martes, 12 de junio de 2012

Huracan De Deseo- Capitulo 10


Se había quitado el traje de chaqueta y llevaba pantalones de color crema y una camisa clara.
Y el corazón de Miley dio varios saltos mortales.


Esa era, precisamente, la razón por la que estaba decidida a seguir saliendo con Joe. No necesitaba aquella atracción irracional, salvaje y absurda por su jefe. No le servía de nada.


—He venido a cenar.
—Ya, claro —murmuró Miley, sorprendida—. Joe, te presento a Nick Jonas, mi jefe.


Joe sonrió, tan amable como siempre.


—Así que tú eres el lobo feroz que tiene a mi chica trabajando todo el día.


Debían tener la misma edad, pero Nick parecía un crío al lado de Joe.


—¿Eso es lo que te ha contado?
—¿Has venido con alguien? —preguntó ,Miley.


Nick señaló hacia el otro lado del restaurante, pero había tanta gente que no pudo ver nada.


—No estabas bailando.
—Es culpa mía —sonrió Joe—. Miley quería bailar, pero yo soy un negado. Si se me ocurriera pisar la pista de baile, el dueño del restaurante me echaría a patadas.


Ella sonrió, nerviosa. Primero, la sorprendente proposición de Joe y después Nick Jonas apareciendo allí, con la evidente intención de conocer al hombre con el que había quedado aquella noche.


¿Por qué si no habría ido precisamente a aquel restaurante? Quizá pensaba que le había mentido y quería pillarla, como un profesor llamando a casa del alumna díscolo para comprobar 
si, estaba haciendo novillos.


O quizá solo sentía curiosidad por saber con qué clase de hombre salía.


—Pues es una pena, porque la música es estupenda —sonrió Nick, tomando su mano——. ¿Quieres bailar?
—Prefiero que no. Acabamos de cenar y me apetece... descansar un rato. Además, ¿no te echarán de menos en tu mesa?
—Seguro que pueden prescindir de mí durante unos minutos —contestó él—. Joe, ¿te importaría prescindir de tu... novia cinco minutos? Prometo cuidar de ella y devolvértela de una pieza.
—Supongo que puedo prescindir de ella durante un ratito.
—¡Por favor! ¿Quieres dejar de decir bobadas? Soy yo quien decide si quiere bailar o no —exclamó Miley.
—Venga, cariño. Quieres bailar y yo soy un desastre. Podemos seguir hablando después —dijo Joe.


Aquello era increíble. Estaba entre su jefe, que esperaba una respuesta, y Joe que esperaba otra... que ella no estaba dispuesta a darle.


Al final aceptó la mano de Nick. ¿Qué otra cosa podía hacer?


Al menos, la orquesta estaba tocando una pieza no demasiado lenta. Bailaría una canción y después volvería a la mesa. Y esperaba que para entonces a Joe se le hubiera olvidado el asunto.


Con eso en mente, Miley dejó que Nick la llevase a la pista de baile


El roce de su mano mientras se dirigían a la pista de baile la hizo sentir un escalofrío. Miley miró a Joe por encima del hombro, para recordarse a sí misma que él era su cita y el tipo de hombre con el que debía salir.


—No pasa nada, Miley.


La promesa de un baile rápido se evaporó cuando llegaron a la pista. y la orquesta empezó a tocar una canción lenta. Mientras la tomaba por la cintura, Miley respiró el aroma de su colonia masculina.


—¿Has venido a espiarme?
—Sí —contestó él tranquilamente.


No pensaba esconderlo. Durante la reunión sobre las cuentas del hotel Tradewinds no había podido dejar de pensar en su secretaria y en lo que haría con su misteriosa cita.


—¿Ah, sí? ¿Y por qué?
—Por curiosidad —contestó Nick—. Quería conocerlo y sabía que si te hubiera pedido que fueras con él a alguno de los eventos sociales de la empresa te habrías negado.
—Esto es increíble.
—Sí, es cierto. Pero la curiosidad ha podido conmigo.
—¿Y por qué sentías curiosidad? ¿Creías que me había inventado la cita?
—No. ¿Por qué iba a pensar eso?
—Porque yo no voy por ahí hablando de mi vida privada —replicó Miley.


En lugar de contestar, Nick la apretó con más fuerza. Aquello era indecente, pensó Miley. Y, a pesar de ello, sentirse apretada contra su torso la excitaba sin que pudiera evitarlo.


—No, es verdad. Tú nunca hablas de tu vida privada.


Nick había tenido que soportar un matrimonio sin amor, en el que se daba por satisfecho cuando hacía el amor. Nicole y él siguieron manteniendo relaciones sexuales esporádicas, pero sin afecto, sin emoción. Durante los últimos seis meses, no lo hicieron en absoluto. Él había enterrado su deseo en el trabajo, siempre pensando que debía divorciarse... y no esperaba que el destino hiciera el trabajo por él.


Desde entonces se lanzó a una vorágine de mujeres sofisticadas que le daban satisfacción física, pero nada más.


Aunque, la mayoría de las veces el sexo ni siquiera era satisfactorio.


Lo saciaba temporalmente, pero lo dejaba con la amarga sensación de que le faltaba algo, de que siempre le había faltado algo.


Solo una vez hacer el amor lo había saciado por completo. Con la mujer que tenía en los brazos. ¿era solo una ilusión?


No lo sabía. Solo sabía que cuando Miley le dijo que tenía una cita se vio obligado a
seguirla.


—¿Y tu curiosidad ha sido satisfecha?
—Mi curiosidad, solo será satisfecha cuando descubra qué es lo que ves en él.
—Con todo respeto, eso no es asunto tuyo.
—Me preocupo por ti, Miley.
—No es cierto. Y no pienses que vas a engañarme. Te he visto demasiadas veces en la oficina como para no conocer tus trucos. Conozco tu modus operandi.
—¿A qué te refieres?


Nick estaba disfrutando de la conversación. La pieza terminó y empezó otra, pero ella no pidió que la soltase.


Estaban muy juntos, apretados el uno contra el otro. Miley podía sentir a través del fino vestido de punto los músculos del cuerpo masculino como si no llevase nada.


—Tu vida es el trabajo, Nick. Te conozco bastante bien.
—¿Alguna cosa más? —preguntó él en voz baja.


Estaba coqueteando descaradamente. Habría deseado besarla en el cuello, pero con Joe delante no le pareció adecuado.


—Eres ambicioso y despiadado cuando te parece necesario.
—¿Despiadado? 
—Eso es.
—¿No dices nada bueno?
—¿Por ejemplo? —preguntó Miley inocentemente. 


Sentía su aliento en el cuello y tenía que hacer un esfuerzo para no cerrar los ojos y dejarse llevar.


—También soy trabajador, ambicioso e inteligente.
—Eso es cierto.
—Ah, pero no has dicho «buena persona». 
—Porque no lo eres.


Miley miró a Joe, al otro lado del restaurante. Joe era buena persona.


—¿Y sexy? 
—¿Qué?
—¿Te parezco sexy?


Quería averiguar si lo que pasó aquella noche era producto de su imaginación. Tenía que averiguarlo. Además, Miley lo conocía bien. Ella sabía que no quería compromisos de ninguna clase. Al contrario que las mujeres con las que solía salir, que parecían aceptar eso para después intentar convencerlo.


—Tengo que volver con Joe —dijo Miley entonces.
—¿Por qué? Joe sabe cuidarse solito. No creo que vaya a sufrir un ataque de nervios. 
—Tengo que volver con él. Ah, por cierto, ¿qué tal la reunión? ¿Has conseguido hablar con Rativliñgs?
—¿Qué le has dicho a Joe de mí? —insistió Nick, que se negaba a cambiar de conversación. 
—No le he dicho nada.
—¿No? Entonces, ¿por qué me ha llamado «el lobo feroz»?
—Le dije que querías que trabajase esta noche. Eso es todo.
—¿A qué dijiste que se dedicaba? 
—Es contador —contestó Miley.


Sabía perfectamente que no lo había olvidado. Nick Jonas nunca olvidaba nada. 


—Ah, es verdad —murmuró él, apretando su cintura.


Quería estar con Miley, pero antes tenía que encargarse de algunos «detalles». Y uno de esos 
detalles estaba esperándolo en la mesa. Se le ocurrió entonces que podría presentarle a Joe. La idea lo hizo sonreír. No, Miley se lo comería con patatas.


La había conocido en una fiesta y era la primera vez que salían juntos. Pero como no estaban solos, Miley no esperaría nada más que una cena. Y si la dejaba en la puerta de su casa no podría quejarse.


No se le ocurrió ni por un momento que Miley lo rechazase.


—Supongo que Joe entenderá que a veces trabajes hasta muy tarde.
—Joe intenta que el trabajo no interfiera en su vida. Le va muy bien en la empresa, pero no está obsesionado.
—Admirable —dijo Nick.
—Sí, yo también lo creo. Y ahora tengo que volver con él, lo siento. ¿Con quién has venido?
—Con un par de amigos. Por cierto, sé qué interrumpí una conversación interesante cuando me acerqué a la mesa. ¿De qué hablaban?
—De nada.
—Estabas diciéndole a Joe que tú eras demasiado sensata para algo.


Miley se soltó entonces y Nick le puso una mano en la espalda para conducirla a la mesa. Intentaba recordarla desnuda, pero no podía. Solo podía recordar que después de hacer el amor se sintió... completo. Los detalles habían sido olvidados y el reto de descubrir si la memoria no lo engañaba hacía que le hirviera la sangre.


—Bueno, nos veremos mañana. Gracias por el baile —se despidió Miley.


Pero él no tenía prisa por marcharse. Miley estaría charlando con su primo Kevin, pensó. Llevaba dos horas bebiendo y seguramente ni siquiera habría notado su ausencia.


—Me has hecho un favor —dijo Joe, levantándose—. La pobre Miley habría tenido que sufrir mis pisotones. ¿Quieres tomar una copa con nosotros?


Nick miró por encima del hombro, preguntándose si era sensato quedarse. Pero quería saber algo más sobre aquel hombre, descubrir qué veía Miley en él. Y, sobre todo, quería comprobar si había competencia.


Después de haber tomado una decisión, nada lo apartaría de su objetivo. Además, en el amor y en la guerra todo estaba permitido, se dijo.


Miley siguió la dirección de su mirada e inmediatamente vio a una guapísima chica con una copa en la mano. De modo que esa era su amiga...


No pudo evitar una punzada de celos, pero no permitió que eso le amargase la noche.


—Me temo que «el señor Jonas» no puede quedarse, Miley. Sus amigos están esperándolo.
—Una pena. Encantado de conocerte. Y espero que la próxima vez que nos veamos sea en una celebración...


¿Una celebración? ¿Para celebrar qué?, se preguntó Nick.


—Cuida de Miley y asegúrate de que mañana esté en forma para trabajar. No quiero resacas.
—No suelo tenerlas —replicó ella.


No, eso era cierto. Miley nunca bebía demasiado, así que las resacas no eran un problema para ella.

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