pronto demasiado ambicioso. ¿Y si Miley jamás llegaba a enamorarse de él? ¿Y si no se quedaba embarazada?
Entonces no tendría nada.
Tenía que quedarse embarazada. Lo que significaba que no debía hacer nada para asustarla.
Tenía que conseguir que siguiera deseándolo.
-¿No me concedes ni una par de horas? -le sugirió-. Podríamos vernos después de que Demi se haya ido a la cama, tomar algo y encontrar un aparcamiento poco concurrido.
Miley lo miró desconcertada.
-¿Un aparcamiento?
-Sí.
-No lo he hecho en un coche desde que era adolescente.
Él sonrió.
-Yo tampoco.
-¿Tu coche tiene asientos reclinables?
-Tiene un enorme asiento trasero.
Ella lo miró, mientras sentía que el corazón le latía con fuerza.
-¿Y bien? ¿Qué contestas?
¿Qué le respondería?
Lo de siempre.
-Tráete protección.
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