martes, 12 de junio de 2012

Huracan De Deseo- Capitulo 1 (Adaptada)


Miley oyó el ruido de la puerta y levantó las manos del teclado. No debería haber nadie allí a las diez y media de la noche. Y aquel día menos que nunca. Nerviosa, se levantó de la silla. Estaba en el único despacho iluminado de toda la planta y cualquiera podría verla desde el pasillo, mientras ella no podía ver nada.


Aunque el despacho de Nick Jonas era enorme, no había ningún sitio para esconderse, ni siquiera unas gruesas cortinas de terciopelo. Y aunque ella era delgada, intentar esconderse tras las persianas de madera sería ridículo.


De hecho, su miedo era ridículo. Ella era una persona demasiado sensata como para imaginar que había entrado un ladrón.


Miley se acercó a la puerta que conectaba el despacho de Nick Jonas con el suyo. No oía nada, excepto el viento golpeando las ventanas... entonces vio una figura oscura en el pasillo.


—¿Oiga? ¿Oiga?


Estaba llamando a alguien a las diez y media de la noche, en una oficina que ella misma había cerrado con llave después de entrar.


—¿Quién es?


Se preguntó entonces si le responderían las piernas en caso de que tuviera que salir corriendo. Medía un metro sesenta y la figura que se dirigía hacia ella parecía medir treinta centímetros más.


—¿Quién crees que soy? —contestó el hombre. En ese momento se encendió la luz y Miley dejó escapar un suspiro de alivio—. ¿Un ladrón que viene a robar las lujosas oficinas de Nick Jonas?


La retórica pregunta pareció divertirle mucho porque soltó una estruendosa carcajada.


—¿Qué haces aquí, Nick? ¿No deberías estar...?


—¿Dónde? —la interrumpió él. La risa había desaparecido abruptamente y Miley observó que parecía borracho.


Eso la dejó perpleja. Nick Jonas no bebía. 0, al menos, no era su costumbre. Lo sabía porque había acudido a varias recepciones en los diez meses que llevaba trabajando para él como secretaria.


—No has contestado a mi pregunta.
—¿Qué pregunta?
—¿Dónde crees que debería estar?


Aun borracho, Nick Jonas emanaba un increíble atractivo masculino. Su ropa oscura, la corbata torcida, el abrigo negro que parecía la capa de un mago, el cabello dorado alborotado... todo ello le daba un aspecto peligroso.


—Pensé que estarías en casa... con tus parientes.


Después de todo, el funeral de su esposa había tenido lugar aquel mismo día.


—Tengo que sentarme.


Nick entró en su despacho y Miley se preguntó si debía seguirlo o marcharse discretamente. La situación era bastante extraña.


Pero no tuvo elección.


—Tráeme agua, por favor. 0 mejor, una taza de café bien cargado.
—Agua sería mejor. Si has bebido mucho alcohol, estarás deshidratado. Tienes que beber todo lo que puedas.
—Siempre tan sensata, ¿eh? —exclamó Nick, dejándose caer en el sofá—. Siempre dispuesta a dar un buen consejo.


Ella hizo una mueca. Sí, la sensata Miley, que había conseguido llegar a secretaria del director por su eficiencia, su capacidad de trabajo y su habilidad para no perder la cabeza.


La buena de Miley, que no podía estar en la misma habitación con su jefe sin sentir mariposas en el estómago, la que solía mirarlo cuando él no se daba cuenta, como si fuera una fruta prohibida, no solo porque estaba casado sino porque jamás se fijaría en alguien como ella.


—¿Crees que debería estar en mi casa? —preguntó Nick, tumbado en el sofá, con un brazo sobre la cara.


Sí, pensó, debería estar en casa, llorando la pérdida de su esposa y soportando el pésame de sus parientes, a algunos de los cuales ni siquiera conocía.


La idea hizo que sintiera náuseas.


—¿Alguien sabe que estás aquí? Quizá deberíamos llamar...
—¡No! No necesito que me rescaten como si fuera un inválido.
—Puede que estén preocupados —insistió Miley.
—Siéntate. Me duele el cuello de mirar para arriba.
—Pero...
—Siéntate en el brazo del sofá. No voy a hacerte nada, no te preocupes.
—Si quieres estar solo, lo mejor es que me vaya...
—¿Qué hacías aquí a estas horas? —la interrumpió Nick—. Son las once de la noche, ¿no
tienes nada mejor que hacer?
—¡Claro que sí! Es que me sentía un poco... inquieta. Los funerales... — Miley no terminó
la frase, incómoda—. Sé que parece un poco raro, pero...
—Son deprimentes —dijo Nick.
—Sé que ya te lo he dicho esta mañana, pero lo siento mucho. Quizá te ayudaría hablar de lo que ha pasado.
—Lo que ha pasado es un accidente de tráfico. Sencillamente.


Nick se tapó los ojos con la mano, sintiendo de nuevo una punzada de culpabilidad por no
experimentar dolor alguno.


Nicole Anderson era, en apariencia, todo lo que un hombre podría desear: preciosa, sensual, exótica, con la costumbre de mover su larga melena oscura y sonreír de una forma que volvería loco a cualquier hombre.


Y durante un tiempo estuvo enamorado de ella. Tanto como para casarse, confiando en que fuera para toda la vida.


Pero no duró. Podía decir sin equivocarse que en los dos años de matrimonio solo hubo cuatro meses de felicidad y después... el largo proceso de enfrentarse con lo inevitable.


—Has bebido mucho, ¿verdad?
—Lo suficiente como para olvidar.
—Era muy guapa —dijo Miley —. Imagino que estas dos semanas han debido ser una pesadilla para ti.
—No imagines —replicó Nick, abruptamente. Su voz lo relajaba, era como una cascada de agua. Y, por un momento, estuvo a punto de confesarle que aquello no era una pesadilla para él.


La pesadilla era recordar los meses de peleas con su esposa, sus acusaciones de no ser
suficientemente hombre como para satisfacerla porque su única amante era el trabajo. Cada acusación los alejaba más y más y cuando empezó a salir por las noches, a dormir fuera de casa, Nick solo sintió indiferencia.


Pero aguantó la situación, incapaz de pedir el divorcio. Cuando su padre lo llamó desde New Jersey para decirle que su mujer había tenido un accidente de tráfico en la estrecha carretera que iba de Texas a la finca familiar, Nick pensó que debería sentirse culpable por no haberle prestado más atención a Nicole, por haber dejado que se fuera de L.A para divertirse en otro país.


Pero no sentía remordimiento alguno. Además, el accidente había destapado una sórdida historia de adulterio que él sospechaba desde hacía tiempo. Nicole y su amante murieron juntos.


Se preguntó entonces qué pensaría su seria y eficiente secretaria si le contara todo eso. Pero Miley no era una mujer de mundo, todo lo contrario.


Nick abrió los ojos y se quedó mirándola fijamente hasta que ella se puso colorada como una fresa.
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Annie tu me habias pedido que te pasara las noves pero decidi mejor subirlas aqui ¿ok? la voy a subir completa ahorita.. bueno cuando entres a Blogger ya te habras dado cuenta .-.

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