Pero estaba equivocada respecto a lo que quería de ella. No era solo sexo.
«Venga, sé honesto», le dijo una voz interior. «Hoy en día lo único que buscas es sexo. Tu objetivo cuando las fotografías y las llevas a cenar es conseguir acostarte con ellas, hasta que te aburres, lo que, al final, siempre sucede. Admítelo, eres tal y como te ha descrito Miley, solo piensas en ti. Desde que Delta te dejó no has vuelto a sentir nada. Miley hace muy bien en no querer nada contigo. Así que vuelve a trabajar, que es lo único para lo eres bueno.Vales para crear imágenes falsas. Las cosas reales son demasiado difíciles para ti».
Bajó murmurando, hasta que vio el móvil de Miley sobre la mesa. Era extraño el efecto que le provocaba un objeto de ella.
¿Se atrevería a hacer caso omiso de sus peticiones y a llevárselo de vuelta?
No. Ella le había pedido que no lo hiciera. Tenía que respetar eso. Se lo enviaría el lunes.
Con una extraña sensación de vacío y tristeza, volvió a su laboratorio y trató de meterse de lleno en su trabajo. Aquello era lo único que lo sustentaba en los momentos oscuros.
Pero, por segunda vez en el día, no fue capaz de concentrarse. Su mente estaba inundada de pensamientos sobre una persona
Miley se arrepintió de todo cuanto había dicho. El alcohol siempre la hacía hablar más de la cuenta.
Dio gracias de que, al menos, hubiera sido capaz de ponerse en su sitio al final y de haber tenido fuerza suficiente para vencer a la tentación.
Pero la verdad era que habría deseado decir que sí a todo lo que le ofrecía: las fotos, la cena, la cita y el sexo de después.
Miley cerró los ojos y pensó en ello.
De pronto, los abrió de golpe. ¡Su móvil!
¿Se lo enviaría o no? Sin duda había sido un poco brutal con él, a pesar de que cuanto había dicho era verdad. No había negado nada. De acuerdo, así que aquel hombre tenía una parte dulce. Pero muchos otros también la tenían. Sin embargo, ¿era real? Puede que fuera un experto y supiera que se cazan más moscas con miel que con sal.
Si era realmente dulce, entonces se lo enviaría por correo. ¿Y si no?
Miley se encogió de hombros. No podía preocuparse en aquel momento de aquel teléfono. Si no lo recuperaba, denunciaría su perdida y conseguiría otro. Después de todo, ya no tenía problemas económicos. Era una mujer rica e independiente. O, al menos, pronto lo sería.
Liam cumpliría con su palabra, lo sabia.
Miley se encaminó hacia la cocina de su madre mientras pensaba en Liam. ¿Sería realmente posible que cambiara de opinión respecto a Celia? ¿No estaría ella buscando una excusa para no tener que decirles a sus padres cuando volvieran que la boda había sido cancelada?
Pensar en la reacción de su madre hizo que se estremeciera. De no ser porque había bebido más de la cuenta, habría agarrado sus cosas y se habría marchado de inmediato a la casa que Liam le había ofrecido. Tenía un juego de llaves.
Por desgracia, en aquel estado solo le quedaba esperar y enfrentarse a lo que se tuviera que enfrentar.
Y fue bastante desagradable. Su padre se recobró cuando oyó la compensación que Miley iba a recibir a cambio, pero a la madre eso no le valió de nada. Cuando Miley les dijo que Liam había sugerido que utilizaran ellos el viaje de novios, la madre la miró con horror.
-¿Crees que yo podría ser feliz yéndome en lo que debería haber sido tu luna de miel? -exclamó-. No me extraña que Liam te haya dejado por otra mujer. ¡No tienes sensibilidad! Estoy segura de que llegó a la conclusión de que te casabas con él solo por el dinero. Así que te dio lo que querías y se fue a buscar en otra persona el amor y el cariño que necesitaba.
Miley se quedó perpleja ante las duras palabras de su madre.
-¿Piensas que me casaba con él solo por dinero? La madre se ruborizó, pero no por eso apartó la mirada.
-No estabas enamorada de él, de eso estoy segura. Te he visto enamorada y lo que sentías por él no era amor. Sé que lo planificaste todo con total frialdad para conseguir a ese hombre. Yo no dije nada, porque pensé que Liam habría sido un estupendo marido y un gran padre, y esperaba que, con el tiempo, llegaras a amarlo. Fingiste con él y has obtenido lo que te merecías.
-¡Un momento! -dijo el padre de Miley bruscamente-. Lo hecho, hecho está. Y, ¿quién sabe? Quizá sea lo mejor que haya podido ocurrir.
Puede que encuentre a alguien mejor a quien ame de verdad.
Miley miró a su padre agradecida por su intervención. Pero estaba a punto de llorar. Le dolía la falta de comprensión de su madre.
-Tengo que ir... a llamar a Demi -dijo ansiosa por salir de allí. Al menos Demi estaría de su parte.
-¿Y el resto de los invitados? ¿Quién va a hacer las cancelaciones?
-Yo lo haré, mamá.
-¿Desde nuestro teléfono? Miley cerró los ojos un segundo. Teléfonos. Eran los protagonistas del día.
-No -dijo ella-. Mañana me trasladaré a la casa que me ha dado Liam y llamaré desde allí.
-¿Te vas a mudar? -su madre pareció repentinamente muy triste.
Miley suspiró.
-Creo que es lo mejor.
-No... no tienes por qué hacerlo -dijo la mujer con la barbilla temblorosa-. Me da lo mismo la factura del teléfono.
Miley se dio cuenta en ese momento de que su madre se había dejado llevar por el dolor y la decepción. Siempre había querido ver a su única hija casada. De pronto, eso parecía realmente improbable.
Su madre tenía razón en algunas cosas que había dicho. Porque, efectivamente, lo había planificado todo con total frialdad para conseguir a ese hombre, y no podría volver a hacerlo.
Pero, entonces, ¿qué le quedaba? ¿Volverse a enamorar del hombre equivocado?
No. No estaba dispuesta a eso tampoco.
-No pasa nada mamá -se acercó a su madre y la abrazó-. Todo irá bien.
Su madre se echó a llorar e Miley hizo grandes esfuerzos para no unirse a ella.
Su padre la miró.
-Vete a llamar a Demi, anda. Yo me ocupo de ella.
Demi era la única buena amiga de Miley, y la que habría sido la dama de honor de su boda.
-¿Puedes hablar? -le preguntó Miley-. ¿Llamo en mal momento?
Demi dedicaba su vida a cuidar a su madre adoptiva, que tenía Alzheimer. Llevaba haciéndolo cuatro años de su vida con total dedicación y, aunque lo hacía por amor, su existencia era triste y con poca ocasión para la diversión. La decisión de ocuparse de la mujer después de que su marido la abandonara le había costado su trabajo como secretaria de dirección en una gran empresa de medios de comunicación, la Australian Broadcasting Corporation, y una separación. El sacrificio no es una virtud que los hombres aprecien.
Demi sobrevivía haciendo arreglos de ropa en casa. Sus únicas diversiones eran leer y ver la televisión, y una noche al mes que Miley le pagaba a su amiga para que pudiera salir. La noche anterior había sido esa especial ocasión y Demi y Miley habían ido al casino a cenar y a ver un espectáculo.
-Sí, sí puedo -dijo Demi-. Lettie está durmiendo, gracias a Dios. Ha tenido un día terrible. Ni siquiera me reconocía. O fingía no hacerlo. Siempre que salgo me lo hace pagar. No le gusta que nadie la cuide más que yo.
-Pobre Demi. Siento llamarte con malas noticias.
-¿Qué ocurre?
-No hay boda.
-¡Ese miserable bastardo! -fue la respuesta de su amiga.
-¿Qué te hace pensar que ha sido él quien la ha cancelado?
-Te conozco, Miley. Tú no habrías dejado a Liam por nada. Y, ¿por qué ha sido? ¿Por otra mujer?
-¿Cómo lo has adivinado?
-Todos son iguales.
-Mi madre me culpa a mí. Dice que Liam se ha ido porque necesitaba amor.
-¿Le has contado que no era una relación realmente romántica?
-No. Lo ha adivinado ella.
-Bueno, tenía unos cuantos datos para acertarlo. Liam no era tu tipo habitual. Era demasiado tradicional y responsable.
-Pues resulta que no era tan recto como parecía. Al menos no desde que ha conocido a la sensual Celia.
-¿Y quién es esa Celia?
-La conoció ayer y es la hija de la amante de su padre.
-¿Qué? -Demi se atragantó-. ¿Podrías repetirme eso?
Lo hizo y continuó con el resto de la historia.
Miley tenía que reconocer que era fascinante. No todos los días un hijo, para quien su padre era todo un héroe, descubre que su adorado progenitor había estado engañando a su madre durante veinte años. Y tampoco todos los días ese hijo se mete en la cama con la hija de la amante de su padre a la hora de conocerla.
Miley seguía pensando que Liam no podía estar enamorado de esa tal Celia. No obstante, estaba segura de que, en aquel momento, estaría con ella en el nido de amor secreto de su padre.
Sonaba como un capítulo de un culebrón. O más bien como la serie completa.
Rachel escuchó incansable el relato durante quince minutos.
-Supongo que no le contarías a tu madre todo eso -dijo al final.
-No. Solo le he dicho que se ha enamorado de otra persona y que no se sentía capaz de seguir adelante con la boda.
-Bueno, al menos ha tenido la suficiente decencia como para ser honesto.
Normalmente, los hombres se quedan con las dos tartas, como hizo el padre de Liam.
-Sí, ya lo sé. Pero también me he planteado si no es posible que en breve se dé cuenta de que no se trata de amor, sino solo de deseo.
-Podría ser. ¿Te casarías con él si cambiara de opinión?
-Sin pensármelo un segundo.
-Entonces no debería modificar mi vestido de dama de honor aún.
-Quizá no.
-Y tal vez, tú no deberías cancelar ni la recepción, ni el pastel, ni el fotógrafo hasta dentro de un par de días.
Miley habría preferido que no mentara al fotógrafo. No quería pensar en Nick.
-¡Vaya! Lettie me está llamando -dijo Demi-. Es increíble cómo recuerda mi nombre ahora que estoy al teléfono. Bueno, tengo que irme, Miley. Lo siento, pero...
-No me digas que seguro que, a la larga, será mejor -le advirtió Miley. Demi se rio.
-De acuerdo, no te lo diré. Llámame.
-Lo haré.
Nada más colgar, Miley decidió ponerse a hacer la maleta. Estaba vaciando los cajones de la cómoda, cuando su madre entró en el dormitorio.
-Me siento muy mal por todo lo que te he dicho antes, Miley. Tu padre me ha reprendido.
-No te preocupes, mamá. Sé que ha sido porque estabas triste.
-Sobre lo del dinero... Sé que no te casabas con Liam solo por su situación económica, y que realmente él te gustaba.
-Claro que me gustaba.
-¿Tú... tú crees que, quizá, no se habría ido con esa otra chica si te hubieras acostado con él antes de la boda?
Miley se volvió hacia su madre.
-Mamá, sí me acosté con él antes de la boda. Bastante a menudo.
-Vaya...
-Y le gustó mucho.
-Ya...
-El sexo no era el problema, sino la pasión.
-¿Pasión?
-Sí, ese sentimiento que tienes cuando miras a la otra persona y sientes unos deseos irreprimibles de estar con ella.
-¿Ganas de meterte en la cama, quieres decir?
-Sí. Liam y yo nunca sentimos eso el uno por el otro.
-Yo solía sentir eso por tu padre -susurró su madre-. Al principio de casarnos. Sé que él también lo sentía por mí.
Miley sonrió.
-Eso es bueno, mamá. Así es como debe ser.
-Quizá tu padre tenga razón y encuentres a alguien de quien te enamores y se enamore de ti.
-Eso espero, mamá -habría sido muy cruel decepcionar a su madre con sus preocupaciones. El sueño de aquella mujer era ver a su hija vestida de novia. Miley había tenido el mismo sueño.
Pero ya no.
-¿Te vas a mudar? -preguntó la madre llorosa. Miley dejó de hacer lo que estaba haciendo.
-Mamá, tengo treinta años. Soy una mujer adulta. Tengo que tener mi propia vida. Regresé aquí solo temporalmente porque era lo que me convenía hacer antes de la boda.
-Pero... pero me gusta tenerte en casa. Me haces compañía -dijo la madre. Miley pensó que el cumplido llegaba demasiado tarde-. Además, cocinas muy bien. Tu padre y yo vamos a echar de menos tu comida.
Miley le dio un abrazo a su madre.
-Puedo venir a cocinar de vez en cuando, ¿de acuerdo?
-Me vale con que vengas a vernos, que no te distancies.
-No me distanciaré, te lo prometo.
-¿Perdonas a tu vieja madre? Miley sonrió.
-¿Y tú me perdonas por no darte nietos?
-Tener niños no lo es todo. -Miley la miró con tristeza.
-Eso me lo dice una mujer que ha tenido cinco.
-Por eso mismo lo sé muy bien. Lo que necesitas es encontrar al hombre adecuado. Los niños vendrán después.
-¿No crees que lo he estado intentando?
-No lo suficiente. Eres una chica muy guapa. Deja que la naturaleza siga su curso.
Miley estuvo tentada de decirle que su naturaleza siempre la llevaba por el camino equivocado, en brazos de hombres que no querían tener hijos.
Pero era muy tarde para confesar algo así. Jamás le había dicho a su madre la amarga verdad acerca de sus novios y hacerlo en aquel momento no haría sino empeorar las cosas a ojos de su madre.
-¿Estás segura de que no quieres ir de vacaciones a la isla que habíamos elegido para nuestra luna de miel? -le preguntó, pensando que un cambio de tema le vendría bien.
-Estoy segura. Soy un poco mayor para ese tipo de cosas. Escucha, ¿por qué no te vas tú?
-No es un lugar para ir sola.
-Pues vete con alguien.
Miley inmediatamente pensó en Nick. ¡Seguro que diría que sí a un viaje como aquel con todos los gastos pagados!
Era una idea tentadora. ¿Se atrevería a hacer algo así? ¿Podría hacer algo como eso, sin dejarse llevar emocionalmente?
Quizás sí que podía. La experiencia con Liam la había cambiado y la había hecho mucho más dura. Por una vez había perseguido lo que quería, había escuchado a su cabeza y no a su corazón. Incluso se había acostado con un hombre al que no amaba y lo había disfrutado. En su mente el sexo ya no estaba irrevocablemente unido al amor.
Solo porque Nick era el tipo de hombre del que ella solía enamorarse no significaba que eso le fuera a suceder otra vez. Además, tenía la ventaja añadida de saber de antemano que no estaba interesado ni en el matrimonio ni en tener hijos. No podría engañarse sobre un futuro con él.
No sería más que un juego pasajero, un bálsamo para su orgullo herido, ¡además de un placer para su cuerpo!
Después de lo sucedido y de que tendría que pasar los próximos quince días cancelando todo lo contratado para la boda, iba a necesitar un reconstituyente. ¿Y qué mejor bálsamo que yacer en los brazos de un hombre en una isla tropical?
-¿Miley?
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