martes, 12 de junio de 2012

Huracan De Deseo- Capitulo 16


Nick llevaba cuarenta y cinco minutos fuera. ¿Y si le había ocurrido algo? La verdad era que el cielo empezaba a tener un aspecto muy amenazador.


Miley se acercó a una de las ventanas y miró el cielo, tan negro como si fuera medianoche aunque apenas eran las siete.


-Espero que tu marido esté bien, querida -le dijo Edie-. No va a pasar nada, ¿verdad?
-Claro que no.


Pero las palmeras se doblaban sobre sí mismas como si una mano gigante las empujase y los arbustos eran arrancados por la fuerza del viento.


En ese momento, un relámpago iluminó el cielo y un trueno colosal hizo retumbar el hotel.


-¡Qué emocionante! -exclamo Edie-. Nosotras somos viejas y necesitamos algo como esto de vez en cuando para poner emoción en nuestras vidas.


Empezó a llover poco a poco, primero unas cuantas gotas que golpeaban rítmicamente los cristales y después un chaparrón que hacía imposible ver lo que ocurría fuera.


Cuando Miley estaba a punto de salir para buscar a nick, la puerta se abrió y apareció él, empapado.


-Pobrecilla, su mujer estaba preocupada por usted -le dijo Gracie.
-¿De verdad, cariño?
-Es que no sabía dónde estabas.
-No podemos hacer nada más. Tendremos que sentarnos a esperar que pase la tormenta. Voy a cambiarme de ropa, ¿vienes?
-Claro que sí -exclamó Edie-. Mire cómo está la pobre, pálida como una muerta.
-Creo que debería quedarme aquí -dijo Miley.
-De acuerdo -sonrió nick, alargando la mano para acariciar su pelo-. ¿Segura?
-Segura.
(Mi parte favorita)
-Dime, cariño, ¿dónde has puesto mis calzoncillos favoritos? Los negros con corazoncitos rojos.
-Ah, cielo, me temo que esos calzoncillos se los comió el perro antes de que saliéramos de Londres -replicó ella.
-Pues entonces tendrás que comprarme otro par -dijo nick, volviéndose hacia las ancianas-. Es una romántica. Le encanta sorprenderme con regalos.


Aquello estaba yendo demasiado lejos. Entendía sus razones para que los clientes no supieran qué estaba haciendo allí, pero esas payasadas eran demasiado.


Aunque quizá estaba exagerando. En realidad, no era más que una broma. Una broma que la ponía de los nervios, desde luego. Y que le hacía desear... cosas que no debía desear.


En la distancia, el mar era una masa negra y amenazadora que parecía acercarse cada vez más al hotel. El panorama daba miedo, desde luego.


Y Miley se sintió reconfortada cuando nick volvió y le pasó un brazo por los hembras. Eran la viva imagen de la pareja feliz mientras miraban por la ventana, hipnotizados por el poder del viento y la lluvia.


En situaciones extremas, le contó él, el viento podía mover coches y levantar tejados, aunque esperaba que no llegase a tanto.


Comieron todos juntos en el vestíbulo porque los clientes se sentían más seguros allí que en sus habitaciones. Pero el almuerzo se hizo casi en completo silencio. Nadie tenía ganas de hablar.


Intentando animar el ambiente, Miley sacó juegos de mesa para todo el mundo.


-Yo voy a trabajar un rato -dijo nick.
-De eso nada, cielo. Tenemos que hacer grupos para jugar -sonrió Miley, distribuyendo barajas y otros juegos-. Y tú tienes que formar grupo con Edie, con Gracie y conmigo para jugar al Monopoly.
-¡No me gustan los juegos de mesa!
-No seas aguafiestas.


Por supuesto, Nick tuvo que rendirse. La situación no estaba como para ponerse a discutir. Sobre todo, después de haberle hecho creer a todo el mundo que eran una pareja feliz.


-¡Estos dados están contra mí! -se quejó, cuando acabó en la cárcel por enésima vez.
-Espero que seas un buen perdedor.


Aunque el viento seguía golpeando con enorme fuerza las ventanas y las puertas del hotel, Miley había conseguido animar un poco a los clientes y hacer que olvidasen por un momento el huracán que se acercaba de forma inexorable.


Debería haber ganado el juego. Tenía los mejores hoteles, los mejores barcias... pero no pudo ser porque se fue la luz.


En medio de la confusión, Nick tomó su mano y anunció que todo el mundo debía retirarse a su habitación, que no debían temer nada y que los empleados los atenderían en todo lo necesario.
En realidad, era reconfortante estar con él. A su lado, parecía como si nada malo pudiera ocurrirle.


-Miley y yo estaremos en la suite Tucán...


¿Juntos en la suite? ¿De qué estaba hablando?


-Espera un momento...
Nick le hizo un gesto con la mano.
-Que cada uno tome una linterna. Nada de velas, por favor. E intenten conservar las pilas todo lo posible.


«Por si acaso tenían que utilizarlas durante un par de días, claro» «¿Y qué iba a hacer ella, encerrada en una suite, con Nick durante un par de días?»


Miley tenía el corazón acelerado y, para cuando terminaron de repartir linternas, un montón de preguntas que no tenían nada que ver con el huracán.


-¿Cómo que vamos a dormir...?
-Señor jonas, le agradecemos mucho que nos haya cambiado de habitación. La nuestra estaba demasiado lejos -la interrumpió Gracie Norton.
-De nada. He pensado que así se sentirían más seguras.
-Muchas gracias, señor jonas. Cuando la anciana se alejó, Miley se volvió hacia él, atónita.
-¿Qué?
-Tus cosas ya están en la suite -dijo Nick. 
-Esto es ridículo.
-No olvides que somos un matrimonio. Tenemos que permanecer unidos.
-Pero este no era el acuerdo -protestó ella. 
-Y tampoco que hubiese un huracán. Así es la vida.


Después de dejar a Gracie y Edie en la habitación, entraron en la suite y Miley se volvió con las manos en las caderas.


-Esto es una farsa.


Pero su agresiva actitud ese perdió en la oscuridad, rota solo por la limitada iluminación de la linterna.


-¿Qué otra cosa podía hacer? 
-¿Dónde voy a dormir yo ahora?
-En la cama, por supuesto. ¿Dónde pensabas dormir? Toma la linterna, voy a darme una ducha. Pero tendré que dejar la puerta del baño abierta.
-¡No puedes dejarla abierta!
-¿Y cómo voy a ver si no? ¿Qué quieres, que me rompa la cabeza?


Mientras se duchaba, Miley colocó sus cosas en el armario y cuando él salió del baño, ataviado solo con una toalla en la cintura, se volvió, dispuesta a seguir protestando.


-Y antes de que lo preguntes, no tengo ninguna intención de dormir en el sofá. Te guste o no, vamos a compartir la cama.
-Pero...
-No queda más remedio, Miley. Ya puedes ducharte. Para cuando salgas yo estaré bajo las sábanas, pegado al borde de la cama. No tendrás que tocarme siquiera,


Imposible, por supuesto. Era imposible estar en la cama con Miley y no tocarla, reconoció Nick.


Estaba esperándola cuando salió del baño. Apenas la veía, recortada contra la oscuridad, pero la sintió meterse en la cama, a su lado.


Miley pensó que estaba dormido. No la sorprendía. No era muy tarde, pero todos estaban agotados. Sobre todo él, que había tenido que comprobar las cocinas, la despensa, las palmeras que rodeaban el hotel para que ninguna cayera sobre el edificio... por no hablar de las relaciones públicas que tuvo que hacer con los clientes.


Debía estar exhausto.


Se metió en la cama, intentando por todos los medios no rozarlo, nerviosa. Pero diez minutos después se relajó. Por supuesto, no iba a pasar nada. Solo estaban compartiendo cama debido a las circunstancias.


El ruido de la lluvia golpeando los cristales la estaba adormeciendo... y entonces nick le preguntó si estaba bien.


Miley abrió los ojos y se volvió, sin pensar. Y entonces se tocaron.


Su rodilla rozaba el muslo del hombre. Un muslo desnudo. Y, al moverse, rozó algo que también estaba desnudo; algo duro y erecto. (UUUUUUUY)

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