martes, 12 de junio de 2012

Huracan De Deseo- Capitulo 6


De modo que no le había contado nada. Nick dejó escapar un suspiro de alivio.


Pero aquello solo era la punta del iceberg. Tenía que saber cómo habían terminado haciendo el amor.


—Un comportamiento poco apropiado —murmuró, tomando distraídamente la pluma.


Mejor eso que mirar a Miley. La pobre se ponía colorada cada vez que lo hacía. Pero claro, seguramente nunca hasta entonces lo había encontrado repulsivo.


—Mira, yo creo que es mejor dejarlo estar...
—¿Alguna vez has ahogado tus penas en alcohol? ¿Te has comportado como una idiota, sin pensar en las consecuencias?


Por supuesto, él se veía como un idiota por haber hecho el amor con ella, pensó Miley Y eso le dolía. Aquella conversación habría sido completamente diferente si ella fuera una belleza, una mujer sofisticada, de su mundo.


—Solo me emborraché una vez, cuando tenía dieciocho años, y tuve una resaca tan horrible que no volví a hacerlo. Pero como te decía...
—Supongo que tú nunca has tenido esa necesidad —murmuró Nick.
—No, creo que no.


Por supuesto, la inocencia estaba escrita en su cara. Una inocencia que él había manchado como un maníaco, como un pervertido. Por primera vez, se preguntó cómo sería la vida de su secretaria. Nunca lo había pensado antes, pero claro, antes estaba tan involucrado en su propia pesadilla doméstica que no tenía tiempo para pensar en los demás.


—¿Qué haces cuando no estás trabajando?


Miley lo miró, sorprendida.


—¿A qué te refieres?
—¿Sales mucho? ¿Vives con más gente? ¿Por eso viniste a trabajar el viernes a última hora, porque no soportabas a tus compañeros de piso?


Entonces pensó que no era virgen. Y recordó sus pechos, moviéndose delante de su cara, aquel cuerpo frágil aplastándose contra su rígida erección...


—No, no vivo con nadie. De hecho, tengo mi propio piso. Está en una antigua casa victoriana convertida en apartamentos. No está en la mejor zona de L.A, pero a mí me gusta.
—¿Y sales mucho?
—Llevo una vida social normal y corriente, supongo.


Sería mucho más normal si no se pasara el tiempo soñando con su jefe, pensó. Pero él nunca lo sabría.


—¿Qué sueles hacer?
—Voy al cine, salgo a cenar con mis amigos... 
—¿Con hombres?
—A veces.
—¿Y no tienes novio?


Era una pregunta demasiado personal, pero Nick pensó que las circunstancias lo permitían. Hacer el amor con ella había sido... muy excitante. O eso le parecía al recordarlo. Pero su apariencia, tan dulce, tan inocente, era un extraño contraste.


—No creo que eso sea asunto tuyo —contestó Miley.
—Tienes razón. Y estoy seguro de que si lo tuvieras, nunca habrías...


No terminó la frase, pero no hacía falta.


—No, claro.
—Lo cual me lleva a algo que lleva dando vueltas en mi cabeza todo el fin de semana.


Miley sabía lo que iba a preguntarle. Quería saber por qué se había acostado con él. Y tenía que contestar algo que no fuera la humillante verdad: que había sido incapaz de resistir, que el amor que sentía por él era demasiado fuerte como para decirle que no. La tocó y, sencillamente, perdió la cabeza.


—¿Qué?
—¿Por qué?


Ella aparentó pensarse la respuesta durante unos segundos. Pero necesitaba más tiempo.


—¿Por qué... qué?
—Estabas trabajando aquí tranquilamente... y entonces llegué yo. Confieso que me sorprende que no salieras corriendo.
—Yo no soy de las que salen corriendo. Además, me di cuenta enseguida de que habías bebido y solo me quedé para comprobar que estabas bien.
—¿Y?


Nick quería saber si la había forzado. No se creía capaz de tal cosa, pero el alcohol puede cambiar a un hombre. Y él no estaba acostumbrado a beber tanto.


—No te entiendo.
—Tengo que saber si me aproveché de ti, Miley.
—¿Aprovecharte?
—Deja de repetir todo lo que digo, por favor. Sabes muy bien a qué me refiero. ¿Te forcé contra tu voluntad?
—No —contestó ella.
—¿Usé mi posición para obligarte? ¿Te dije que podrías perder tu trabajo o algo así?
—No. ¿Crees que no tengo voluntad, me crees una niña? —replicó ella, sintiéndose insultada. 
—No, claro que no. Solo quiero saber lo que pasó.
—¿Para qué? —preguntó Miley, poniéndose colorada—. ¿Para qué sirve hacer un post mortem de lo que pasó? Yo pensaba hacer como si...
—¿No hubiera pasado nada? ¿Esconder la cabeza en la arena, como un avestruz? Necesito hablar contigo de esto porque eres mi secretaria y porque si alguno de los dos no se siente capaz de mantener esta relación laboral, tendré que enviarte a otro departamento.


Si descubría que había hecho algo poco honorable, se vería obligado a librarse de ella. Haber hecho el amor con su secretaria no significaba nada más para Nick Jonas.


—Puedo dimitir si crees que ya no puedes trabajar conmigo.
—No estoy diciendo eso...
—¿Ah, no? Pues a mí me lo parece.
—¿Puedes decirme, con la mano en el corazón, que podrás seguir trabajando para mí como si nada hubiera pasado?
—Sí —contestó Miley —. Ocurrió, pero nunca debió haber ocurrido.
—¿Quizá porque tú también lo deseabas?


La pregunta estaba tan cerca de la verdad que a Miley se le aceleró el corazón. Pero tenía que encontrar una excusa, tenía que encontrar una explicación...


—Si quieres saberlo, lo hice... porque me diste pena.

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