miércoles, 13 de junio de 2012

Anhelo Secreto- Capitulo 13


Dos días más tarde Miley tuvo que admitir que Nick tenía toda la razón. Se lo estaba pasando en grande. Aquel hombre era justo lo que necesitaba en aquel momento.


No la dejaba ni a sol ni a sombra, eso sí, pero no se quejaba. Y lo cierto era que lo deseaba tanto como él a ella.


Era realmente divertido y juguetón, con esa pizca justa de malicia que a ella la excitaba tanto.


-¿Qué te parece? -le dijo ella mientras le enseñaba su nuevo bikini rojo.


Nick estaba tranquilamente desayunando en la terraza. Iba desnudo de cintura para arriba y llevaba un bañador largo. Estaba tan masculino.


Él la miró de arriba abajo y se deleitó con lo escandalosamente pequeño que era el traje de baño. Todo lo que se había comprado con el dinero de Liam había sido ligeramente picaro, quizá como resultado de su necesidad de rebelión y desafío.


Y, por supuesto, todo lo había comprado pensando en Nick.


El bañador que se había puesto el día anterior se transparentaba completamente cuando se mojaba.


No hacía falta decir que no le había durado mucho puesto...


-Date la vuelta -le pidió él.


Ella lo hizo, consciente de lo que la visión de sus glúteos con un tanga lo provocarían. Claro que esa era precisamente la idea.


-Bueno, ¿qué te parece?
-Me parece que deberías venir aquí -le dijo y se bebió lo que quedaba de zumo de naranja.
Se estremeció mientras se acercaba a él. ¿Qué iba a hacerle o a pedirle que le hiciera?


Cuando la tuvo cerca, él le tendió el vaso vacío.


-¿Qué es esto?
-He terminado. Pensé que te gustaría recoger la mesa.
-Pues estás muy equivocado.
-Entonces, ¿qué es lo que quieres? ¿O debería decir qué quieres que te haga? Si me lo dices con todo lujo de detalles, Miley, haré exactamente lo que me describas. Cualquier cosa que quieras.


A ella se le secó la boca.


-¿Cualquier cosa?
-Sí.
-Yo... no sé lo que quiero... Él le quitó el vaso vacío de entre las manos y lo puso sobre la mesa.
-Sí, claro que lo sabes -le murmuró, mientras retiraba los dos pequeños triángulos que apenas si cubrían sus senos y comenzaba a juguetear con sus pezones-. Sabes exactamente lo que quieres.
-Yo... -no podía pensar mientras él le hacía aquello. Sus pezones se habían endurecido y estaban muy sensibles.
-Dime... -le susurró él al oído. 


Ella se estremeció.


-No -respondió-. No puedo.
-¿Por qué?
-Porque me da vergüenza.
-Entonces seré yo el que te diga lo que quieres. Quieres que te de placer a ti primero, con la lengua, y sentir cómo me excito Luego quieres atormentarme con esa sensual boca que tienes.


Levantó la mano y le tocó suavemente los labios. Ella los entreabrió y automáticamente comenzó a lamerle los dedos.


-Sí, exactamente así -dijo él, sacando y metiendo el dedo en su boca-. Te gustaría hacerme eso, ¿verdad, Miley?


Ella se estremeció.


-Y luego -continuó él con un seductor susurró-. Querrás que te haga el amor como si no hubiera mañana. Quieres que vacíe tu mente y te haga sentir que no existe nada más que el calor del momento y el maravilloso deleite que viene después.


Sus palabras calientes se desvanecieron y sacó lentamente el dedo.


Solo se oía el pesado respirar de él.


De pronto, se levantó de la silla y la tomó en brazos. Pero en lugar de llevarla a la cama, adonde ella esperaba, se encaminó hacia la playa y la dejó sobre una tumbona. Luego corrió a meterse en el agua.


Cuando él regresó, un minuto más tarde, todo mojado y sonriente ella le lanzó una mirada asesina.


-Lo has hecho deliberadamente, ¿verdad? Me has calentado y luego me has dejado aquí, para hacerme esperar.
-No. Simplemente es que hablarte así me ha puesto tan caliente que he tenido que ir a enfriarme antes de que el desenlace fuera fatal. Pero ya estoy aquí, dispuesto a hacer de mis palabras acción. ¿Por donde empezamos, amor? ¿Lo quieres todo aquí mismo en la hamaca?
-No seas tonto. Esto se va a caer. Además, no tienes un condón aquí.
-La penetración no viene hasta dentro de mucho, por lo que tendré tiempo de llevarte al lecho. Ella se quedó boquiabierta.
-¿Quieres decir que vas a hacer exactamente lo que me has descrito?
-Todo.


Ella se ruborizó.


-Te va a gustar -continuó él-. Te lo prometo.


Comenzó a quitarle lentamente la parte de abajo del bikini y fue paso a paso cumpliendo sus promesas.


Y, efectivamente, le gustó, y le gustó demasiado.


Todo aquello iba a tener un desagradable efecto secundario: no iba a ser capaz de olvidarse de él después de aquellas dos semanas. Esa era la verdad. Iba a quererlo cerca durante mucho más tiempo.


¿Por qué? Esa era la pregunta. ¿Era por el modo en que podía hacer que se olvidara de todo? ¿Era por los orgasmos? ¿O era por algo mucho más peligroso que se había prometido a sí misma que no le volvería a suceder? ¿Se había enamorado?


Se dio la vuelta en la cama y lo observó, allí tendido, desnudo, con el pelo castaño revuelto sobre la almohada. Tenía los ojos cerrados y sonreía satisfecho.


Ella también sonrió. Quizá quisiera que se quedará a su lado solo porque le gustaba y porque a él también parecía gustarle ella.


Bueno, eso no era tan malo. Podía vivir con ello.


Finalmente, sus preocupaciones se calmaron. Se abrazó a Nick y se durmió plácidamente.


Hoy no vamos a pedir que nos traigan la cena, Miley -le dijo Nick-. Necesitamos levantarnos, vestirnos y cambiar un poco de escenario, hacer algo distinto durante unas horas.


Miley levantó ligeramente la cabeza y sonrió.


-Sí, Nick, pero no pretenderás que me levante y me vista en este preciso momento.


Él se sumergió en aquellos fríos ojos azules. ¡Cómo le habría gustado haber tenido la fuerza suficiente para decirle que sí! Que se levantara y dejara de atormentarlo, de hacerlo adicto a su cuerpo, a ella.


Era miércoles y habían vuelto a meterse en la cama poco después de haberse levantado de la siesta.


Al amanecer habían ido a bañarse después de apenas haber dormido. Se habían bañado desnudos, pues, al fin y al cabo, nadie los veía, nadie sabía lo que hacían en el agua o lo que hacían sobre la arena, o en la hamaca.


La hamaca...


Nick tragó saliva al recordar lo que le había hecho la noche anterior en la hamaca. Había utilizado el pareo de seda para atarle las manos por encima de la cabeza. Él jamás había hecho algo así. Ella tampoco.


Pero la imagen de ella allí, tendida bajo la luz de la luna, había sido más que excitante.



Miley ni siquiera parecía ella misma. Había tenido tantos orgasmos que él ya había perdido la cuenta. Al final, le había rogado que parara.


Pero no había podido detenerse hasta mucho después.


Al parecer, aquella tarde era ella la que no podía parar.


Lo besó una vez más y él gimió al sentir su calor,su humedad. Estaba a punto de llegar, lo sentía. 
Su grito de placer puso a Miley en alerta justo a tiempo. Se detuvo de inmediato.



-¿Tienes algún problema, mi amante? -preguntó ella con voz sensual, mientras agarraba los condones que estaban sobre la mesilla.


Él soltó una carcajada.


-Eres realmente cruel, ¿lo sabías?
-Ahora ya sabes cómo me sentí anoche -le dijo ella.
-Te gustó.
-Y a ti te está gustando esto. Así que ¿por qué no te tumbas y disfrutas?


El inspiró cuando ella se inclinó sobre él y atrapó su virilidad con los labios.


-No... -dijo él.
-¿No?
-No -negó él con la cabeza-. Ven aquí.


La tomó en sus brazos y la sentó sobre él, su pecho contra los senos turgentes de ella, y se abrió paso en su interior. Con un gemido primitivo, agarró sus glúteos y la movió de arriba abajo.


-¡Oh, Nick! -gritó ella, llegando al mismo tiempo que él.


La sujetó con fuerza mientras los dos se convulsionaban. Hasta que llegaron al final.


Aquello estaba yendo demasiado lejos, era demasiado, excesivo.


-Tengo que ir al baño -dijo él en un tono un poco brusco.
-No me dejes -le rogó, abrazándose a él.
-Lo siento, pero la necesidad impera.


Salió de su interior a toda prisa, atravesó la habitación y se metió en el baño. En cuanto cerró la puerta, se apoyó sobre ella y respiró durante unos segundos.


Luego, se acercó a la ducha. Entonces, miró su miembro.


«¡Oh, no!», se dijo. ¡Nunca antes se le había roto un condón! 


*CHAN CHAN CHAN CHAAAAAAN*



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