martes, 12 de junio de 2012

Huracan De Deseo- Capitulo 14


-Muchas gracias por la información. Pero si fueras un caballero no habrías... no habrías...
-¿No me habría quedado mirando?


No pensaba cambiar de conversación. Quería hacerle saber que, aunque estaban allí para trabajar, había una química sexual innegable entre los dos. La haría verlo hasta que olvidase Londres y, sobre todo, a joe


-Eso es.
-Te pido disculpas -murmuró nick-. Tienes razón. Perdóname. A veces olvido que a los ingleses no les gusta la gente que dice lo que piensa.


Miley no contestó. Sencillamente se dio la vuelta hacia el hotel, sintiendo los ojos del hombre clavados en su espalda.


¿Por qué había dicho eso? No creía la excusa sobre las diferencias culturales. Nick jonas era un hombre sofisticado y no lo habría dicho sin intención.


El recuerdo de aquellos ojos brillantes clavados en sus pechos la quemó durante las dos horas que tardó en ducharse, lavarse el pelo y tomar el delicioso desayuno que pidió al servicio de habitaciones.


Eran casi las diez cuando bajó al vestíbulo y lo hizo decidida a cortar esos comentarios y esa incipiente familiaridad de raíz. Estaban allí para trabajar. Él era el jefe y ella, su secretaria. Nada más.


Afortunadamente, nick la estaba esperando abajo con dos empleados y la misma expresión que solía tener en la oficina, de modo que no iba a ponérselo difícil.


-Nos traerán todos los informes económicos del hotel, para que podamos inspeccionarlos. Y quiero que el contable esté disponible en cualquier momento. Y, sobre todo, necesito ver a Rawlings.


Cuando llegaron al despacho, nick le pidió que cerrase la puerta.


El hombre atractivo y alegre de unas horas andes, el que hacía que le hirviera la sangre en las venas, había vuelto a ser el hombre de negocios de siempre.


A la una, después de haber revisado docenas de informes, Nick pidió una bandeja de sándwiches y unos refrescos.


Después, quitó el aire acondicionado para abrir la terraza, aunque le informó que tendrían que volver a cerrar después de comer o el calor haría imposible el trabajo.


Miley asintió. La brisa del mar era demasiado atractiva como para concentrarse en papeles y números. De hecho, cuando salieron, a la terraza para comer, bajo aquellas enormes palmeras, se le empezaron a cerrar los ojos.


-¿Qué te parece? -preguntó Nick, estirando las piernas.
-¿A qué te refieres?
-A las discrepancias en las cuentas.
-Facturas aparentemente pagadas, pero sin hojas de pedido.


Los sándwiches, de ensalada tropical y pollo frío, estaban riquísimos, casi se derretían en la boca. Miley escuchaba a Nick haciendo un esfuerzo para no dormirse mientras hablaba de un posible fraude.


-Espero que te hayas puesto crema en la cara.
-Y yo espero que dejes de portarte como si fueras mi padre. Ya soy suficientemente mayorcita como para cuidar de mí misma.


Nick apretó los dientes. Por alguna extraña razón, quería protegerlá. Pero era absurdo.


-No me haría ninguna gracia que tuvieras que permanecer en cama con el trabajo que tenemos -dijo bruscamente.
-No tengo intención de quedarme en la cama. Y no tengo intención de quemarme como si fuera una cría.
-No te enfades...
-No estoy enfadada. Solo te estoy dejando las cosas claras -lo interrumpió ella, pasando la mano por la falda de algodón.


Le había parecido más apropiada para trabajar que unos pantalones cortos y, con aquel calor, mucho más cómoda que unos pantalones largos.


-Creo que sería mejor poner el aire acondicionado -dijo entonces, apartándose la blusa.
-Sin él nos habríamos derretido hace horas -sonrió Nick, como pidiendo una tregua-. Y yo diría que hace más calor que antes.


Miley observó el cielo azul, sin una sola nube.


-¿Y ahora qué hacemos?
-Llamar al contable.


Las bandejas fueron retiradas en silencio, con la rapidez de un equipo bien entrenado, y cuando Nick empezó a hacerle preguntas al contable, el hombre prácticamente se puso a temblar.


-El señor Rawlings lleva gran parte de la contabilidad. Dice que, como director del hotel, es cosa suya.


Nick siguió interrogándolo hasta que el hombre empezó a sudar visiblemente.
Por fin, dos horas más tarde, durante las que Miley había estado tomando notas y apuntando nombres de proveedores que sonaban muy poco reales, Nick se quedó mirando al contable.


-¿Y no te parecía sospechoso no poder responder a las preguntas que se te hacían desde Londres?
-El señor Rawlings siempre dice que todo está bien, que está en contacto permanente con usted.


Nick dejó escapar un suspiro.


-¿Cuántos años tienes, Peter? 
-Veintidós, señor jonas.
-¿Y vives con tu familia?
-Estoy casado. Tengo un hijo de un año. 
-¿Dónde vives?
-Al otro lado de la isla. Tenemos una casita... de hecho, estamos pagando una hipoteca. Necesito este trabajo, señor jonas 
-¿Cuándo vuelve Rawlings, Peter?
-No lo sé, señor. Su familia vive en una de las otras islas, cerca de Bahamas. Por lo visto, se acerca un huracán y quería comprobar que todo estaba bien. Si hay un huracán, podría tardar uno o dos días en volver... quizá una semana.
-¿Un huracán? No he oído nada de eso. 
-Lo han dicho en la radio.
-Muy bien, Peter. Eso es todo por ahora.
-Señor Jonas... -empezó a decir el joven. Si tuviera un sombrero, Miley estaba convencida de que lo habría convertido en una pelota-. Mi trabajo...
-Por el momento, sigues teniendo trabajo.


Miley esperó unos segundos hasta que Peter salió del despacho.


-Eso ha sido un detalle, Nick. Muy compasivo.
-¿Qué podía hacer? Es un crío y, además, tiene que mantener un hijo -suspiró él, pasándose una mano por el pelo-. ¿Te importa decirme...?


Pero no estaba mirándola, estaba mirando hacia la playa, como perdido en sus pensamientos.


-¿Sí?
-¿Te importa decirme por qué la gente tiene hijos cuando apenas son unos críos?
-Supongo que...
-¡Una hipoteca, un hijo! ¡Por Dios bendito! -la interrumpió él.
-No todo el mundo tiene su vida planeada hasta el último detalle.
-¿Como yo quieres decir? ¿Y si te dijera que mi mayor deseo es tener un hijo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario