martes, 12 de junio de 2012

Huracan De Deseo- Capitulo 9


Joe podría no ser un compañero muy emocionante, pero se reían juntos y su relación era muy agradable.


—Pues sí, tengo una cita.
—¿Y desde cuándo sales con él? ¿0 sales con varios a la vez?


Nick sabía que estaba comportándose como un patán arrogante, que aquello no era asunto suyo y que no tenía ningún derecho a hacer esas preguntas, pero no podía evitarlo.


De hecho, debería alegrarse de que Miley saliera con otro hombre. Si tenía novio, podía dejar de pensar en ella.


Desgraciadamente, ese pensamiento no lo aliviaba en absoluto.


—Yo no suelo salir con varios hombres a la vez.
—¿Me estás censurando?


Miley miró su cuaderno. ¿Cómo podía Joe competir con aquel hombre formidable? Sin embargo, su amabilidad, su dulzura, eran lo que le gustaba de él.


—No te estoy censurando. Ya eres mayorcito para hacer lo que te dé la gana.


Pero no quería seguir hablando del tema.. Suficientemente doloroso era saber que Nick salía con mujeres, tener que pasarle llamadas... Estaba intentando olvidar a su difunta esposa en los brazos de una sucesión de mujeres, modelos en su mayoría. 


—¿Y cómo se llama el afortunado? 
—Joseph.
—¿Cómo lo conociste? Y no me sorprendas diciendo que fue en una discoteca.
—¡Las discotecas no son para mí! —replicó ella, indignada.
—No, solo quería decir.., bueno, da igual. 
—Nos conocimos en una cena. Nos presenta remos unos amigos comunes.
—¿Y qué hace ese tal Joseph? 
—¿Qué hace?
—¿Cómo se gana la vida? Supongo que tendrá un trabajo, ¿no?
—Es director administrativo en una gran empresa.
—Ah, contable.


Miley apretó los dientes. Pero no pensaba morder el anzuelo.


—Bueno, el caso es que esa es la razón por la que no puedo quedarme esta tarde. Llamaré a Terri. ¿A qué hora quieres que venga?
—A las seis menos cuarto —contestó Nick—. ¿Qué obra iran a ver?
—Un musical, en el Apolo —dijo ella, levantándose—. Joe tiene un amigo en el teatro, por eso ha conseguido entradas.
—Ah, qué bien. ¿Y después irán a cenar?


Miley no daba crédito. ¿Por qué tanto interés? Nunca le había preguntado por su vida.


—Pues sí. Iremos a un restaurante francés de Covent Garlen, el Café Benedict —contestó, antes de entrar en su despacho.


Nick seguía ensimismado en el trabajo cuando Miley se despidió, a las cinco. Lo hizo a toda prisa, esperando que no insistiera en que debía quedarse a la reunión. 


Aunque ella sabía mucho más de la empresa que Terri y tenía relaciones con los clientes, 
estaba segura de que su compañera podría tomar notas sin ningún problema.


Aquella noche, quizá como reacción tras su charla con Nick, se arregló especialmente para salir con Joe. Como no hacía frío, eligió un vestido de punto de color café que le llegaba por encima de la rodilla y sandalias de tacón alto.


A Joe pareció gustarle mucho el atuendo. Apareció en su casa con un ramo de claveles blancos y lanzó un silbido de admiración que hizo reír a Miley.


—¿Te ríes? Deberías haberte desmayado —bromeó Joe.
—Lo haré dentro de un momento, en cuanto ponga las flores en agua.


Era un chico muy agradable, con el que podía hablar de todo. Llevaba 2 meses saliendo con él y, aunque no habían pasado de los besos en el coche, estaba segura de que en la cama sería dulce y generoso.


No sería como la montaña rusa que había experimentado con Nick Jonas


El simple recuerdo la hacía temblar.


—Deberíamos hacer esto más a menudo —dijo Joe, cuando salían del teatro—. Una obra en vivo es más emocionante que en la pantalla.


Miley sonrió. Joe era un chico encantador. Y un buen partido. A sus padres les gustaría con toda seguridad. Pero si conocieran a Nick Jonas sacarían los ajos, se santiguarían y llamarían a un sacerdote.


—Cuando uno sale del teatro, ve la vida de una forma más alegre, ¿,verdad?
—Desde luego que sí. Es tan difícil olvidarse del trabajo —suspiró Joe, abriendo la puerta del carro.
—Dímelo a mí. He tenido una bronca con mi jefe porque no podía quedarme a trabajar esta tarde.
—Si quiere que hagas horas extra, debería avisarte con tiempo.
—Nick Jonas solo vive para el trabajo y cree que los demás también tienen que hacerlo.


Muchas veces lo encontraba por la mañana despeinado y sin afeitar porque había dormido en el despacho. Y lo asombroso era que, al día siguiente, podía seguir funcionando como si tal cosa.


—Un adicto al trabajo —asintió Joe—. Es lo único que les interesa. Se les olvida pasarlo bien, 


Miley disimuló una sonrisa. Si había un hombre en el mundo que lo pasara bien, ese era Nick. Después de un cortísimo período de luto, se había lanzado a las fiestas con absoluta determinación.


—Yo prefiero trabajar lo necesario, sin poner en peligro las oportunidades de ascenso, y pasar el resto del tiempo disfrutando de la vida —siguió Joe—. Cauro esta noche, por ejemplo.
—Me parece muy buena idea.
—Ir al teatro, cenar con una chica preciosa... ¿Dónde podría encontrar algo mejor?
— preciosa?, gracias —sonrió Miley.
Joe le dio un beso en los labios.
—Eres preciosa. Eso es lo que le he dicho a mi madre, que está deseando conocerte. Creo que ya oye campanas de boda.


Ella lo miró, sorprendida.


—¿Campanas de boda? ¡Pero si solo llevamos unos meses saliendo!
—Se lo he dicho, pero ya sabes cómo son las madres. Tengo 29 años y empieza a pensar que nunca será abuela.
—Pensé que solo las mujeres se preocupaban por su reloj biológico —Miley
—Sí, claro, pero la verdad es que también yo prefiero ser padre a los 29 que a los 60. ¿Para qué vas a tener un hijo si eres demasiado viejo como para cuidar de él?
—En eso tienes razón. Bueno, háblame del famoso Café Benedict. ¿Has estado antes? Espero que no sea un pretencioso restaurante francés donde uno se pasa horas intentando descifrar la carta. No hablo francés.
—No te preocupes, yo sí. Admítelo, soy un buen partido.
—Lo admito —rio Miley.


Poco después llegaban al restaurante, que tenía una pista de baile con una orquesta de jazz. 


—¡Es un club nocturno! Si me lo hubieras dicho, me habría puesto algo más adecuado. 
—¿Más adecuado? No sabes lo sexy que estás con ese vestido —sonrió Joe—. Además, no es exactamente un club nocturno. Es un restaurante con música.
—Ah, estupendo, así podremos reducir calorías después de cenar.
—Si yo supiera bailar...


Mientras el camarero los llevaba hacia la mesa, Miley se sentía contenta, relajada. Y más después de una copa de vino y el delicioso filete de lenguado con crema de champaña. Joe hablaba de teatro, le decía cosas bonitas...


—No has contestado a mi pregunta. 
—¿Qué pregunta?
—Sobre lo de que esta relación sea algo permanente.
—¿Permanente? —repitió Miley —. ¡Joe, si prácticamente acabamos de conocernos!
—Pero yo sé que he encontrado a la mujer de mi vida. Además, tú misma has reconocido que soy un buen partido.
—Y lo eres. 
—¿Eso es un sí? 
—Es un... -Miley lo miró entonces intentando ser objetiva: cuerpo atlético gracias a las horas que pasaba en el gimnasio, sonrisa amable. Sería un marido ideal. Siempre podría contar con él, la ayudaría con los niños, cocinarían juntos...
—¿Es un qué?
—Es un «tengo que pensarlo». Ya me conoces, Joe. Sabes que soy una chica muy sensata. No puedo darte una respuesta así, de repente.
—¿Qué respuesta?


La profunda voz masculina era tan familiar que, por un momento, Miley pensó que la había 
imaginado. 


—¡Nick! ¿Qué haces aquí?

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